La campaña -que surgió en la web- que busca la expropiación del Cine-Teatro Plaza, recientemente adquirido por la iglesia pentecostal Dios es Amor, para que siga siendo utilizado con fines culturales y artísticos, despertó un debate público que abarca varias aristas del entramado social. En el tapete estuvo tanto el rol que ocupa el capital en el diseño de la ciudad como el lugar de la religión y de la cultura en nuestra sociedad, aunque también hay quienes sostienen que ambos conceptos no deben ser contrapuestos (ver http://ladiaria.com.uy/AByI ).

Desde la sociología, Néstor da Costa, estudioso de temas vinculados a la religión, consideró en diálogo con la diaria que el debate tomó trascendencia a partir de la venta del Plaza porque como sociedad tenemos “poca tradición” de religiones volcadas al espacio público. En esta línea, señaló que en Uruguay se tiende a pensar que lo religioso habita en el espacio de lo privado y nos llama la atención cada vez que se muda hacia la esfera pública, y esto se da porque nos basamos en una matriz francesa de la 
religiosidad.

Acerca de la venta del complejo del ex cine-teatro, Da Costa opinó que nadie duda de la importancia de la conservación de cualquier espacio emblemático de la cultura nacional, pero aseguró que el tema cobró gran trascendencia debido a que la compra fue registrada por un grupo religioso brasileño. Evaluó que si la adquisición hubiera sido para la construcción de un shopping, o si la colectividad judía hubiera comprado el predio para levantar una sinagoga, el tema no hubiera tenido la misma repercusión. El académico agregó que un agravante fue que la iglesia Dios es Amor no tiene tanta tradición en el país, y que al igual que el resto de las religiones neopentecostales, no cuenta con la aceptación de la mayoría de la sociedad uruguaya, sumado a que sus prácticas son muy distintas de las de las religiones más consolidadas en el país.

En ese sentido, comentó que las religiones instaladas en cualquier sociedad forman parte del escenario de la ciudad, y puso el ejemplo de Salt Lake City, en Estados Unidos, donde cuando se habla de “la iglesia” se hace referencia a la religión mormona y no a la católica. Además, señaló que en una ciudad las religiones nuevas siempre son sospechosas a priori e incluso muchas veces son consideradas sectas. Al respecto, Da Costa tiene la percepción de que el mensaje de gran parte de la población sobre la venta del cine-teatro fue: “Esta gente es sospechosa y no vamos a permitir que se quede con el Plaza”.

Papá Estado

El sociólogo entendió que el uruguayo demanda constantemente la intervención del Estado en temas de interés social, y que en materia de religión ello va en contra de la libertad de culto. “En Uruguay tendemos a pensar que hay que invisibilizar y sacar a las religiones de lo público, se le pide al Estado que controle. La intervención es un asunto muy delicado que linda con los gobiernos totalitarios”, afirmó. Agregó que el límite de la libertad de culto deben ser los derechos fundamentales de las personas, y que mientras la religión no los viole no debe haber intervención estatal, porque es complejo fijar dónde están los límites de lo que se hace y lo que se cree, además de definir quién debe fijarlos.

Por el tamiz

Se estima que la venta del cine-teatro Plaza se ubicó entre los tres y cuatro millones de dólares. La cifra llamó mucho la atención y no pasó desapercibida entre las autoridades de la Dirección General Impositiva que días atrás declararon en diversos medios de comunicación que se llevará a cabo una investigación de los fondos manejados en la transacción y el pago de tributos. Por su parte, la Secretaría Nacional Antilavado también desarrollará acciones para controlar el manejo de dinero de las organizaciones de la sociedad civil. Carlos Díaz, responsable del organismo, explicó a la diaria que desde el punto de vista del lavado de activos hay una estrategia planteada y que en diciembre del año pasado se aprobó la conformación de una comisión que estudie a aquellas organizaciones civiles exoneradas de impuestos y sin fines de lucro. La comisión será convocada en el correr de febrero para comenzar a funcionar a la brevedad. Si bien Dios es Amor entraría en la bolsa de organizaciones a investigar, Díaz aclaró que la necesidad de controlar cuando hay concentración de dinero en una organización surgió antes de que se produjera la venta del cine y el amplio debate. Aclaró que la investigación es independiente a la libertad de culto y que no hay persecución religiosa. En cuanto al funcionamiento de la comisión, adelantó que tendrá en cuenta las diferencias existentes entre las diversas organizaciones no gubernamentales e iglesias, puesto que “no es lo mismo una organización que maneja millones de dólares que una pequeña que asiste a niños o personas carenciadas”. Resumió que el cometido de la secretaría es adecuar la normativa en materia de lavado de activos, y aseguró que la “información debe estar, quizá de manera reservada, quizá no, pero tiene que estar”.

Consultado acerca de cómo pueden prevenirse situaciones de abuso de poder y la vulnerabilidad de derechos, el académico respondió que los mecanismos deben ser los mismos que en una organización barrial u otro tipo de agrupación de la sociedad civil.

Da Costa ilustró que lo mismo que se dice hoy de estos grupos brasileños es lo que se decía de la Iglesia Católica a principios del siglo XX. En ese sentido, indicó que el mayor desafío al que se enfrenta un Estado es el de equilibrar el derecho a creer de la gente sin que se viole su libertad de conciencia. También recordó que en Uruguay no es necesario que una religión esté habilitada por una institución estatal, salvo que pretenda acceder a las exoneraciones tributarias previstas en la Constitución de la República para la adquisición de bienes. Por ese motivo definió la legislación uruguaya como “de avanzada” en comparación con la de otros países. Sobre otros modelos en el mundo, recordó que el de la separación total de la religión en la constitución de las instituciones del Estado, además de en Uruguay, solamente se da en Francia, Turquía y en algunos lugares de México.

Poco diversos

Para Da Costa, el ciudadano uruguayo considera que “la república está por encima de todo y hay que esconder lo que pasa en la intimidad”, uno de los motivos por el cual no somos una sociedad diversa. El sociólogo mencionó el modelo de políticas públicas de principios del siglo XX, orientadas hacia la uniformidad de las personas, lo que terminó siendo un “encubridor de las diferencias”.

Días atrás, el antropólogo Nicolás Guigou dijo a la diaria que las religiones neopentecostales basan su fe en la instantaneidad y que además no tienen construida una teología demasiado extensa. Sobre este tema, Da Costa opinó que este tipo de religiones surgieron a principios del siglo XX, y que por lo tanto sus prácticas son producto de esa época. En esta línea recordó que el desarrollo de los medios masivos de comunicación se dio en el siglo XX y que por lo tanto los neopentecostales no conciben a la religión sin que pueda ser visible.

El académico recordó que cuando Dios es Amor llegó a Uruguay, llamó la atención que en el frente de su sede había grandes vitrinas que ante la ausencia de cortinas dejaban ver lo que ocurría adentro. Además, estuvo de acuerdo en que estas religiones se preocupan especialmente por responder a la vida inmediata y a que “Dios te prospera aquí y ahora”, y añadió que son religiones que tienen un uso y concepción del cuerpo que no tienen otras. Otra de sus características es la ruptura; el sociólogo afirmó que a la hora de afrontar diferencias, los neopentecostales prefieren fundar una nueva iglesia antes de resolver el conflicto en la interna.