-En sus libros habla de la sociedad del espectáculo. ¿Cómo se compone?

-La sociedad del espectáculo es un concepto que comienza a surgir en el siglo XX con la aparición de las industrias mediáticas culturales. Ya Theodor Adorno lo anunciaba en los años 40, Guy Debord en el 67 y ahora lo refrita Vargas Llosa con muy poca originalidad, cuando habla de la civilización del espectáculo. Se trata de la decadencia de la cultura letrada ilustrada de la modernidad y el nacimiento de una cultura alrededor de los medios de comunicación y de las culturas mundializadas cuya hegemonía corresponde a Estados Unidos. El resultado de eso, como diría Frédéric Martel en su libro Cultura mainstream, es que ahora somos hijos de dos culturas: de la gringa -hecha en Hollywood para el cine, en Nueva York para las músicas y el arte, en Miami para el mundo musical latino- y de la local. Uno es uruguayo y de la cultura norteamericana. Y la marca de esta cultura es el placer, el goce que da el entretenimiento, definido como la producción de cultura emocional, no del reír. Lo que está pasando es que el siglo XXI comienza con el dominio de estas culturas además de la total debilidad de las culturas escriturales y letradas, con fenómenos como internet, las series de televisión, el fútbol, que demuestran que esta cultura no es tan tonta como parece, sino que es muy productiva. Si ése es el mundo que nos tocó en herencia, más que lamentarlo, lo que la academia tiene que hacer es preocuparse por comprender lo que pasa por ahí, qué significados, qué prácticas, qué experiencias, qué maneras de sentir y de significar pasan por las culturas del espectáculo y del entretenimiento, y por qué generan tanta emoción colectiva. Las culturas del espectáculo hoy son las culturas populares que habitamos mundializadamente.

-¿Hay un rechazo de cierta parte de la academia hacia ese tipo de culturas?

-La academia es hija de la sociedad moderna ilustrada escritural, es el culto a la letra escrita, al libro, al concepto, a la teoría, y cuando aparecen los bárbaros entra en pánico. El problema para los intelectuales es cómo adecuarse a ese mundo sin perderse, porque la idea tampoco es que todos se vuelvan faranduleros y entretenidos, sino cómo hacer sentido de esa cultura que nos tocó en herencia. Lo que hacen las universidades es retraerse y decir que eso no sirve para nada, que ahí no hay valores, como dice Vargas Llosa, no hay pensamiento, no hay absolutamente nada. Es un mundo nefasto para los académicos, pero lo más nefasto es que los académicos decidan no entenderlo, porque si no lo comprendemos hemos perdido la conexión con los estudiantes y el contexto. Por quedarnos en las iglesias de la ilustración y de lo escritural estamos perdiendo la conexión con estas generaciones que son más oral-visuales, en el sentido de que participan de culturas orales pero de carácter visual y conectivas, y ya más que vivir las obras como se vivían en la ilustración o la modernidad escritural, lo que gusta es la experiencia de significado de vida cotidiana en la cual puedan encontrarse.

-En su obra también habla de culturas mediáticas. ¿Qué es lo que hace a una cultura mediática más afín con una sociedad?

-Estamos viviendo la llegada de internet, del celular, de las redes sociales, de la sociedad del entretenimiento, y todos estos elementos construyen un nuevo ecosistema mediático. Sus llegadas son como meteoritos que cayeron en el mundo y hacen que todos los medios se transformen. Eso es lo que pasó con los dinosaurios, tuvieron que transformarse hasta que quedaron en pájaros. En este momento el dinosaurio que tiene más golpes es todo lo letrado, el libro y la prensa escrita. Son soportes que no van a desaparecer pero deben transformarse. El libro ha logrado transformarse en libros electrónicos, la prensa está transformándose en producto para ipods y tabletas, y todavía sobreviven con mucha dignidad porque siguen teniendo mucha incidencia en la construcción de agendas políticas y de poder, que también son jurásicas. Una transformación social no se puede hacer por internet, porque las instituciones democráticas siguen siendo clasiquísimas. Entonces, por más que haya redes sociales o meetings por celular, la asamblea, el presidente, el sistema judicial lo miran a usted como con chiste.

