Un proyecto de producción de granos no modificados genéticamente es llevado a cabo por productores de la cooperativa Graneco y cuenta con el apoyo de la Unidad de Montevideo Rural y de la Dirección General de Desarrollo Rural. Para eso, los integrantes de esta iniciativa adquirieron semillas de maíz criollo (no transgénico) de ocho productores de distintas localidades y decidieron enviar muestras de grano para ser analizadas por investigadores de la Facultad de Química (FQ) de la Universidad de la República y así garantizar que estuvieran libres de transgénicos antes de comprarlas. El licenciado en Bioquímica Pablo Galeano fue el encargado de llevar a cabo esta tarea. Según explicó a la diaria, se analizaron ocho muestras de distintos productores y el resultado fue que la mitad, proveniente de Treinta y Tres, estaba contaminada transgénicamente. “Uno saca una muestra y en base al tamaño puede decir con cierto grado de certeza qué umbral de contaminación tiene. Se analizaron ocho muestras de 300 granos en grupos de seis. En tres de ellas todos los grupos dieron positivo [con contaminación transgénica]”, señaló. Existen dos métodos para encontrar la presencia de transgenes: detectar la proteína transgénica específica de ese tipo de maíces -fue el que se utilizó en este caso-, o analizar el ADN de las muestras, que es más caro y lleva más tiempo.

Se cree que la contaminación pudo haberse originado por la mezcla de granos de maíz criollo con granos de maíz transgénico, así como por polinización. Tres de las cuatro muestras en las que se detectó más contaminación se originaron en la misma semilla, que fue intercambiada entre los productores. “Quien dio origen a esa semilla se quedó corto, compró un maíz en una racionera y preguntó si era criollo y le dijeron que sí, lo entreveró con el otro y lo plantó. Nuestra especulación es que seguramente ese maíz era transgénico, lo que explicaría por qué está tan contaminado. En el otro caso, que está menos contaminado, como era de la zona, lo que pudo haber pasado es que se haya cruzado el cultivo por polinización. El maíz tiene flor macho y hembra, y es común que se crucen las plantas dentro del mismo cultivo y con cultivos vecinos porque el polen vuela y viaja a grandes distancias”, dijo Galeano.

La Red Nacional de Semillas Nativas y Criollas, conformada por 160 emprendimientos familiares que involucran a más de 250 productores de todo el país, denunció este hecho ante la Comisión para la Gestión del Riesgo (CGR) y el Gabinete Nacional de Bioseguridad (GNBio).

Se solicitó al CGR que “establezca las medidas que considere pertinentes a fin de que los productores que han manifestado su voluntad de mantener la identidad no transgénica de sus maíces logren este objetivo”.

La red ya había denunciado esta problemática ante estos organismos cuando una investigación realizada en 2009 por la FQ reveló un flujo de transgenes desde cultivos comerciales de maíz genéticamente modificados (GM) hacia cultivos de maíz no-GM.

Consultado por la diaria, el presidente de la CGR y subsecretario de Ganadería, Enzo Benech, dijo: “Con respecto a eso no voy a hacer declaraciones. Es un tema sensible que está siendo discutido [...]. Estamos trabajando los temas. Lo que puedo decir es lo que está dicho en el decreto 353 de 2008, ése es el marco”.

Cortar de raíz

¿Cómo afecta la contaminación transgénica a estos cultivos y a quienes lo producen? En este caso hay, según Galeano, un impacto comercial y de la capacidad de decisión de las personas que lo cosechan. “Si te decidiste a plantar maíz no transgénico y querés comercializarlo como tal, y se contamina contra tu voluntad, eso está afectando tu derecho. En este caso los productores no van a poder vender esa semilla para este proyecto y van a tener que dejar de plantar ese maíz”.

Galeano, que además integra la organización REDES-Amigos de la Tierra, destacó que si bien en Uruguay se aprueban los maíces transgénicos, a nivel científico hay mucho debate con respecto a su inocuidad. “De 200 países que hay en el mundo, sólo veintipocos plantan transgénicos e incluso en muchos mercados está prohibido comprar granos de este tipo. Acá cuando se hacen las evaluaciones de riesgo no se realiza ningún estudio toxicológico crónico a largo plazo. El Ministerio de Salud de Austria hizo un experimento a largo plazo con ratas y comprobó que estos maíces causan efectos toxicológicos crónicos. A principios de este año un grupo francés realizó un estudio, con un maíz que está aprobado en Uruguay, que reveló un proceso acelerado de envejecimiento celular, y esto hacía que se desarrollaran más fácilmente tumores y deficiencias hepáticas y renales”, explicó.

El gran problema, agregó, se daría cuando se quiera retirar los transgénicos del mercado. “Si mañana se comprueba que esta tecnología causa efectos no previstos y la querés sacar, ¿cómo hacés? Una cosa es lo que ocurre con un producto químico, que lo dejás de vender y lo retirás del mercado. Con los genes no es así: aunque dejes de vender semilla transgénica, eso prevalece en la población”, advirtió.

La solución sería, para Galeano, “tomar medidas con el tema de la distancia de los cultivos y hacer un sistema de trazabilidad; que cuando vayas a comprar algo sepas si es transgénico o no, sea grano o sea alimento. Mucho más no se puede hacer, lo otro es que no se plante transgénico”.

El GNBio es el encargado de emitir las reglamentaciones. Según el integrante de REDES, si bien se habla de coexistencia regulada, no hay una sola resolución del gabinete que tenga que ver con eso. “Por ahora, la coexistencia regulada es simplemente retórica. Habría que instrumentar la forma de que funcione. Yo creo que es bastante impracticable, sobre todo en el caso del maíz, por el tema de la polinización. Incluso habría que segregar toda la cadena productiva y comercial, tener camiones y silos para transgénicos y otros para no transgénicos. En definitiva, sin decirlo así, se ha optado por que sea todo transgénico”, concluyó.