El martes de tarde fue la apertura, a la que asistieron autoridades del Ministerio de Educación y Cultura, del Consejo de Educación Secundaria (CES) y del Consejo Directivo Central de la Administración Nacional de Educación Pública.

Cada liceo había elaborado un informe sobre las propuestas que se discutirían. Partiendo de esos insumos, se formaron ocho comisiones -que nuclearon a estudiantes de distintos puntos del país- que unificaron los planteos. Esas síntesis fueron expuestas en dos plenarios, uno concretado el martes de tardecita y el otro que se extendió durante toda la mañana del miércoles.

la diaria llegó al lugar ayer poco antes de las 9.00. Al frente del salón, la primera comisión, con un papelógrafo a sus espaldas y hojas en mano, se aprontaba a resumir sus planteos. Una tras otra se sucedieron las diferentes exposiciones con una dinámica similar: cada integrante desarrollaba el punto acordado internamente y al final se abrían los micrófonos al resto, para escuchar preguntas y aportes, que eran bien recibidos y en varios casos enriquecieron planteos iniciales. Sobre el final de la mañana la dispersión aumentó, pero aun así las ideas estaban en la vuelta y en diferentes ámbitos el foco estaba en cómo mejorar la educación.

Popurrí

Algunos puntos se reiteraron más. Mencionaron las condiciones edilicias: que haya salones disponibles y equipados con lo necesario para cada orientación y que todos los liceos tengan rampas o elevadores que permitan el acceso a las personas con dificultades. Reclamaron que el número de auxiliares de servicio fuera acorde a la matrícula del centro y varios enfatizaron la responsabilidad que le cabe a cada uno e insistieron en que no podía ser que se hiciera mugre en un salón. Reflexionaron sobre la necesidad de ver el liceo como si fuera una segunda casa, por la cantidad de horas que pasan allí, y desde esa perspectiva comentaron: “Si nosotros no ensuciamos así nuestra casa, ¿por qué hacerlo en el liceo?”. Otros hablaron de “generar sentido de pertenencia” y asumir que es algo que está hecho para uno.

Solicitaron fotocopiadoras dentro de la institución y a un precio accesible, que las bibliotecas liceales tengan horarios extendidos y que haya comedores para los estudiantes que concurren desde lejos. Manifestaron la necesidad de respeto entre ellos y de mejorar la visión que tiene la sociedad de los adolescentes: “Nos ven como delincuentes o inadaptados sociales, nos culpan de la inseguridad. Discriminan a las personas porque están en zonas marginadas y ellos no saben cómo están esos liceos”.

Una de las comisiones dijo que lo que más necesitan los liceos es seguridad y pidió disponer de 222; no fueron muchos los grupos que se inclinaron por esa opción. Una estudiante lo cuestionó: “¿No les parece que la presencia de un 222 es un poco extremista?”. Uno de los proponentes señaló: “La Constitución dice que un 222 es un ciudadano más”. “Ah, bárbaro”, respondió otro del público.

Pero más que seguridad, todos los estudiantes pidieron contar con equipos interdisciplinarios integrados por psicólogos, trabajadores sociales, educadores sociales y hasta animadores. Esa propuesta afloró una y otra vez como forma de mejorar la relación entre los estudiantes, entre ellos y los docentes, de manera de liberar a los adscriptos de funciones que no les corresponden.

Uno de los puntos más discutidos fue cómo evaluar a los docentes. Si bien hubo quienes opinaron que “no somos nosotros quienes debemos evaluar a los profesores”, predominó la idea de hacerlo, aclarando que no juzgarían los conocimientos del docente: “No lo que enseña sino cómo lo enseña”. Otros aportaron: “Es simplemente marcarle un camino que puede servirle de ayuda de cómo está haciendo las cosas, cómo lo estamos recibiendo”. Pidieron “inspecciones regulares” e insistieron en que los docentes no pueden enterarse antes de que serán visitados. También reprobaron las inasistencias de los profesores, así como que varios no sean egresados de carreras de formación docente.

Los estudiantes defendieron la posibilidad de autoevaluarse y que la nota incorpore el trabajo del día a día, el esfuerzo, y que se combinen pruebas orales y escritas con proyectos en los que trabajan. Consideraron que los delegados de cada clase puedan participar en algunas instancias de coordinación de los docentes, para contribuir a la comunicación.

En otro orden mencionaron las fallas de la gestión: “Con una buena gestión el proceso educativo va a ser mejor”, y bregaron por que los estudiantes puedan opinar en qué se gasta el dinero del que dispone cada liceo.

Aproximaciones

Tres estudiantes de 5º año -Francisca, de Nueva Helvecia, Pablo, de Conchillas, y Xoaquín, de Montevideo- conversaban al sol en uno de los recesos autoimpuestos. Estaban muy contentos con el encuentro, insistieron en que les había servido para “abrir la cabeza”. Los liceos a los que asisten tienen buena infraestructura, y luego de compartir con otros pares concluyeron que, en ese sentido, no tenían de qué quejarse.

