La actividad fue organizada por el grupo Por la Pesca Artesanal (Popa), formado en mayo de 2011 e integrado por pescadores artesanales de Piriápolis, investigadores de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República, por la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Católica, la Unidad de Pesca Artesanal de la Dirección Nacional de Recursos Acuáticos (Dinara) y tres organizaciones sociales, Proyecto Pinnípedos-Cetáceos Uruguay, Ecópolis y SOS Rescate de Fauna Marina.

Tanto pescadores como biólogos resaltaron, en diálogo con la diaria, las virtudes de amalgamar en un mismo grupo a investigadores y pescadores por el aprendizaje mutuo que obtienen ambas partes, que en pocas oportunidades trabajan codo a codo, investigando y tomando decisiones en forma colectiva.

Micaela Trimble, bióloga integrante de Popa y estudiante de doctorado en la Universidad de Manitoba en Canadá, contó que el grupo se conformó "cuando iniciamos una investigación participativa para tratar problemáticas de la pesca artesanal en Piriápolis". Por su parte, el pescador Jonny Bouyssounade celebró integrar un equipo que es realmente "participativo y popular": "Acá se encuentra la Dinara [Dirección Nacional de Recursos Acuáticos], pescadores, científicos, biólogos, ONG que trabajan, de repente, en ideas desencontradas con las de los pescadores; pero tenemos un fin en común, el medio ambiente". Agregó: "Yo he dejado de salir al agua para trabajar en este equipo porque me parece que esto es importante no tanto para mí sino para el futuro de mi familia, mis dos hijos que viven de la pesca artesanal y mis dos nietas que dependen de la pesca artesanal. Si no cuidamos el recurso y el medio ambiente, ¿de qué vamos a vivir?”.

Anzuelos

Sobre las 16.30 del domingo en las instalaciones de la Dirección Nacional de Hidrografía, frente al Puerto de Piriápolis, ya comenzaba a dibujarse lo que sería la segunda jornada. Dentro del local el grupo de investigadores afinaba los detalles de una encuesta que haría entre el público; podía recorrerse la muestra fotográfica Un día en la vida del pescador artesanal, con imágenes tomadas por integrantes del colectivo Popa; además de las diferentes instancias del proceso, se registraban las jurisdicciones de Piriápolis -Playa Verde, Playa Hermosa, Puerto de Piriápolis y Pesquero Stella Maris- y se incluía información sobre la pesca artesanal y sus productos. Colgados estaban también los cuadros de tres artistas plásticos uruguayos, María Antonia Belloso, Adolfo Fito Sayago y Quique Souza, con motivos relacionados con la pesca artesanal y sobre un caballete un lienzo en blanco. Fuera del recinto se iban montando las mesas y los espacios donde se demostraría la utilización de las dos artes de pesca usadas: redes y palangres (línea con cientos de anzuelos). Debajo de cuatro carpas del Ejército se volvían a colocar las cocinas y hornos que habían estado activos la noche anterior, y más lejos se hacían las pruebas de sonido. De a poco fueron llegando los pescadores, que armaron también cada una de sus partes.

Al mediodía había salido una barca de pescadores que aparcaría sobre el atardecer en el Pesquero Stella Maris. La zona queda a pocas cuadras del puerto y allí viven pescadores artesanales y hay puestos de venta de ellos y de intermediarios.

Pasó poco tiempo desde que se divisó la embarcación, a pocos metros de la costa, hasta que llegaron a la orilla, y menos tiempo todavía en que un montón de pescadores saliera de sus casas para sacar la barca del agua. Cerca de diez hombres cincharon con la embarcación y no les fue sencillo porque además del peso de la barca y el desnivel de la rampa, las olas llevaban la embarcación hacia el mar. El domingo no había viento, lluvia ni frío, pero no costaba imaginar cuánto más difícil sería esa tarea cotidiana combinada con esas variables. De hecho, hacía una semana que no salían a pescar debido al mal tiempo.

Nito era el tripulante de esa embarcación. Descansó unos segundos antes de continuar fileteando algunas de las corvinas que traían, que eran esperadas por cocineros de la feria. Mientras preparaba las postas, contó que habían pescado cerca de tres cajas de corvina (cada una lleva cerca de 23 kilos), lo que para ellos era "muy poco". La ganancia que obtendrían dependería de la forma en que lo comercializaran: si las vendían a un intermediario, descontando los costos de nafta de la embarcación, los tres tripulantes obtendrían cerca de 600 pesos por el jornal, pero si lo hacían directamente, podían sacar 600 cada uno.

