Creo que es muy reduccionista y simplista pensar que el orden institucional y educativo se modifica únicamente por las acciones gremiales, si éstas no están sustentadas y respaldadas por los colectivos de actores que representan. Estas acciones son las que trascienden en los medios de comunicación y son las que las autoridades de la enseñanza pública reconocen como legítimas.

Hoy, en los centros de enseñanza media, en los liceos públicos, están ocurriendo debates que también tienen mucha fuerza legítima desde lo cotidiano, desde espacios de construcción pedagógicos (como los tiempos de coordinación de centro) que son acciones invisibles y que muchas veces pasan totalmente desapercibidas en los escenarios de toma de decisiones.

El debate que nos plantemos como docentes va más allá de los enfrentamientos derivados de quienes se adhieren a una medida como el paro de actividades o los que no lo hacen; es mucho más complejo. Lo que se problematiza es la resignificación de la participación docente.

“La cabeza piensa desde el lugar donde pisa” (Paulo Freire), y lo que sucede es exactamente esto, se está debatiendo la representación docente, la legitimidad de este hecho, situados en el espacio donde a cada uno de nosotros como docentes nos toca actuar, trabajar y vivir.

Existe un descenso real en la participación del número de docentes en los escenarios y espacios de debate reconocidos como legítimos (asambleas y convocatorias citadas por el gremio de profesores) y es también una realidad que las voces se escuchan diferentes según el lugar que se ocupa en una sociedad, pero esto no quiere decir que al interior de los centros educativos no exista una gran polifonía de voces que, por tener una mirada diferente u obvia no se explicitan, y la sensación que nos deja a los que estamos en esa situación es la de cooptación.

El término cooptación “expresa un sistema de integración de un cuerpo colegiado, por el cual uno o más miembros son elegidos por designación de los miembros ya en funciones y donde se refleja un estado de tensión entre la autoridad formal y el poder social. Se busca captar la adhesión, generalmente con fines políticos, valiéndose de acciones reprobables, que no pueden considerarse ilegales” (Giacomo Sani, 1981).

En nuestro caso, la autoridad formal está representada por el gremio de profesores y el poder social por el colectivo docente de todos los liceos públicos del país. La autoridad formal está sustentada por un modo de liderazgo que busca determinar la estructura de la organización: “el peso que la minoría tiene sobre los individuos de la mayoría desorganizada es irresistible frente a cada individuo de la mayoría, que se encuentra solo ante la totalidad de la minoría organizada” (Mosca, 2002).

Si bien es real que desde los gremios se subrayan las formas de participación, luego en la práctica las acciones se canalizan a través de factores subjetivos y objetivos, donde se controlan las lealtades y la potencial manipulación del colectivo docente, generando que el centro de decisiones significativas continúe en manos del grupo minoritario. La cooptación nos coloca en un terreno donde perdemos cierta autonomía en decisiones como docentes, donde no necesariamente existen vicios o manipulaciones, ya que pueden estar teñidas de lealtades hacia la significación de un gremio. Cualquiera sea el motivo, el resultado es que nos inmoviliza como actores y cuanto más reducido es el número de quien lidera, mayor es el desaliento a la participación.

Somos víctimas, pero en cierto sentido también somos funcionales y cómplices a esta situación si no intentamos resignificar el concepto de participación y representación. No es una mirada negativa ni resignada, sino todo lo contrario.

Creo que es necesario este cuestionamiento o replanteo para lograr un nuevo camino propositivo para la educación pública.

Olivia Arrospide Panero es profesora de Ciclo Básico. 6° grado Escalafón Docente, Montevideo.