Estas proyecciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) son las primeras en constatar los efectos en el mercado de trabajo del enlentecimiento de la actividad de las economías. En el documento Coyuntura laboral de América Latina y el Caribe se indica que “el primer semestre de 2013 no ha sido un período fácil para América Latina”. Se refiere a las consecuencias del bajo dinamismo de la economía mundial -que afectó las exportaciones de la región-, la mayor volatilidad de mercados financieros y el debilitamiento de la demanda interna de los países de la región. En esos primeros seis meses, fue visible la desaceleración económica en la región -en promedio creció 2,5% respecto del mismo período de 2012, cuando venía de hacerlo a tasas de 5,6%, 4,3% y 3% en 2010, 2011 y 2012- y ese menor crecimiento económico se tradujo en una menor demanda laboral. Específicamente, esto se expresó en una menor generación de empleo asalariado: mientras que en 2012 éste creció 3,1%, para el primer semestre de 2013 se estima que la expansión será sólo de 1,6%. Sin embargo, el menor dinamismo en la generación de empleo no significó aumento del desempleo, dado que en los primeros seis meses de 2013 se revirtió la tendencia a crecer que tenía la participación laboral.

Uno de los aspectos que destaca el informe es que se mantuvo la tendencia decreciente del 
desempleo iniciada en 2004, aunque las bajas registradas fueron muy modestas. Para los diez países con información disponible, la tasa de desempleo urbano pasó en promedio de 6,7% en el primer semestre de 2012 a 6,6% en igual período de 2013. En Argentina, Jamaica, México y Uruguay se registró un aumento, aunque -con la excepción de Jamaica- los incrementos fueron moderados, de menos de medio punto 
porcentual.

Los salarios reales continuaron creciendo en la mayoría de los países durante la primera mitad del año, aunque lo hicieron a tasas más modestas que en el promedio de 2012. Si se mira el promedio simple y la mediana de los salarios nominales, se observa un crecimiento similar al del promedio de 2012, pero la aceleración de la inflación que se registró en varios países -entre los que se encuentra Uruguay-, frenó el crecimiento real de los ingresos laborales.

Como consecuencia de la menor generación de empleo y los aumentos más acotados de los salarios reales, tanto la masa salarial como el poder de compra de los hogares crecieron menos que en 2013, lo que se reflejó en una desaceleración del crecimiento del consumo privado, algo que, unido a una menor demanda externa de productos de la región, puede cerrar el círculo vicioso del menor crecimiento.