Hasta el salón del Centro Pirincho, ubicado en Aparicio Saravia y San Martín, Montevideo, en el cual el jueves se llevaría a cabo el lanzamiento de la publicación, se acercaron más personas que las que cabían. El ambiente era casi festivo, vecinos que se saludaban, colegas que se reencontraban, hasta que al comenzar la ceremonia los recuerdos afloraron y fueron miradas atentas y varias lágrimas las que primaron.

“Siento la imperiosa necesidad de ir a vivir en un barrio de pobres y hacer como hacen ellos. No como táctica de infiltración, de camuflaje o demagogia, ni siquiera como gesto profético de nada, sino para encontrar a Cristo en cada uno, porque sé que vive allí, que habla su idioma, que se sienta a su mesa, que participa de sus angustias y esperanzas”. Estas palabras del padre Cacho son recogidas tanto en el libro como en el documental "Cruzador de fronteras" realizado por Clara hace ya diez años. El audiovisual fue la apertura de la jornada, antes de dar paso a la voz de la autora y a varios vecinos que conocieron al protagonista.

En la zona

La autora de "Padre Cacho: cuando el otro quema adentro" es licenciada en Comunicación Social y egresada de la Escuela de Psicología Social Pichon Rivière. Se desempeñó como educadora de niños en el equipo de trabajo con clasificadores en la Organización San Vicente, organización de desarrollo comunitario que trabaja en la zona de Aparicio Saravia en la gestión de proyectos en tres grandes áreas: educación, vivienda y clasificadores.

Actualmente es coordinadora de proyectos en el Programa de Extensión Universitaria de la Universidad Católica y del Área de Formación de Voluntariado Social del Observatorio del Sur.

La frase es además puntapié para entender qué lo llevó a trasladarse a Plácido Ellauri, abandonar su parroquia y desde allí trabajar hasta sus últimos días con personas en situación de vulnerabilidad. “La presentación es la excusa para encontrarnos en este barrio, celebrar la vida de Cacho y esa historia compartida con muchos de los que están acá”, expresó la autora. En la sala aún resonaban voces de los vecinos que aparecían en el documental: “porque era la palabra del vecino la que valía”; “porque nos dio el valor”; “porque nos hizo sentir que ahora somos gente”.

Según cuenta la autora, el libro “lo hemos escrito muchos”, ya que su labor fue ir entretejiendo miradas de las personas que se abrieron para compartir sus testimonios y experiencias. “Este libro no pretende contar la historia de Cacho, eso es imposible. La vida de Cacho no se deja atrapar, siempre se nos escapa y está un paso más allá”, reflexionó.

Y quizás, para sorpresa de algunos de los presentes aclaró que no lo conoció personalmente. “No conocí a Cacho como uno conoce habitualmente a las personas, lo conocí en las personas que fui encontrando y en donde lo descubrí enteramente vivo. Hace muchos años atrás, cuando conocí el barrio, cuando empecé a trabajar en la organización San Vicente, empecé a descubrir a ese tal Cacho en la mirada de los clasificadores, de los amigos”, expresó.

Sobre los motivos que le llevaron a la autora -quien fue elogiada por su prosa durante la presentación en varias oportunidades- entiende que en la vida de Cacho se encuentran claves que dialogan con el presente y siguen estando vigentes. En este sentido, entiende que recordar la experiencia del padre Cacho se enmarca en un momento “en que las políticas sociales muestran sus límites, en que como sociedad no sabemos muy bien los caminos para llegar a una convivencia basada en los derechos de todos”. Y si bien plantea que no se debe correr el riesgo de santificarlo, considera que “hace falta alguien que hable desde ese lugar del que hablaba Cacho, en el Mides, en la Intendencia, en la Iglesia, en el barrio”.

Consultada por la diaria, sobre su vínculo con la religión, entiende que en el caso de Cacho es inseparable de su vocación religiosa, pero en el suyo, si bien es creyente, “intenté imaginar siempre al lector no creyente ya que mi deseo en el libro fue sacar a Cacho del ámbito religioso porque siento que él conecta con la sensibilidad de muchas personas que hoy trabajan en los barrios”.

