La cita era a las 19.30 en la esquina de Gonzalo Ramírez y 21 de Setiembre, una zona especialmente concurrida a esta altura del año porque muchos optan por ir a dar un paseo al Parque Rodó, que además ahora cuenta con feria hasta fin de año. A todos los que pasaban se les entregaba un volante que explicaba el motivo de la movilización y quiénes marchaban: “Cualquiera que esté harto de justificar abusadores y acosadores, de criarlos, de sufrirlos”. También se introducían cifras que decían que 99% de los agresores sexuales son hombres y 90% de las víctimas son mujeres, y que una de cada cinco de ellas sufre abuso sexual antes de los 18 años.

Académicamente

En opinión del docente de sexología de Sexur Ruben Campero, “el insulto ‘puta’ o ‘puto’ indicaría que quien recibe dicho calificativo se convierte por ese hecho en lo diferente, tiñendo la totalidad de su persona”. Explicó que el insulto intenta diferenciar la identidad dominante para que ésta se asegure de nunca moverse de su trono de representación de la norma heteropatriarcal. “Es por eso que el hombre que tiene relaciones sexuales con muchas mujeres, jamás será nominado mediante un insulto”, sentenció.

Sostuvo que “puta” y “puto” son claras estrategias de control social, “en tanto congelan a la persona mediante un estereotipo estético, moral y sexual, para construir subjetividades que acatarán sumisamente también por miedo al insulto”. El docente agregó que el insulto produce y realiza lo que enuncia por el acto mismo de la enunciación. Por eso, cuando una mujer recibe el insulto de “puta”, no puede evitar reaccionar ante él -por más empoderada que esté-, en tanto la hace pensarse a sí misma y ser (al menos por un instante) el sujeto inferior que fabrica la enunciación del insulto. “De esta manera se garantiza que el sujeto insultado circule dentro de las relaciones de poder como lo devaluado, en clara diferenciación de la subjetividad sobrevaluada representada por el hombre blanco, heterosexual, de clase media alta, judeocristiano y propietario”, concluyó.

Por último, consideró que se suspenden las garantías de los derechos humanos de las personas agraviadas, porque se considera que “la puta” y “el puto” merecen el trato que reciben y se constituyen en subjetividades devaluadas por el insulto, en meros cuerpos explotables y sin importancia.

Si bien había algunos varones, la mayor parte eran mujeres. Mientras algunas de ellas optaron por desafiar con su vestimenta y se calzaron medias de red y polleras cortas, otras prefirieron provocar solamente desde los carteles que portaban. Además de los colores, en la manifestación abundaron las pancartas, que planteaban consignas como “Virgen María, asúmete puta”, “Mi cuerpo no es responsable de tu violencia”, “No quiero tu piropo, quiero tu respeto” y “Si te sentís macho para gritarme es que sos muy cobarde para respetarme”. A medida que la manifestación avanzaba comenzaron los cánticos: “Alerta que camina la marcha de las putas por América Latina”, “escucha, baboso, yo elijo a quien me cojo”, “puta yo, puta tu madre” y “no es no”.

Acción y reacción

A medida que la procesión avanzaba rumbo a la playa Ramírez, se observaban reacciones de todo tipo, desde personas que aplaudían hasta otras que miraban sorprendidas, y no faltaron los varones que no entendieron el mensaje entre líneas y se acercaban a mirar y comentar sobre las faldas cortas de las manifestantes. Según dijo a la diaria María José Scaniello, una de las organizadoras, quedó conforme con la reacción de la gente. Destacó que muchos se fueron sumando a la marcha a medida que iba avanzando.

Al final llegó el momento de leer la proclama que, entre otras cosas, criticó los dichos del presidente José Mujica cuando mandó a los integrantes del Partido Nacional a cuidar de lo que hicieran sus esposas. La proclama se centró en la resignificación del insulto “puta”, que se emplea cuando una mujer se comporta libremente. Además, denunciaba que para el sistema patriarcal, si una mujer cambia de opinión y no quiere tener relaciones sexuales, merece ser violada “por dar pie”. “Que si usamos la ropa sexy que se nos enseña a usar desde los medios y sus estereotipos estéticos, quiere decir que queremos que nos silben, que nos griten, que nos toquen, que nos violen”, añadió Scaniello. Explicó que el motivo de la marcha fue la creencia de que el mundo se divide “entre mujeres putas y mujeres decentes, y entre hombres machos y putos. Y porque cuando nos explican qué cosas nos hacen putas y putos, nos damos cuenta de que nos gusta ser así”. En esta línea, también señaló que si un hombre se aparta de cualquiera de los estereotipos del “macho” es considerado “puto”, por lo que la proclama finalizó abogando por terminar con el “deber ser mujer” y el “deber ser hombre”, y por la construcción de un mundo “libre de matriarcados y patriarcados”.

En la actividad hubo lugar para una intervención del Grupo de Teatro del Oprimido Montevideo, que aludió a la imagen de la mujer como objeto sexual. En diálogo con la diaria, sus integrantes dijeron que cuando un varón les grita en la calle principalmente sienten “asco, rabia y acoso”, y observan una gran impunidad, porque las veces en las que alguna de ellas reacciona y responde los hombres lo toman como un agravio. Además, dijeron que el tema de los gritos y chiflidos en la calle es sólo una muestra de lo que se ve en otras ramas, como la educación y el trabajo, entre otros ámbitos. Uno de los varones asistentes a la marcha reconoció que cuando a una mujer se la cataloga por hacer determinada cosa, a un hombre se lo valora de distinta forma por la misma acción.