Ayuda mutua

La IM y la Facultad de Psicología de la Universidad de la República firmarán un convenio con el objetivo de brindar asistencia a personas con discapacidad y a los núcleos familiares. La facultad se comprometerá a asistir a personas con discapacidad, a diagnosticar, asesorar una vez conocido el diagnóstico, a orientar en materia de integración educativa y laboral. En tanto, la comuna transferirá 874.392 pesos, que se entregarán en 12 partidas mensuales iguales y consecutivas de 72.866 pesos.

El Programa de Atención a Personas con Discapacidad implica la realización de actividades recreativas y acciones que tiendan a favorecer la participación e igualdad de oportunidades. En verano, las propuestas se desarrollan prácticamente en la playa, aunque ayer, día del cierre del ciclo, se llevaron a cabo en las instalaciones del Cedel, en el Parque Rivera. Más allá de la agenda formal, la actividad continuará hasta el sábado; la última semana del mes los docentes destinarán el tiempo a hacer una evaluación del mes de febrero y del verano en general. Hasta ayer sabían que en enero el programa movilizó a unas 530 personas por semana; en el segundo mes del año la afluencia disminuyó, pero igualmente fue mejor que en otros veranos.

Integral

Si bien para su funcionamiento el programa hace convenios con instituciones sociales como ser el Cotolengo Don Orione, el Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay, asociaciones civiles o escuelas especiales, siempre se invita a los vecinos que concurren a las playas para que formen parte de las iniciativas recreativas.

Bettina Greppi, coordinadora del programa de verano, explicó a la diaria que el nombre del programa queda “chico” porque se hace mucho más que trabajar con personas discapacitadas. En la experiencia participan todos aquellos que simplemente quieren divertirse; tengan o no discapacidad. Aquí se incluye a quienes tienen dificultades mucho más amplias que una discapacidad puntual. A modo de ejemplo, contó que este año se involucraron personas diabéticas, depresivas, con problemas de columna, obesas y hasta recién operadas; todas concurrieron regularmente y realizaron ejercicio físico en la medida de sus posibilidades. “Por todo esto no fue propuesto como un programa para discapacitados”, enfatizó.

Este año se trabajó en las playas de Malvín, Pocitos y en la de Villa del Cerro, además hubo clases semanales en piscinas cerradas en las que participaron niños con dificultades motrices que no pueden bañarse en la playa.

Al ser consultada sobre las barreras físicas que encuentran las personas en la costa montevideana, dijo que persisten problemas tanto para ingresar a la playa como para acceder a la rambla. En la playa Pocitos la rampa por donde se desplazan los discapacitados en silla de ruedas está prácticamente lleno de piedras, por lo que no pueden desplazarse sin la ayuda de un adulto. “El de Malvín, en cambio, está bueno pero el caminero no llega adonde tiene que llegar, hasta tierra firme, para que la persona en la silla pueda seguir desplazándose”, detalló. Además, ahí no hay facilidades para acceder a la rambla porque no hay desniveles para cruzar la calle.

En Cerro las amplias escaleras para ingresar a la playa hicieron que la participación se limitara a personas con discapacidad intelectual, no física.

En materia de resistencias sociales comentó que “cada playa tiene sus características”, y que en Malvín fue donde realmente se consolidó el objetivo de la integración. Mientras que en la playa Pocitos, donde hace años se realiza la actividad, “los vecinos los siguen mirando de lejos y no se incorporan a la propuesta”, en Malvín “antes de que llegaran los discapacitados llegó la gente del barrio”, puntualizó Greppi.

Federico Lezama, responsable de la Secretaría de Gestión Social para la Discapacidad de la IM, destacó en diálogo con la diaria que cada vez son más las actividades para personas con discapacidad, lo que hace falta es que haya más propuestas convencionales que sean inclusivas.

Opinó que siguen persistiendo barreras y que las más resistentes son las culturales, “de cabeza”. Hay personas que “ni se cuestionan” que otras no están pudiendo acceder a espacios que deberían ser accesibles para todos.

También falta formación específica para los docentes para que puedan desarrollar propuestas inclusivas con conocimiento. Estas situaciones y la falta de una oferta visible generan un círculo vicioso porque muchas veces las personas discapacitadas no se acercan a las convocatorias de recreación porque no tienen expectativa de ser contempladas.