Llegó el día más esperado para quienes compraron por internet las entradas para el concierto de Paul McCartney. Ayer, a partir de las 12.00, en la boletería de la tribuna Olímpica del estadio Centenario, arrancó la entrega de los tickets que le permitirán a mucha gente estar lo más cerca posible de un ex Beatles. La entrega continuará hasta el sábado, entre las 10.00 y las 19.00, mientras que el domingo la boletería se trasladará a Av. Italia y Av. Américo Ricaldoni y permanecerá abierta de las 10.00 hasta el comienzo del espectáculo. La entrega para quienes realizaron su compra en abril se llevará a cabo a partir de mañana.

La jornada transcurrió en general con tranquilidad; fuera del estadio se retiraban las entradas mientras adentro se hacían los preparativos del escenario donde McCartney cantará. Quienes hacían la fila en la boletería no tenían los mismos nervios que sintieron cuando hicieron cola en la puerta del Abitab el viernes 23 de marzo, aunque fueron muchos los que reconocieron que directamente compraron un día antes por internet para asegurarse su pase y que no peligrara su acceso. Sin embargo, la verdadera paz interior la empezaban a sentir una vez que tenían el o los boletos en la mano.

Para algunos los minutos que llevó la revisión de los datos de la tarjeta y la búsqueda de las entradas fueron interminables; en ese momento se comían las uñas, miraban con ansiedad al que estaba en la ventanilla de al lado o emitían sonrisitas nerviosas a los que permanecían en la fila, y una vez que las tenían en su mano se retiraban con expresión de felicidad.

Tal fue el caso de Manuel, un veterano que compró entradas para él, su esposa y cuatro amigos que no tenían la única tarjeta admitida para la compra. En diálogo con la diaria contó que las dificultades para hacerse del pase para el show comenzaron en la puerta de la agencia, el viernes 23 a las 7.00, y persistieron hasta último momento. Sobre el mediodía de ayer era tal su preocupación de llevar la cédula y la tarjeta, documentos necesarios para el retiro, que las sacó de la billetera y las cargó en su mano, pero en un descuido las dejó sobre el techo del auto y arrancó. Al llegar al estadio se dio cuenta de que no tenía ninguno de los documentos requeridos para efectivizar el retiro, por lo que volvió a su casa y pidió a todos los integrantes de su familia que lo ayudaran a buscar, hasta que apareció la tarjeta. La encontró tirada en la puerta de su casa en la avenida Garibaldi hecha un acordeón porque le pasaron por arriba varios autos. La cédula no apareció pero -“hombre precavido vale por dos”- tenía una fotocopia a color en su poder. “¡Ahora sí me puedo ir a almorzar tranquilo!”, dijo sonriente al tiempo que liberó la angustia que vivió en las últimas semanas.

Más atrás, todavía haciendo la fila, Andrea, Maite y Natalia, de 20 años, aguardaban que les tocara su turno. Contaron que empezaron a escuchar a los Beatles “en serio” a los 14 o 15 años. En ese momento comenzaron a interiorizarse en quienes eran los que integraban la banda, de dónde eran esos chicos y qué discos habían sacado. “Más bien vengo a ver a Paul McCartney porque me encantan Los Beatles; Paul McCartney tiene algo de solista, tiene discos, pero es más por los Beatles”, puntualizó Natalia, quien el año pasado fue a ver a McCartney a Buenos Aires. Maite agregó: “Sí, es por los Beatles, yo de la etapa de solista no conozco nada”.

Pero la jornada no fue del todo satisfactoria para quienes compraron sus entradas por internet. Desde la organización del evento no se informó del atraso que tendría la entrega de los boletos a quienes efectuaron la compra en abril, por lo que un señor dejó la boletería y gritó a los cuatro vientos y con un dejo de mal humor: “Quienes compraron en abril vuelvan a su casa; se entregan el miércoles”. En ese momento, quien atendía la boletería se puso a escribir con lapicera un cartel sobre una hoja A4 que indicaba el atraso en la entrega.

También se manifestó un poco molesto un señor cuando vio impreso el valor de la entrada. Allí decía 2.200 pesos, cuando en realidad él pagó 2.500; afuera quedó la comisión que se cobró on line.