Graciela Piñeiro fue quien encontró hace tres años en suelos de Tacuarembó el huevo de mesosaurio, y todavía se emociona al rememorarlo. Los mesosaurios (Mesosaurus tenuidens) eran reptiles acuáticos que habitaban América del Sur y África en el período Pérmico Temprano (de 275 a 300 millones de años atrás), cuando ambos continentes conformaban un solo bloque. Piñeiro estudia a los mesosaurios desde hace 12 años y el período Pérmico desde hace 16 años y éste fue el hallazgo de su vida. Contó que cuando comenzó a estudiar el Pérmico en Uruguay “prácticamente no se sabía nada, todas las referencias que teníamos al Pérmico eran de Brasil. Yo iba a ver lo que había con colegas brasileños, hice trabajos de campo con ellos y veía que esos depósitos eran iguales a los que teníamos nosotros. Empezamos a hacer un trabajo más sistemático, a buscar nivel por nivel y empezaron a aparecer”.

La investigación, titulada Fósiles pérmicos del Uruguay, fue liderada por Piñeiro, que es integrante del departamento de Paleontología de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República; el resto del equipo lo conformaron investigadores uruguayos, brasileños, canadienses y alemanes. El trabajo fue financiado por la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII).

Una vez que el equipo reunió el material necesario se publicaron cinco artículos científicos en revistas internacionales de habla inglesa que tuvieron un lento proceso de revisión, puesto que era algo difícil de entender, comentó Piñeiro. Pero una vez que fueron asimilados y difundidos, las repercusiones son inéditas y decenas de investigadores de distintas partes del mundo se han contactado con la docente para participar en los estudios.

Tres especies

El equipo halló fósiles de mesosaurios, de crustáceos y de una especie de gusanitos que eran las tres especies que habitaban la formación Mangrullo, que hoy se extiende por los departamentos de Cerro Largo, Tacuarembó y Rivera. Piñeiro explicó que “la formación Mangrullo se depositó en una especie de lago con períodos de alta salinidad y que poseía fondos pobremente oxigenados” y que “esas condiciones favorecieron la preservación de estos fósiles tan delicados”. Entre ellos se destacan la membrana del huevo y los “nervios fosilizados, que es una cosa muy rara; encontramos la rama del nervio trigémino completa fosilizada y también restos de contenidos estomacales: restos de esqueletos que tenían la última comida que ese animal comió antes de morir”, precisó.

Los hallazgos han permitido reconstruir la cadena trófica de ese ambiente. Piñeiro explicó que en la parte superior están los mesosaurios, que se alimentaban de los crustáceos, los que a su vez se alimentaban “de materia orgánica o probablemente de unos animalitos de cuerpo blando tipo gusanitos de los cuales sólo tenemos las huellas preservadas en el sedimento”.

Si bien todo lo que han hallado hasta el momento tiene una gran importancia para reconstruir el período, el huevo de mesosaurio fue lo más impactante, porque se trata del embrión de reptil más antiguo conocido en el mundo, lo que da cuenta de su reproducción.

La investigadora indicó que los reptiles aparecieron hace 310 millones de años pero que la información que se poseía sobre su reproducción databa de hace 200 millones de años, es decir, de la era Mesozoica (desde 70 a 251 millones de años atrás). Indicó que el embrión encontrado “vendría a llenar el espacio del que no tenemos información”, que refiere a la reproducción de los reptiles hace 280 millones de años, en la era Paleozoica. Es por eso que se acorta una brecha de 90 millones de años. El hallazgo fue clave y marca un quiebre, porque “el huevo amniota diferencia claramente a los reptiles, aves y mamíferos de los anfibios, que no tienen membranas embionarias y de la cual sale en general una larva”, comentó Piñeiro.

La docente explicó además que hasta ahora no se ha encontrado “desde el punto de vista ecológico una comunidad similar a la de Mangrullo, que tiene solamente tres especies, tres grupos de animales que son autóctonos de ese lago”.

Comportamiento animal

Dentro del estómago de los mesosaurios “había crustáceos -camaroncitos- de los cuales ellos se alimentaban. Evidentemente eran una proteína muy rica, y además encontramos restos de mesosaurios pequeños”. La entrevistada explicó que eso fue observado “no en uno sino en varios contenidos estomacales” de aquí y también de lo que fue encontrado en Brasil. A partir de esto se abren hipótesis de por qué sucede eso, que es uno de los puntos que intentará dilucidar ahora el equipo. Se piensa que podría haber predación, “de repente teníamos dos especies y los adultos de una predaban sobre los juveniles de la otra”.

La investigadora afirmó que los mesosaurios tenían sólo una cría o dos como máximo a lo largo de su vida. “Suponemos como hipótesis de trabajo que las mamás mesosaurios cuidaban a sus crías una vez que éstas nacían porque había predación o quizás porque los machos se comían a sus propias crías”. Esto también es novedoso porque el cuidado de las crías es común en aves pero no en reptiles y los estudios podrían indicar que se trataría del registro más antiguo de cuidado parental de reptiles.

Exploraciones

La zona de estudio de la formación Mangrullo comprendía cuatro regiones. Piñeiro explicó que ya no cuentan con una de ellas porque “fue destruida por un proyecto que vino al Uruguay recientemente y nos cubrieron todo el afloramiento de tierra de barro”. El equipo había hecho los trámites para proteger los sedimentos y los fósiles y por eso ahora la situación pasó a la órbita judicial, aunque el sitio ya se perdió.

Actualmente están trabajando en dos zonas: en Tacuarembó, en el arroyo Yaguarí, y en una estancia en un predio particular en Cerro Largo, “que es la zona de Mangrullo donde están apareciendo los fósiles mejor preservados”, explicó Piñeiro. Agregó que también aspiran a trabajar en un predio en Rivera. “Estamos haciendo tratativas para proteger los afloramientos. Los estudiantes van a seguir estas investigaciones y está bueno que Uruguay haya sido puesto en un nivel, desde el punto de vista académico, muy alto con estos descubrimientos y que hagamos lo posible por preservar los lugares donde estos fósiles aparecen”.

La pasión de la docente también afloraba en la charla con los escolares y al rememorar los frutos de su trabajo y de su interacción con colegas y estudiantes. En su caso, la pasión la arrastraba desde niña. Contó: “Cuando era chica salía de excursiones con una bolsita que mi madre conserva todavía. Tenía nueve años y mi abuelo había comprado una casa en San Luis. Íbamos a veranear y yo salía de exploración y cuando venía le mostraba a mis padres lo que había colectado, en cajitas de fósforos y en frasquitos que juntaba y era todo muerto: plantas, hojitas que hacía mucho que se habían caído de las plantas y animalitos que encontraba muertos. Me cuesta matar a los animales y éstos que están bien muertos los estudio sin ningún problema; creo que eso me hizo ser paleontóloga”.