El libro y la prensa van a sostenerse mientras las esferas de poder y las institucionalidades democráticas se mantengan en esos términos de sentido. La radio ha sobrevivido bastante bien porque nadie le pone cuidado, como es cultura popular oral la dejan a su propio ritmo. A la televisión no le importa mucho lo que está pasando porque nadie le está peleando su lugar en la sociedad. Está demostrado que la gente está yendo a internet a ver lo mismo que ve en televisión. El único que le pelea el lugar a la televisión es el celular, porque también es oral. Todos los medios van a sobrevivir, pero van a tener formas distintas, unos van a ser los animales más poderosos, probablemente internet se vuelva el animal más fuerte, aunque yo creo que va a ser el celular. En este momento hay más celulares que televisores, es el único medio que la superó. Por más que ha intentado, internet no conecta a más de 30% o 40% y le cuesta. Los usos de internet siguen siendo por entretenimiento y no por educación, como todo el mundo cree. El hecho de que la gente quiera ser activista productiva en las redes no es tampoco tan cierto. La gente no está produciendo tanto, sigue consumiendo y linkeando y mandando mensajes con eso.

-¿Qué les dice a quienes critican que el entretenimiento necesariamente tenga que estar ligado a la televisión y defienden su función cultural o 
educativa?

-Están en su derecho, pero todos queremos educar a alguien porque nos sentimos superiores a la masa, eso es un deseo natural de superioridad moral. Hay que quitarle el criterio moral de decir: yo estoy en capacidad de educar a otros y ellos deben aprender lo que yo sé; eso es moralismo. Lo puedes poner por el lado religioso y decir que hay que creer en Dios y por eso yo te educo, o en nombre de la modernidad y decir que es mejor trabajar institucionalidades democráticas. Deberían entender que la educación y la formación del sujeto se hace mediante historias y cultura emocional, no mediante conceptos. El entretenimiento es eso, es el placer de conocer, de experimentar, de contar, de gozarse a uno mismo. Me parece terrible que uno les niegue a otros un goce en nombre de que el goce de uno es superior. Si una persona goza con una telenovela o con cumbia villera es un placer que hay que estudiar igual que al que goza escuchando ópera. Son placeres que pasan por una experiencia sentimental, entonces lo que habría que hacer es ampliar el rango de experiencia y cultura sentimental de la gente. Yo no puedo hacer que una persona que ha venido disfrutando Tinelli pase al otro día a comprender a Godard. Es un proceso de diálogo y no de imposición moral.

-¿Qué pasa con la política y el discurso político ante estos cambios?

-Los políticos han sido los que mejor comprendieron de qué va la sociedad actual, mientras las universidades seguimos refugiadas en lo escritural moderno, que está bien, ésa es nuestra religión; mientras los curas siguen reunidos en torno a su fe en Dios, los políticos han sabido entender que ganar en política es meterle pueblo a la democracia. Para eso deben cambiar de ser políticos de teoría política, de programa, de argumentación, de partido, a convertirse en entretenedores, héroes melodramáticos y telepresidentes. Lo han entendido tan bien que mientras a los telepresidentes les va muy bien en el rating, a los medios y a la academia les está yendo muy mal. Si uno mira a Cristina [Fernández], a [Hugo] Chávez, a [Álvaro] Uribe, a Lula [da Silva], a [Rafael] Correa, a Evo [Morales], son presidentes que saben usar el saber popular por medio del espectáculo, del entretenimiento y del melodrama. A partir del amor se convierten en los héroes salvadores de un pueblo equivocado, y lo dicen. La última frase que mandó Chávez fue “pueblo venezolano, en nombre de Dios yo los amo”. Dios, amor y basta con ese tipo de cosas, la promesa es de amor infinito por un pueblo equivocado. Son héroes de melodrama que se explican desde ahí muy claramente. La tesis del melodrama es: mujer u hombre puro salva a mujer u hombre equivocado. Chávez, Uribe y Cristina salvan a pueblos equivocados que se han enamorado de políticos corruptos, imperialistas, neoliberales. Además ellos saben que no están para gobernar sino para entretener, entonces son divertidísimos, regañan a los ricos en público, les toman lecciones a los ministros delante de la gente, vuelven al pueblo ideólogo, hablan como el pueblo, se visten, bailan como él. Lo que junta melodrama con entretenimiento es la religión, y por eso su ideólogo máximo es Dios. Dios los mandó a este mundo con una misión especial y para eso usan los medios de comunicación. Y les está yendo muy mal a los periodistas porque los periodistas buenos son indeseables tanto para los gobiernos como para los medios. Hoy los buenos periodistas publican libros, escriben blogs y buscan alternativas más globalizadas porque no tienen lugar ni en el poder ni en el contrapoder.

-¿Muchos gobernantes encuentran una trinchera en los medios públicos?