Al volver a la feria los tempranos bosquejos habían cobrado vida y todo estaba en acción. Los pintores matizaban con colores del atardecer el cielo en el lienzo que había sido blanco, y que ahora tenía por centro la barca que estaba en exposición en el predio de la feria; cientos de veraneantes recorrían pausadamente la muestra fotográfica; y afuera pescadores y alistadores -quienes preparan los anzuelos de los palangres- mostraban su tarea. Los cocineros también habían entrado en acción y cada uno preparaba su menú: guisado de brótola, pescadilla sobre caramelo de limón, cebiche de corvina o de brótola y corvina a la manteca rubia. Los cuatro eran cocineros reconocidos y habían concurrido voluntariamente, complacidos con poder promover el consumo de productos de la pesca artesanal.

Uno de ellos, Mario del Bó, chef y docente del Instituto Universitario Gastronómico de Punta del Este, opinó: "En Uruguay tenemos buenos pescados pero, como siempre, como son nuestros los tratamos más o menos". "Pero son muy buenos pescados", remarcó, a la vez que indicó que "es mucho más fácil y más importante consumir el pescado fresco que cuando está en una góndola congelado".

También participó el chef internacional Francisco del Piero, argentino radicado en México que tiene un espacio en el canal Gourmet. Él preparaba el guisado de brótola y tenía un gran marco de público que le sacaba fotos le hacía preguntas sobre sus trucosa las que contestaba complacido. Del Piero aludió a una cuestión que preocupa a muchos productores: la competencia del pescado congelado, particularmente el Pangasius, que se comercializa en supermercados. Comentó que ese pescado "es asiático y de pésima calidad" porque son criados en estanques y "estamos comiendo eso en vez de comer el pescado nuestro, esto [en relación a la feria] es para que abramos un poquito la mente y comamos nuestros pescados, que contienen una cantidad de colesteroles buenos".

Investigación colectiva

De las problemáticas que enfrentan los pescadores artesanales, el grupo prefirió hacer referencia a una: la interacción de su actividad con los leones marinos (Otaria flavescens), que a simple vista son similares a los lobos marinos (Arctocephalus australis), pero es otra especie y compite por el producto, destrozando redes y palangres. Trimble contó que encontraron “un vacío de información en la interacción al palangre” porque las últimas investigaciones han abordado el impacto con las redes, mientras que el palangre es el arte de pesca más usado en la zona y su destrucción implica mayores costos, por el alistamiento de anzuelos y la carnada. Buena parte de 2011 se destinó a diseñar entre todos una planilla que se llenará este año en distintas oportunidades en que se salga al mar.

El problema no es de sencilla resolución. La matanza de leones y lobos no está permitida, pero además éstos cumplen una función en el ecosistema y su presencia es importante para mantener el equilibrio; además, la población de leones ya está en descenso.

Los pescadores afirman que hay mucho menos pescado que antes y atribuyen esto a la competencia de barcos de arrastre industrial y al cambio climático. Los lobos marinos del entorno de Piriápolis “están cebados”, decían los pescadores, porque van y comen el pescado servido en las redes y palangres en lugar de ir a buscarlos, como hacen otros; según ellos “se pasan las mañas”. Respecto a los leones marinos hay visiones contrapuestas en el grupo: algunos pescadores están a favor de la explotación de los lobos marinos, y a la interna tienen que conciliar posiciones con quienes los defienden; pero todos dicen que esto se puede hacer, “porque el fin es llegar a algo en común”.

La segunda línea de trabajo de Popa fue iniciada a mitad de 2011, a partir de la preocupación de los pescadores por la competencia de pescados importados, como el Pangasius. El equipo optó por promover en la feria el “consumo informado”, intentando que el público revalorizara los productos nacionales provenientes de la pesca artesanal. Paralelamente, a largo plazo, se apunta a que los pescadores comercialicen sus productos directamente, lo que trae beneficios para el consumidor, porque le llega fresco, y para el pescador, que obtiene mayores beneficios por su trabajo.