Un golpe de timón es necesario para cambiar la pisada. Según fao.org, el índice de precios internacional de la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por la sigla en inglés) de Naciones Unidas (ONU), que mide la variación mensual de precios internacionales de una canasta de productos básicos, alcanzó los 213 puntos en agosto. ¿Qué significa esa cifra? Una disminución considerable, teniendo en cuenta que está a 25 puntos de su máximo de 238, alcanzado en febrero de 2011, y a 18 puntos del registro de agosto de 2011. ¿Cuál es la constante? La volatilidad. Según el portal lainformación.com, en julio, el indicador se disparó 6% luego de tres meses en descenso. Los 213 puntos de agosto aportan un “dato tranquilizador”, valoró el director general de la FAO, José Graziano da Silva, quien si bien llamó a mantener la cautela, destacó que los valores actuales no ameritan “hablar de una crisis alimentaria mundial”. Se espera una acción apresurada de los países del G20, ya que en ellos se cultiva la mayoría de los cereales que generan mayor preocupación y, por tanto, tienen mayor influencia en la fijación del precio internacional.

¿Cuáles son las causas del aumento y de su volatilidad en términos económicos?: el incremento tanto del uso de reservas de alimentos para fines no alimentarios -la producción de biocombustibles, por ejemplo- así como la especulación financiera. Por ello, se exhortó a la comunidad internacional a no trasladar la situación generando pánico en los mercados y a utilizar las materias primas para la elaboración de alimentos. La estrategia no alcanza para solucionar el problema real. Según elconfidencial.com, la actividad humana ha generado enormes problemas en la naturaleza, que, seguramente, se agravarán. El agua comienza a escasear, los acuíferos se agotan y/o se salinizan como consecuencia de su explotación. Los suelos están -y estarán- erosionados si no se reduce el uso de fertilizantes, que, según dijo Jeremy Grantham, cofundador de uno de los grandes fondos de inversión del mundo (GMO), está llegando a sus niveles máximos. La pérdida de fertilidad, la erosión y la degradación disminuyeron el rendimiento de los cultivos de cereales, pasando del 3,5% en los años 70 a sólo 1,5% actualmente. Por ello, los expertos analizan que se está alcanzando el límite teórico para los aumentos en el rendimiento de muchos cultivos.

Cultivarse un poco

El maíz, el trigo y la soja generan una enorme preocupación, ya que el índice de los cereales de la FAO alcanzó los 260 puntos en agosto, mostrando un comportamiento similar al de julio, con un sensible debilitamiento del precio del maíz, y un incremento de los del trigo y el arroz. Para el bienal 12-13 se prevé que se producirán 2.295 y se utilizarán 2.317 millones de toneladas de cereales. La utilización será 2% inferior a la tendencia de la última década. La producción real disminuirá para este año en 52 millones de toneladas respecto del año pasado, volumen insuficiente para cubrir la demanda, reduciéndose más de lo previsto las reservas mundiales de cereales así como el equilibrio entre la oferta y la demanda.

El índice de precios de aceites y grasas se mantuvo desde julio en 226 puntos, y el de productos lácteos en 176. El índice de azúcar tuvo un promedio de 297 puntos en agosto, 27,7 puntos menos que en julio y 97 puntos menos que en agosto de 2011. Esta situación refleja las perspectivas de un aumento de la producción y condiciones meteorológicas más favorables en Brasil, principal exportador mundial de azúcar, que favorecerán la cosecha de caña azucarera.

¿Cuáles son los antecedentes y los riesgos reales de una crisis? Lo sucedido en 2007 y 2008 dejó como legado la creación de herramientas y políticas de vaticinio del comportamiento del mercado. Sin embargo, la naturaleza sigue llevando la voz cantante. Su drástico accionar influyó fuertemente en las tres subidas de los precios internacionales de alimentos en los últimos cinco años: cada dos años, desde 2007, las inundaciones y sequías generan dificultades que arriesgan el rendimiento de cultivos. Actualmente, la profunda sequía que atraviesa Estados Unidos (EEUU) y las deficientes cosechas en los países del Mar Negro impulsan los precios de granos a niveles récord, despertando el temor de una nueva crisis alimentaria.

A pesar de todo, el problema sólo preocupa a unos pocos. Los fijadores de precios subestiman la gravedad del asunto y no actúan tan eficazmente para aminorar las dificultades de los más pobres. Egipto, por ejemplo, destina 40% de su presupuesto a alimentos, por lo que la suba de precios internacionales influye decisivamente en su gasto. Desde los organismos internacionales se pretende que los pequeños productores se beneficien del alto precio de los alimentos y contribuyan a disminuir los picos de precios, exhortándose a los países a evitar compras por pánico e imponer restricciones a las exportaciones.

Según prensalatina.com, la coyuntura actual obliga a buscar soluciones para las personas más vulneradas y para los países dependientes de importaciones que gastan buen porcentaje de su dinero en alimentos. Pero también a encontrar caminos para producir, comercializar y consumir alimentos en tiempos signados por el crecimiento demográfico y el cambio climático. ¿Cuáles son las líneas de acción y los plazos? Desde los organismos de la ONU se proclamó que el peligro persistirá hasta que “se pueda blindar el sistema alimentario frente a los vaivenes de precios y el cambio climático”. Con la imposibilidad de cambiar el curso de las acciones de la naturaleza, se hace imperiosa una respuesta que guíe el curso de acción de los países más desfavorecidos por la volatilidad de precios. ¿Quién y cómo debe actuar? Desde la ONU se destacó la necesidad de adoptar medidas con suficiente antelación para evitar aumentos de precios, así como una evaluación de las causas profundas que los generan. Según eluniverso.com, los países del G20 esperarán el informe sobre los rendimientos de las cosechas que se divulga en EEUU, y se reunirán en octubre para decidir sobre los cursos de acción en el mercado de granos.

¿Nos comimos la pastilla?

Las condiciones de Uruguay como productor y exportador siempre constituyeron una ventaja. Ésa no fue la excepción a lo que sucedió en agosto durante la conferencia “De la exuberancia al conflicto…” (ver la diaria del 16/08/12), cuando tres economistas calificaron como positivo el aumento del precio de los alimentos como consecuencia de los problemas climáticos en el hemisferio norte. La receta que proponían era aumentar el volumen de producción para exportarla a mejores precios, y así subsanar las eventuales dificultades de cambio de ritmo económico pronosticadas para 2013.

Sin embargo, la volatilidad reinante de los precios no ayuda a tomar líneas de acción eficaces en el largo plazo. Uruguay, como país tomador de precios, también está a merced de una acción a tiempo de los países del G20. ¿Qué acciones se están tomando, internamente, en Uruguay? Según el subsecretario del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, Enzo Benech, hay escasas posibilidades de riesgo alimentario. “Somos un país muy chiquito que vende 70% o más de lo que produce”, señaló a la diaria. Luego manifestó que la problemática mundial actual “no es un tema de cantidad sino de distribución”, ya que 30% de los alimentos no llega a su destino. Los pequeños productores están amparados por planes diferenciales y venden su producción al mercado local, por lo que no están a merced de los vaivenes del mercado mundial ni de decisiones antojadizas.