-A nombre de que hay una batalla histórica por el relato de la hegemonía política entre medios privados y gobiernos, los medios públicos aparecen otra vez en escena como la moda en América Latina. Pierden su neutralidad y uno se da cuenta de que no son medios públicos sino gubernamentales, o sea que están en lucha por el relato, porque dicen: mi verdad sí es buena y la de usted no lo es. Me parece bueno porque después de 50 años de estar defendiendo que queríamos medios públicos independientes y autónomos que nunca existieron, asumimos que no existen. Esto nos permite exigirles coherencia con el proyecto de plan de gobierno. Usted, gobierno, dice que está apostando a un Uruguay más inteligente, entonces tenga medios públicos más inteligentes. Pero además, eso que es tan bueno para gobernar y para hacer política que es el pueblo, que es el ideólogo fundamental: dicen que el pueblo sabe más que el FMI, más que el gobierno de Estados Unidos. Pero cuando llega a los medios de comunicación se les sale el clasismo ilustrado que llevan los ideólogos de los gobiernos y quieren ilustrarlo. Entonces no hacen medios públicos gubernamentales populares sino de elite, para subirle el gusto a la gente. La gente les sirve para gobernar, para hacer discursos, para contar la historia, para imaginar soluciones, pero no les sirve para ver televisión, oír radio o leer prensa, y la quieren ilustrar. Es una contradicción rarísima, porque si el pueblo es tan bueno, ¿por qué lo quieren educar? Ahí es donde fracasan estos medios, porque se vuelven ideologizantes, educativos en los proyectos políticos, y la gente huye, no está dispuesta a que la eduquen y la ideologicen. Los gobiernos, cada vez más, tienen medios públicos gubernamentales que gastan más dinero pero llegan a menos audiencia porque lo popular se lo estamos dejando a los medios privados.

-¿Cuánto inciden los medios en la sensación de inseguridad pública?

-Hoy la política se puede explicar más desde la teoría del melodrama que desde la teoría política. El melodrama está basado en miedos ancestrales, los que tenemos los humanos, y por eso creemos en Dios y ese tipo de cosas, entonces es más fácil gobernar y hacer política con miedos ancestrales que con realidades verdaderas. Si prometo empleo pleno, ningún habitante de la Tierra me va a creer, si prometo educación tampoco, en cambio sí me van a creer que hay unos miedos de los que yo te puedo defender mejor que el otro candidato, y esos miedos son mi soporte de poder. El miedo a la inseguridad, a que te maten, el miedo a que pierdas tu empleo o a que no recibas subsidios directos o a que te mueras de hambre, y el miedo al terror extranjero, a Argentina, a Chile, de eso yo te defiendo. Hacer política con eso es muy fácil. Un papá fuerte y peleador me defiende más que un papá conciliador democrático, obvio. Lo peor del cuento es que los medios se prestan para este juego y la inseguridad se vuelve el productor de miedos porque en los medios también vende, porque al producir miedos la gente compra más o ve más, les sirve a los políticos de derecha y a los autoritarios, y además sirve para mover la economía. Cada día tenemos más seguros contra robos, más vigilantes, generamos más empleo. Estamos creando un elemento incontrolable que nunca se va poder devolver, una vez que comprás una alarma no la puedes devolver, al seguro no lo puedes cancelar. Una vez que entra el miedo en tu corazón, y aquí en el sur tienen un ejemplo clarísimo: ¿en qué consistía la dictadura? En meter el miedo dentro del sujeto, que no salga a la calle, que no viva con otro, que no disfrute la vida. Entonces el miedo te vuelve inseguro, falto de autonomía, y por eso votas por quien controle eso. El error de los medios es que han caído como moscas en lo que les han planteado los poderes políticos, y es terrible. Los buenos medios deberían dedicarse a informar de verdad y ya. En Venezuela, Chávez desaparece y todos los periodistas siguen hablando de él, deberían decir: no hablemos más de Chávez, hablemos del gobierno, pero no. Los medios en Argentina tienen 32 páginas hablando de Cristina; desmovilícense de eso, déjenle a Chávez una página y en el resto dedíquense a hacer periodismo de verdad, que denuncie, que comprenda, que lleve a entender eso. Cuando hacen crónicas de inseguridad, que sean respetuosos y que hagan contexto. Inseguridad no es contar un muerto, es asumir que un muerto es la peor tragedia que pasa en un país cuando de pronto en cifras no es significativo y hay temas más fundamentales. Si no se replantea el papel de los medios desde los medios mismos, están sirviendo para los miedos, para estos políticos de entretenimiento y melodrama, y para que la sociedad esté más divertida pero menos democrática. Los medios tienen que transformarse, pero no quieren hacerlo porque lo que quieren es el negocio.

