“Orgullosos de tener el pelo duro, somos afro, somos hermanos”, resumía en la Marcha de las Motas un cartel pintado a mano. El mensaje fue respaldado por muchas mujeres negras que soltaron su cabello y por otras personas que lucieron pelucas con rulos.
Fueron muchos los que se acercaron ayer al Obelisco a manifestar su indignación por la agresión que recibió en la puerta de un boliche de Parque Batlle Tania Ramírez, y por la discriminación racial en general. En las charlas que se generaron al borde de la fuente y alrededor de la plazoleta que alberga el gran monumento, resonaban casos en los que la discriminación parece haber sido el detonante y, sin embargo, la Justicia nunca dio respuesta. El caso del nigeriano Tommy y el de Jorginho Gularte eran de los más recurrentes. No faltó el manifestante que valorara que fue una “desgracia con suerte” porque la agredida era una “persona pública” por ser activista en defensa de los derechos de los afrodescendientes. “¡Si era un hijo de vecino todo esto no pasaba!”, exclamó.
Más allá de que fue Tania Ramírez la agredida, física y verbalmente, a la salida de un boliche, por un grupo de mujeres (algunas de las cuales son reconocibles en una filmación), muchos se sienten identificados con lo que pasó. Olga, una veterana afrodescendiente, aclaró a la diaria: “La proclama es por Tania y por todos los que venimos detrás”.
En tanto, Victoria, activista del grupo de jóvenes del colectivo Ubuntu, opinó: “Podría haber sido cualquiera de nosotras; fue Tania porque era la que estaba ahí”. A su comentario se le sumó el de Fernanda, su compañera de militancia, quien argumentó que al uruguayo le cuesta reconocerse como descendiente de África pero “toda la sociedad lo es porque todos somos descendientes”. Indicó que la cultura negra es ignorada en distintos ámbitos de la vida, desconociendo el rol que han ocupado los afrodescendientes en la sociedad. A modo de ejemplo, dijo con ironía que de Ansina lo único que se sabe es que “le cebaba mate a Artigas porque eran amigos; y más nada”.
Cosa de todos los días
Everton, también del grupo Ubuntu, opinó que el racismo se vive cotidianamente y que están tratando de romper con eso. Igualmente, aseguró que la sociedad uruguaya está en un momento de transformación porque varias personas se identificaron con Tania y sienten que es hora de “reivindicar derechos y reclamar libertades”.
Muchos otros confirmaron que la discriminación es constante. Olga dijo que la vive, por ejemplo, en el ómnibus, cuando el asiento que queda vacío es el que está junto a ella y nadie se sienta. Maia, una joven que fue a la marcha con su madre, Janet, y con su amiga Nadia, lo vivió en la escuela, con la maestra de quinto que la discriminaba a ella y a otros compañeros. Su mamá lo vive en el ámbito de la salud; es enfermera y ha tenido que dejar de atender a pacientes que no querían ningún afrodescendiente cerca.
Todos coincidieron en que la ignorancia y la falta de educación impulsan la violencia y la discriminación. Y sostuvieron que estas marchas sirven para generar conciencia.
Beatriz Ramírez, tía de Tania y directora del Instituto Nacional de las Mujeres, reconoció que estaban sorprendidos con la convocatoria y el interés de la gente, y aseguró que 20 años atrás esto no hubiera sucedido. “Cuando nos organizamos para luchar contra el racismo, éramos bastante resistidos, rechazados, decían que nos organizábamos porque teníamos complejo de inferioridad. Veinte años después esas cosas se siguen manteniendo, se reproducen y se agudizan”, reflexionó.