En contraste con el escaso movimiento que había ayer en la capital, los alrededores del Prado de Montevideo estaban sumamente agitados. Un buen número de ómnibus urbanos y suburbanos modifica cada Semana de Turismo sus recorridos para pasar en torno a la actividad, y son miles los usuarios que suben, bajan, esperan y disfrutan, además de los que llegan por otros medios y de todos lados.

La 87ª Semana Criolla del Prado se desarrollará hasta el domingo 8 y fue formalmente inaugurada ayer a las 12.30. Poco después de las 15.00, en la vereda, frente a la puerta de ingreso, una gran pancarta daba la “bienvenida”; sobre fondo blanco, las letras decían “Tortura animal, cultura nacional”. Quienes sostenían las pancartas iban charlando con las personas que se les arrimaban. Pertenecían al colectivo “Acción y reacción”, que se manifiesta cada año en ese lugar, aunque en 2011 fueron un poquito más allá y entraron al predio. Claudia, una de las integrantes del colectivo, explicó que el objetivo “es tratar de llegar a la gente para que reflexione sobre lo que es el maltrato animal acá adentro [en relación al ruedo], no sólo por el hecho físico de poner en riesgo la vida del animal sino por el hecho de coartarle su libertad. Estamos en contra del especismo, que es la discriminación hacia otras especies, sentir que por el simple hecho de ser un animal, lo podemos usar como un objeto para divertimento”. Resaltó que el fin de la intervención es la reflexión y que intentan que “nadie se sienta atacado ni agredido, simplemente que se ponga en el lugar del animal”.

Pero dentro del predio el lugar del animal es, claramente, otro. Lo que se festeja es la lucha del jinete por dominar la furia de un animal al que se le está pegando y que antes pasó otras maniobras como el traslado al ruedo, haber sido atado a un poste y tener vendados los ojos. Desgraciadamente, ésa es la gracia, podría decirse.

La Intendencia de Montevideo es la que organiza la actividad, desde 1925; en su sitio web consigna que “la ‘Criolla’ del Prado cumple un rol fundamental a la hora de acercar la cultura ‘gauchesca’ a la capital”, y afirma que “el encuentro con las raíces es fundamental para reconocer identidades en tiempos de globalización”.

Adrenalina

No todos los asientos de las tribunas y del palco oficial estaban ocupados, pero sí la gran mayoría. Las jineteadas comenzaron a las 14.00 y dos horas después se desarrollaba la rueda nacional en pelo, que es cuando los jinetes se suben al caballo sin llevar montura. La adrenalina para los espectadores está en observar y aclamar al jinete, pero la emoción es acompañada y sostenida por los relatores.

En la cabina de transmisión pueden verse los detalles de la secuencia de roles, que se sucede una y otra vez ante cada montura. En los intervalos habla el animador, que pasa avisos y hace comentarios breves; su alocución se interrumpe bruscamente ante el sonido de la campana que anuncia que pronto se largará un jinete. Los relatores describen la lucha del jinete por mantenerse encima del animal, hasta que vuelva a sonar la campana que marca el fin de la jineteada. Precedido de un rasgueo de guitarra, toma la voz quien hace el floreo -Uberfil Concepción-, que hace una especie de payada sobre la actuación del jinete, totalmente improvisada pero siempre con rima, como ésta, que alentó a uno que no pudo mantenerse montado antes de que sonara la campana: “Este Sebastián Moreno, el rubio que jineteó, a este que le canto yo porque se ve que es muy bueno y voy a pedirle a la gente, con respeto y con amor, a ver ese aplauso grande para sacarle el dolor”.

Esa secuencia se repitió con los 30 jinetes que montaron la competencia, y cada poco sucedían las vueltas de honor, cuando los jinetes eran aplaudidos y lucían triunfantes con la o las banderas en mano. Se desarrollan dos concursos paralelos: el de jinetes y el de tropillas. Este último evalúa el desempeño de la actuación del animal. Dimer Delgado, integrante del jurado de tropillas, contó que los puntajes van del cero al diez y que “si bellaquea poco” se le da poco y “si bellaquea bien”, es decir, si es bravo, se lo puntúa más. Hasta la mitad de la tarde el nivel de los caballos había sido desparejo, con algunos que habían recibido un punto y medio y otros, hasta ocho.

En general, varios consultados decían que el desempeño de jinetes y caballos venía bien, y no se animaban a decir mucho más, porque fue el primero de ocho días. La competencia internacional en pelo fue mucho más aclamada que la anterior, dado que estaban los mejores jinetes y los caballos más bravos. En las dos categorías internacionales (en pelo y en basto argentino) participan en cada ronda 15 jinetes: cinco uruguayos, cinco argentinos y cinco brasileños.

Más allá del ruedo

Pese a que las jineteadas se llevan buena parte de la atención, las criollas significan bastante más. Están los cientos de stands y puestos de venta de artículos de todo tipo, desde talabartería, artesanías, ropa, bebidas, alimentos, hasta los stands institucionales, cuatro escenarios musicales y uno infantil. El fuerte de éstos se desarrolla durante la noche, y de esa forma, la actividad se desarrolla durante una extensísima jornada. Cerca de las 19.00 estaba tramitando su ingreso Jacinto Acosta, un hombre de 75 años, que es payador en las Criollas desde hace un cuarto de siglo; procedente de Empalme Olmos, está ciego ahora, pero eso no le impide entablar la “discusión en dos versos” y la “momentánea” que entablaría minutos después en el escenario Carlos Molina.

Ese folclore local también puede verse en típicas escenas: las reposeras al costado del palco -en la parte donde no se paga por un asiento-; las decenas de familias y niños sentados en los cordones de las veredas del predio tomando un refresco, una cerveza y hasta mate en vaso de vidrio; las manzanas acarameladas, los chorizos al pan, las vinchas infantiles de la Semana Criolla; jóvenes, viejos, hombres y mujeres vestidos de gauchos, que circulan entre el público y oyen mejor que nadie las campanas a lo lejos, y también otros jóvenes con algunos adultos que forman parte de cuerpos de baile folclóricos y ofrecen, gratuitamente, su baile por entre las calles y en escenarios.