“-Mire, vuestra merced -respondió Sancho-, aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que volteadas del viento hacen andar la piedra del molino”.

Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha

La empresa Río Mirador SA proyecta instalar 23 molinos de viento en un padrón ubicado en Abra del Betete, un paraje agreste de singular encanto en la Sierra de las Ánimas. Los parques eólicos se insertan en la estrategia nacional para cambiar la matriz energética hacia energías más limpias y renovables que, en un futuro, harán al país menos dependientes del petróleo. En ese sentido, tanto los parques eólicos como los solares se suelen mirar con beneplácito. Sin embargo, Bettina Amorín y Paula Di Bello forman parte de un grupo de lugareños movilizados en rechazo del proyecto (aunque aclaran que no son contrarios a las energías renovables), porque consideran que la zona se verá perjudicada. Estos vecinos se proponen agotar las vías legales para que las aspas de los molinos no giren al viento en Abra del Betete.

Revuelos

Enrique González, miembro del grupo de especialistas en murciélagos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y autor de libros sobre mamíferos y aves de Uruguay, estudió la biodiversidad de la zona y los posibles impactos del parque eólico. El especialista destaca algunos valores naturales del área, como los sapitos del género Melanophryniscus, y considera recomendable generar información sobre aves, murciélagos y calidad del agua de las microcuencas, antes de autorizar la instalación del parque. El técnico sostiene que el aumento de parques eólicos en Uruguay “supondrá una presión cada vez mayor sobre los espacios protegidos y la biodiversidad”, por lo que es importante que se “minimicen los impactos ambientales negativos”. Agrega que la zona en cuestión posee “valor paisajístico y ecoturístico reconocido por geógrafos, empresas y organizaciones civiles de carácter nacional y local, presenta hábitats adecuados y presencia potencial de especies herpetológicas de pedregales serranos” porque se registran allí dos especies de anfibios endémicos raros (Melanophryniscus orejasmirandai y M. sanmartini). González puntualiza que se encuentran en la zona “20 especies de mamíferos prioritarias para su conservación, 16 de aves, cuatro de reptiles y tres de anfibios”. Asimismo advierte que los principales efectos negativos de los parques eólicos, aunque no los únicos, ocurren sobre aves y murciélagos, y “son las colisiones, el barotrauma, las modificaciones comportamentales y demográficas que afectan a algunas especies y la degradación del hábitat”.

En los aledaños existe una incipiente industria turística cuyo sostén es la naturaleza silvestre de las sierras, en parte conservada así por la escasa densidad de población. Los vecinos pretenden defender esa riqueza ante el anuncio de una obra que afectará, según su punto de vista, la tranquilidad y fisonomía de la zona. Para ello, entre otras acciones, presentaron una carta a la Junta Departamental de Maldonado (JDM) con una lista de argumentos que explican por qué la instalación del parque eólico no es adecuada.

Abra del Betete debe su nombre, probablemente, a un cacique. Un documento anónimo de fines del siglo XVIII indica que los “famosos caciques Carapé, Beteté y otros, con sus parcialidades”, causaban daños en las estancias por aquellos tiempos. Sin embargo, poco se sabe de Betete. Tal vez sus andanzas hayan transcurrido por esas sierras donde hoy una hectárea cuesta varios miles de dólares, y su coraje haya sido el motivo por el cual el nombre lo sobrevivió y quedó asociado a los cerros de su peripecia. En cambio, lo que no está en duda es que las sierras fueron un escenario importante para algunos grupos indígenas, por lo que deberían existir vestigios de esas actividades en la zona.

Antiguos viajeros, entre ellos Charles Darwin e investigadores de distintas épocas, testimoniaron que los indígenas enterraban a sus muertos en la Sierra de las Ánimas. Diversas referencias bibliográficas señalan la existencia de cientos de amontonamientos de piedras hechos por los habitantes más remotos de esas sierras. Pero no hay excavaciones arqueológicas que corroboren y amplíen la información.

En el Diccionario geográfico del Uruguay, del erudito Orestes Araújo, publicado en 1900, se describe el entorno como un lugar casi paradisíaco de “torrentes de cristalinas aguas” que descienden desde las cumbres. Un sitio de “límpidos estanques o lagunas pequeñas que incitan a beber de ellas al caminante menos sediento que se sienta a descansar sobre la roca cercana, bajo el ramaje siempre verde de los árboles”. Araújo, quien recoge en muchos casos relatos orales, rescata versiones que hablan de la cumbre del Betete como un “cementerio” de las “tribus charrúas que habitaron en sus inmediaciones”.

