Hemos leído atentamente la columna publicada el 3 de julio, bajo el título “Sobre campamentos, deporte y juventud”.

Sería largo reflexionar sobre todo el contenido, dada la abigarrada sucesión de conceptos y silogismos presentes, algunos de ellos sin presentar una fundamentación consistente. Varios compartibles. Por ejemplo: “el deporte no es, a priori, bueno o malo” o la preocupación por algunas actividades en las que se exacerba el “endurecerse”, propias de la preparación de ciertos cuerpos militares de elite. Es que con los campamentos pasa lo mismo que con el deporte. Pueden ser extraordinariamente educativos o absolutamente inconvenientes.

Nuestro país tiene larga tradición en esto. Ya en la década del 70, el profesor Felipe Vidal realizaba excelentes campamentos con los nadadores de Remeros Paysandú, donde los niños y jóvenes reforzaban distintos aspectos de su relacionamiento social, robustecían la cooperación grupal, incentivaban su integración, en un deporte que se caracteriza por la falta de comunicación entre sus participantes.

Pero también algunos compatriotas, muy noveleros ellos, copiaron la desastrosa experiencia del “Campamento de alambre de acero”, realizado en 2003 para la selección de rugby de Sudáfrica, a cargo de instructores de la Policía que, por haber presentado una alta cuota de sadismo (torturas, vejámenes, malos tratos, etcétera), fue duramente repudiada.

Como en muchos otros órdenes, la cosa no está en el instrumento, sino en cómo usarlo. Sin embargo, hemos leído algunos tramos que nos llamaron la atención.

Dicen los autores: “Lo que la historia mostró, especialmente la del siglo pasado, es que una sociedad que le rinde culto al organismo le abre la puerta al germen del totalitarismo, pues tal paradigma implica una renuncia a la política”.

Como se está hablando de deporte, se supone que los colegas se refieren a aquellos que logran rendimientos corporales sobresalientes. Y que eso le implica una “renuncia a la política”. Esto es totalmente falso. La historia para nada “mostró” lo que se afirma. Podríamos tomar miles de ejemplos. Pero ya que estamos en la natación, veamos algunos casos de técnicos, campeones nacionales y representantes de nuestro país, que se supone que llegaron a tener organismos superlativos, y verifiquemos si renunciaron a la política: Jorge Dabo (nadador y entrenador de natación; falleció prisionero en el Penal de Libertad); Daniel Daners (waterpolista y entrenador; actual director nacional de Deporte por el Frente Amplio [FA]), entre otros. Pero también se dio en sus contrarios: Gustavo Nicolich (nadador; decano interventor de la Facultad de Arquitectura en la dictadura). Y podríamos seguir repasando cada una de las disciplinas deportivas con el mismo resultado. Es claro que ninguno de ellos renunció a la política. Más bien todo lo contrario.

Hay un tercer tramo que sorprende aun más. Dice así: “Tampoco se trata de juzgar voluntades individuales, sino de reflexionar sobre un tema en el cual predomina el más rancio sentido común y una tradición político-partidaria que sistemáticamente le da la espalda a la educación física y al deporte como elementos dignos del debate y la reflexión, más allá de los clichés del tipo “el deporte es salud” o la “universalización de la educación física escolar”.

Sobre la “tradición político-partidaria”, algunos datos que bien vale la pena conocer. En 1918 el presidente José Batlle y Ordóñez integró por dos años la Comisión Nacional de Educación Física. De frente y no de espaldas. En 1930 el Partido Comunista del Uruguay desarrolló una liga partidaria llamada Federación Roja que agrupaba a los clubes que pretendían tener un deporte “no burgués”. De frente y no de espaldas. En 1947 el luego dirigente máximo del Partido Socialista, Vivian Trías, propuso que el Club ILDU de Las Piedras, del que fuera fundador y directivo, pasara a llamarse Club Atlético Juventud Socialista. De frente y no de espaldas.

Desde la década del 60 del siglo pasado, los partidos Socialista y Comunista han mantenido organismos específicos para estudiar, reflexionar y proponer sobre la educación física y el deporte (núcleos y agrupaciones, respectivamente). Esto se fortaleció a partir de la creación del FA en 1971, en el que, y desde entonces, funciona un organismo permanente de programa (hoy llamado Unidad Temática de Deporte de la Comisión Nacional de Programa) que se reúne semanalmente. Pero también en otras tiendas esto es así: en el Partido Colorado acaba de ser designado secretario de Deportes el doctor Pablo Ferrari.

En cuanto a los clichés del tipo “el deporte es salud” o la “universalización de la educación física escolar” nos parece que denominar despectivamente a una comprobación científica hoy indiscutible (aunque existan algunas prácticas deportivas que produzcan enfermedades) es un disparate.

Que 400.000 niños de las escuelas urbanas y rurales accedan sistemática y democráticamente a la educación física gracias a la universalización de la educación física escolar, y que ya 70.000 de ellos hayan concurrido a los campamentos educativos, como nunca había pasado, no se trata de un cliché.