-¿Qué lugar tienen los niños y adolescentes en los medios?

-El tema de los jóvenes está perdido para tele y para todo. Los jóvenes no han encontrado lugar televisivo, uno de los últimos inventos ha sido MTV, que decidió que el joven es videoclip, pero ya huyó por Youtube. Hay pequeñas novelas de Disney y algunas cosas, pero no ha sido posible contarlo. Llega un punto en el que los jóvenes desaparecen de la televisión, es como que uno la mira hasta los 15 años y vuelve como a los 40, hay un espacio de la vida en que uno no ve televisión o ve nichos. Como joven no me preocuparía, a excepción de la sección de los noticieros, en que el joven es un criminal, un villero, un sicario. En el caso de los niños, están formados solamente por los canales norteamericanos infantiles, y está muy bien hecho. El niño sabe pasar de Baby TV al otro canal y va subiendo, y tiene los mismos siete canales que hay en toda América Latina y desde ahí se está formando a los niños. Además, es grave que a nombre de los niños se están creando todas las censuras posibles en el mundo. Hay unos adultos que viven en la niñología. Por los niños hay que controlar el sexo, las páginas de internet, y son el censor número uno de la sociedad contemporánea. Hay adultos que no tienen capacidad de incidencia en el mundo y por intermedio de los niños quieren imponer sus valores como norma social. Si hay gente inteligente son los niños, que no ven temáticas ni ven valores como los adultos, sino que ven narrativas. Ellos son genios narrativos y los adultos los queremos volver genios morales y de contenido. El discurso en nombre de los niños es el discurso más de derecha que uno pueda encontrar.

-¿Cómo analiza los procesos regulatorios de medios que se están dando en varios países de la región?

-Hay que hacer nuevas legislaciones en América Latina. Las que existían no servían para mirar el momento actual, eran preinternet, celular y televisión digital. No es una alternativa para ningún país no crearlas. Muchas se están haciendo no tan bien porque se sigue regulando medio por medio, y hoy en día debería regularse todo el sistema, porque ya no sabemos por dónde van a salir las imágenes y el sonido. Se regula tradicionalmente para las televisiones nacionales pero no para la televisión por cable, que es la que está creando muchos problemas. Time Warner es el dueño de 20 canales que llegan igual a todos los países, sin ninguna protección para la identidad local. Brasil, por lo menos, hizo que 10% de esos canales sean producidos en el país. Son necesarias, no me gusta que no regulen todo el sistema de medios y creo que de cada país hay cosas interesantes para aprender. De Argentina, haber reservado 33% para los medios comunitarios, evitar los monopolios y las propiedades cruzadas entre bancos y medios de comunicación, la creación de impuestos a los medios privados para financiar a los medios públicos y comunitarios. No me parece interesante cuando, como en Venezuela y Ecuador, se meten a controlar contenidos, creo que ésa no es misión de nadie, por inteligente que sea. Yo no creo que nadie tenga el saber moral para controlar qué contenidos son buenos, ése es un problema religioso. Me parece que, como en el caso argentino, puede ser interesante, más que controlar contenidos, fomentar producción. Lo que pasa es que controlar contenidos es barato, fomentar contenidos es caro. En Uruguay van muy bien, pero van ley por ley; es un problema porque lo que se puede ganar en una ley se puede perder en la siguiente. Toda ley debería respetar la libertad de expresión al máximo y fomentar la producción al máximo; las dos cosas en simultáneo. Lo curioso es que las leyes de medios generan conflictos en los países que se meten a tocar el poder de los medios; en los lugares en donde a los medios se los trata súper decente y se les deja la ganancia nadie protesta, no hay ningún escándalo, porque no se toca la propiedad. Los medios privados dicen: eso sí es respeto a la libertad de expresión, cuando a mi negocio me lo dejan quieto, y cuando les proponen controles les parece que eso va contra la libertad de expresión, y en esos casos hay un doble discurso.

-¿Existen grandes diferencias entre las narratividades de izquierda y las de derecha?

-Llegadas al punto de comunicación, la derecha y la izquierda se parecen bastante; más bien son iguales. Desconfían del otro, del entretenimiento, del gusto popular, y quieren ilustrar, en un caso por religión y en el otro por ideología. Son muy cerrados a la diversidad de pensamiento, son muy impositivos y son muy poco respetuosos con las estéticas y narrativas de la gente. Son dos formas de evangelizar.