El trío propuso formas de acercamiento entre docentes y alumnos. Pablo comentó que en el liceo rural de Conchillas los docentes juegan al fútbol y al vóleibol con los estudiantes: “Llega un momento en que es tanto lo que te unís con los profesores que en la clase cambia la cosa, los profesores entran con ánimo, te saludan. No mandan con el mismo estilo que antes; si un alumno se manda una cagada y el profesor en vez de echarlo le dice ‘pensalo’ es como un par más”.

Francisca aportó: “Yo entiendo que los profesores que son más grandes pasaron de la época de la dictadura al libertinaje muy rápido, entonces hay algunos que no entienden nuestro comportamiento. A mí, por ejemplo, me pasó que me discriminaron por gustar de personas de mi mismo sexo y eso no puede ser. Ellos están cerrados en su realidad y de repente no te aceptan como sos. Eso te desmotiva. Además tendría que haber psicólogos. Los profesores no pueden abrir la cabeza como nosotros la abrimos”.

Los estudiantes confiaron en que sus aportes se concretarían. Sin embargo, cuestionaron la falta de autoridades presentes en la instancia. Para sorpresa de muchos, al finalizar la exposición de las comisiones Ema Zaffaroni, consejera del CES, fue invitada a hablar; había estado sentada en la primera fila durante toda la mañana. Dijo que había tomado apuntes y compartiría algunas reflexiones. Los felicitó por el nivel de trabajo y reconoció la importancia de la lucha estudiantil. Indicó que si hoy hay boleto gratuito o más liceos que antes es porque muchas generaciones han peleado por eso, así como ellos lo están haciendo.

Opinó que muchos de los reclamos no debían hacerse ante las autoridades centrales: “Hay cosas que se resuelven en los propios centros, que si las plantean los tienen que escuchar, no son reclamos para hacer a la autoridad sino cosas para poner en práctica”, como el diálogo con los docentes sobre la evaluación y las características de las pruebas, y “la participación que pueden tener en consejos de participación”. Sobre ese punto, muchos estudiantes reclamaron que esos consejos, dispuestos por la Ley de Educación, no están conformados y que las autoridades del liceo no los escuchan cuando solicitan su instalación. Zaffaroni manifestó la limitación del CES: “No alcanza con que nosotros le digamos al director; el director y el resto tienen que tener la voluntad”, y en relación al director comentó: “No le voy a bajar la puntuación, no lo voy a echar”. Pero varios se miraron entre ellos y reclamaron: “¡Y sí!”.

La consejera consideró “razonable” que las partidas asignadas a cada centro sean discutidas con los consejos de participación. Asumió “la larga lista de liceos” para hacer reformas edilicias, prometió que habrá un llamado para auxiliares de limpieza, que en 2013 se piensa crear cargos de coordinadores pedagógicos en ciclo básico. Respecto de la falta de profesores titulados dijo: “No podemos obligar a la gente a estudiar profesorado. Faltan profesores, tenemos menos profesores titulados y muchos egresados no eligen horas de clase en determinados liceos”.

En diálogo con la diaria la consejera consideró: “Creo que los planteos de los chiquilines son sensatos, son planteos que además nosotros visualizamos como problemas, tanto los de infraestructura como los del ausentismo docente, de falta de profesionalidad en algunos casos”. Evaluó que los estudiantes no tenían toda la información y reconoció cierta responsabilidad institucional: “No sabemos comunicar bien nuestras cosas. Las autoridades del consejo, como las de los propios liceos, hacemos las cosas y no siempre nos preocupamos de hacerlas públicas”.

Visita del presidente

Otra sorpresa fue la visita de José Mujica anunciada media hora antes. Cuando llegó los estudiantes estaban almorzando. Fue recibido al grito de “Pepe, Pepe” y con aplausos. Tal como el mandatario les recomendó siguieron comiendo. Comenzó hablando de la distorsión mediática, puesto que algunos medios interpretaron que él “obligaría” a utilizar uniforme en los liceos, cuando fue una propuesta del Consejo Nacional de Estudiantes: “Yo no ordené un carajo. Le puse garganta a lo que dijeron los delegados”.

Algunos estudiantes destacaron que él pedía que siguieran luchando y a la vez cuestionaron la represión a la movilización en el Liceo 70 de Montevideo. Otra alumna dijo que prefería tener los liceos limpios antes que tener computadora. El presidente sostuvo que él no creía eso y que quien “no sepa computación será un analfabeto en la era digital”. Se remontó a sus años de estudiante: “Yo fui al Vásquez Acevedo y se caían los revoques y era el único liceo que había en aquellos años. Siempre nos han pasado cosas así. Nos tenemos que juntar y tratar de ir arreglando, siempre la vamos a ir corriendo de atrás, siempre nos faltan cosas”.