Ante estos datos y otros aportados por paisajistas y biólogos, una vez más se plantea la tensión entre la idea de progreso vinculada a las transformaciones tecnológicas y la preservación de lo que se respeta por su singularidad, diversidad de vida y valor simbólico o patrimonial. Es un conflicto de difícil resolución, en el que también inciden los intereses económicos de empresas privadas y del propio Estado, como ocurre en este caso.

Otra cosa

Un parque eólico modifica en forma contundente el paisaje (alcanza con recorrer la ruta 39 o algunos de los sinuosos caminos de la Ruta del Olivo para contemplar las imponentes figuras de los molinos en la cresta de la Sierra de los Caracoles). Pero también es cierto que otras actividades humanas han transformado las sierras, como las agrícola-ganaderas o la forestación, del mismo modo que el peregrinaje turístico hacia los Pozos Azules (en la misma zona) dejó grandes cantidades de basura.

Para respaldar su posición, los vecinos de Abra del Betete han acopiado diversos documentos. Uno de ellos es el decreto 3.867, del 10 de abril de 2010, de la JDM. En él, con un lenguaje algo confuso, se señala a Sierra de las Ánimas entre los sitios cuyo paisaje debe ser protegido. Allí se expresa que en tanto no se aprueben “instrumentos específicos de ordenamiento territorial” algunas zonas (entre las que se encuentra la Sierra) “quedan sujetas a las estrategias generales de manejo que con carácter cautelar y por cinco años se establecen…”. Agrega que se deberá “preservar la vegetación nativa [autóctona] y para todo nuevo emprendimiento se deberá considerar la incidencia del impacto que produzca sobre el aspecto paisajístico, las nacientes de agua o la biodiversidad”.

No obstante, el decreto parece no incidir en las decisiones de quien lo ideó, es decir, la propia JDM, dado que el 13 de agosto, en sesión ordinaria, con los votos negativos del Partido Nacional, se dio el visto bueno al parque eólico que se instalará en el padrón Nº 30.647, en un área aproximada de 547 hectáreas.

El resumen del informe ambiental que la empresa presentó a la Dirección Nacional de Medio Ambiente (Dinama) en 2013 aporta información detallada acerca de la obra. En él se señala que la vivienda más cercana al parque eólico se encuentra a 400 metros (aunque se trata de una casa “muy precaria en condiciones de abandono”) y que los “aerogeneradores” serán poco visibles desde las rutas 9 y 60, las vías más transitadas de la zona. El proyecto prevé que unas 40 personas trabajen durante 200 días por año y que, además de los movimientos de tierra para el trazado de los caminos, se usen explosivos en una de las fases constructivas. “La operación y uso de explosivos para las canalizaciones fundaciones [sic] generará una emisión de ruido. Se estima un tiempo de uso de explosivos de 30 días”. Asume que habrá muertes de aves por “colisión y/o turbulencia y/o desplazamientos y cambios comportamentales”, principalmente de aves rapaces, disminución de anfibios endémicos de la zona, aumento de la “turbidez” del agua y “cambios fisicoquímicos” en las “cañadas serranas durante la etapa de construcción, con posible afectación de la reproducción y sobrevida de peces y anfibios”. Como contrapartida, el proyecto sostiene que se incorporan medidas para mitigar éstos y otros impactos.

En cuanto a la riqueza arqueológica, explica que hasta el presente no existen investigaciones que ayuden a interpretar el sentido de los amontonamientos de piedras. “Se sostienen varias versiones -dicen los técnicos contratados por Río Mirador- sobre la función de dichos amontonamientos y corralitos de piedra, entre las cuales se figura la función de tumbas o de señalamientos conmemorativos por los indígenas que ocuparon la zona”.

Asimismo, el informe nombra al menos 43 tipos de aves diferentes y ocho de mamíferos de la región. Diversos estudios aluden a la diversidad biológica de la Sierra de las Ánimas, entre ellos uno de 2012 elaborado por convenio entre el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca y la Sociedad Zoológica del Uruguay, que identifica a la Sierra como sitio de “alta prioridad para la conservación de la biodiversidad en Uruguay”.

Todavía faltan instancias legales para la aprobación del proyecto; el estudio de impacto ambiental deberá cumplir todos los pasos en la Dinama y la Comisión del Patrimonio. Para los vecinos queda también la posibilidad del reclamo por vía jurídica. Imposible no evocar, a raíz de este episodio, el combate de Don Quijote contra los molinos de viento, aunque ambas batallas no se parezcan ni en su esencia ni en sus resultados.