En diálogo con la diaria Brenda Bogliaccini, representante de Ediciones Trilce, explicó que el libro combina una lectura afectiva, cargada de testimonios con la sistematización de una experiencia en educación popular. De allí que el libro, del que esta semana se lanza su segunda edición, puede ser de valor para personas que trabajen en educación popular.

En febrero de este año la diaria estuvo en la presentación de otra obra que también rinde homenaje al padre Cacho, en este caso escrita por Julio Romero. Una publicación independiente realizada por un vecino que recoge testimonios de quienes supieron conocer y trabajar junto con el homenajeado.“Es que muchos sentimos que era necesario recordarlo”, comenta Clara al respecto, celebrando la diversidad de relatos o historias que pueden surgir en pos de rescatar y transmitir esa experiencia a los más jóvenes y a quienes no lo conocieron.

Nunca más hurgadores

Luego de las palabras de la autora, fue el turno de vecinos y personas que tuvieron contacto con el homenajeado y que prestaron su voz en la presentación. Entre ellos se encuentra Mirtha González, quien lo conoció cuando se encontraba sin casa y lo recuerda como un hombre de paz y habla pausada. “Gracias a él y a su palabra somos clasificadores, no somos más ni bichicomes ni hurgadores”. Alentó y comprometió a los presentes a “seguir luchando” y con el mismo orgullo que cuenta que hace nueve años se encuentra en una cooperativa y tiene casa y trabajo, expresa que si bien ya no sale con el carro, quiere seguir luchando como clasificadora porque siempre lo será. El compromiso, según Mirtha se trata de luchar “porque seamos personas dignas y no sentirnos denigradas por salir con un carro”.

Un testimonio similar surge de los oyentes. Pero antes, Isidro Molina, otro de los invitados a compartir su experiencia, apenas pudo dar las gracias por el homenaje a Cacho porque la emoción lo invadió y lo dejó casi sin palabras. Algunas lágrimas ya se habían escapado entre los presentes y otros ojos vidriosos siguieron apareciendo durante toda la presentación, entre los que se encontraban clasificadores que trabajaron codo a codo con Cacho, hasta asistentes sociales que agradecen haberlo conocido en el ejercicio de su profesión.

José Machado fue el vecino que abrió la ronda cuando el micrófono comenzó a pasar por el público. Recordó varios episodios que le tocó vivir y contar con la ayuda de Cacho. Es así que relata una reunión entre autoridades y técnicos municipales y clasificadores realizada en 1990 en la Intendencia de Montevideo, en la que se decidieron temas respecto a la regulación sobre los carros de clasificadores (como son el registro y la matrícula). En ese contexto, Cacho hizo especial hincapié en retirar la denominación de hurgadores, ya que en verdad se trataba de un oficio de recicladores y clasificadores. Es así que Machado recuerda con orgullo que a partir de allí salieron del Salón Azul siendo clasificadores de materia prima en desuso y nunca más hurgadores. En diálogo con la diaria, Machado contó que es clasificador desde hace 50 años, desde que tenía 15. Sobre el aprendizaje que dejó Cacho en su oficio destaca el haber aprendido, entre otras cosas, “cómo hablar con la gente”.

Por su parte, el autor del prólogo del libro, Pablo Bonavía, destacó del padre Cacho la capacidad de pensar más en el otro que en uno mismo. “Él nunca se quiso apropiar de lo que había hecho con los vecinos y los vecinos con él, y cuando veía que eso ya tenía una dinámica propia, se iba”. Por ello es que su lucha por las personas sin vivienda no se limita a los vecinos de Aparicio Saravia, sino que a través del Movimiento Pro Vida Decorosa se extendió a otros barrios y vecinos de Montevideo.

Al finalizar la presentación, Mercedes Clara dijo a la diaria que “Cacho se dejó transformar”. “Él es obra de los vecinos y los vecinos de él, y esa mezcla es lo que produce esta magia y esta intensidad”.