Faltaba una hora para la comunicación, pero ya todos estaban prontos. Maestras, niños y padres del Colegio Uruguá de El Pinar, así como radioaficionados, se venían preparando desde hacía un año y medio para contactarse con la Estación Espacial Internacional (EEI). En ese tiempo, los jóvenes aprendieron sobre astronomía y tecnología, y comenzaron a seguir la vida del italiano Luca Parmitano, astronauta radioaficionado que surca el cielo respondiéndoles preguntas a niños de todo el mundo.

Verne, no lo soñaste

Para dar una vuelta completa al planeta, la EEI tarda sólo 92 minutos. Además de ser una estación espacial tripulada, funciona como un laboratorio en órbita terrestre. Se administra mediante la cooperación internacional de Estados Unidos, Rusia, Japón, Canadá, Europa y Brasil. En 2000 se envió la primera expedición humana y desde ese momento siempre ha tenido presencia permanente. El astronauta Luca Parmitano, de la Agencia Espacial Europea (ESA), vive en el espacio desde el 28 de mayo y forma parte de la misión Volare, la quinta expedición de larga duración de la ESA, ya que el astronauta deberá permanecer allí durante cinco meses. Se prevé que la EEI siga su funcionamiento hasta 2020.

El sábado, el viaje espacial comenzaba en la entrada del Country Club de El Pinar, lugar elegido para llevar adelante el contacto. Varias maquetas, dibujos y cohetes hechos con botellas daban la bienvenida. Llamaba la atención una enorme nave espacial plateada, de cartón, que en su interior tenía habitaciones como cualquier casa y hasta una guitarra. Seguramente se trataba del instrumento musical con el cual el comandante Chris Hadfield grabó el video del tema “Space Oddity”, de David Bowie, interpretación que al igual que la EEI, también dio la vuelta al mundo pero a través de Youtube.

“Nos preparamos desde todos los ámbitos, desde la música, la literatura, la plástica, la Educación Física”, comentó a la diaria la maestra de cuarto año Sandra de Souza. El contacto radioespacial debía ser acompañado por la incorporación de la astronomía y la tecnología a todas las áreas del centro educativo. Éste era uno de los requisitos de Radioaficionado Amateur en la Estación Espacial Internacional (ARISS, por su sigla en inglés), organización que lleva adelante la iniciativa. Todo comenzó cuando en 2011, Daniel Perrota, un radioaficionado uruguayo, encontró el programa de contactos radioespaciales en internet. Enseguida recibió el apoyo del Radio Club Uruguayo (RCU) y comenzó a hacer las gestiones para obtener los contactos, ya que “no a todos los países se los dan”. Si bien Perrota comentó que Uruguay no forma parte del gasto que realiza la EEI, por “camaradería” los contactos fueron cedidos por la estación CETRA Argentina y ARISS Italia. De esta manera, Perrota se comunicó con el periodista José María Poy y ambos concretaron el proyecto. La idea inicial era que participaran varias escuelas, pero luego “fueron desertando” y sólo quedaron el colegio Uruguá y la Scuola Italiana (que tuvo su contacto ayer), comentó el presidente del RCU, Carlos Rodríguez. Los estudiantes prepararon 20 preguntas en italiano para realizarlas en diez minutos, tiempo en el que la EEI pasa por la zona de Argentina y Uruguay. En ese lapso también debía quedar tiempo para las respuestas. Los niños fueron elegidos por sorteo entre las clases de cuarto, quinto y sexto; no obstante, De Souza aseguró que se trató de que todos fueran “protagonistas”.

Volare

Thiago, Mael, Juana y Luciana están en tercero y Marcos está en cuarto. En la previa, comentaron a la diaria que les interesó saber cómo vivía la gente en la estación espacial. “Me lo imagino con traje azul”, expresó uno de los niños con respecto a Parmitano. No obstante, si de futuro se trata, los varones prefieren dedicarse al fútbol que ser astronauta o trabajar en asuntos espaciales. “Si te agarra un agujero negro no podés salir”, sentenció uno de los niños. Aunque saben que a Parmitano no le pasó esto, les parece que su profesión es peligrosa, ya que días atrás, durante una caminata espacial, se le llenó el casco de agua y hubo riesgo de ahogamiento. De Souza comentó que los niños siguen todo el tiempo la vida del astronauta, por lo cual este hecho generó “mucha ansiedad”. Tampoco les convence tener que estar tres meses alejados de su familia y amigos, aunque reconocen que sería muy divertido poder volar en el espacio. Félix, de 11 años, era uno de los encargados de preguntarle a Parmitano, y lo que más le interesó fue “hablarle en vivo a un astronauta”. Admitió que un “poco de nervios” tenía, aunque estaba “muy emocionado”. Algo similar sentían Jean Luca, Jerónimo, Thiago y Santiago, todos de diez años. Para ellos una de las cosas más interesantes de la astronomía es indagar sobre el origen de los planetas, y al igual que a sus compañeros, les gustaría ir al espacio para ver la Tierra desde lejos. Algo que les preocupa a casi todos es la comida: “La maestra nos contó una vez que Parmitano había dicho que el agua tenía un gusto medio raro”.

Ascoltare

“Les pido silencio, porque si se pierde la llamada de la NASA, no podemos hacer el contacto”, alertó Perrota cuando aún faltaba cerca de una hora para que la nave llegara a estas latitudes. En una pantalla se podía ver a Luis Funes, que desde la estación ubicada en San Luis (Argentina) era el encargado de realizar el enlace con la EEI. “Desde acá se puede hacer, pero la ARISS sólo elige las estaciones que cumplen con determinados requisitos, hay que tener doble fuente de energía por si llega a fallar algún equipo”, explicó Perrota.

En la otra pantalla había fotos de la nave, de sus tripulantes y datos de la iniciativa. Mientras se esperaba la llamada de larga distancia comenzó a cantar el coro de abuelos de la zona, que tuvo que retirarse en la primera canción porque se venía la tan esperada comunicación. La estación, que se encuentra en órbita con la Tierra, se mueve a 27.000 kilómetros por hora, así que 35 minutos antes del contacto estaba pasando por Japón. Desde ese momento, se pudo ver cómo la nave atravesaba el océano Pacífico por una de las pantallas. El momento estaba cada vez más cerca. “Cuando esté sobre nuestras cabezas va a estar a 400 kilómetros de distancia”, aseguró Perrota. Pensar que 420 toneladas pasan por encima de nosotros da un poquito de miedo.

Cuando la EEI pasaba por la costa oeste de Estados Unidos comenzó la prueba de audio con la estación argentina. Sofía, de diez años, iniciaría la tanda de preguntas y después seguirían Félix y 18 niños más, por eso era fundamental hablar rápido, pero también claro y fuerte, porque el ruido se colaba en la transmisión y la acústica del lugar no era buena, por lo que había eco.

Las preguntas habían pasado por varios filtros. La última palabra la tenían la ARISS y el RCU, ya que se descartaron las que tenían respuesta muy larga o compleja para hacer rendir más el tiempo. Entre las preguntas estaban qué lo motivó a ser astronauta; qué requisitos se necesitan para serlo; qué ha logrado la EEI, y cuestiones tecnológicas como qué sucede si se tira pintura en el espacio o cómo se hace para tener oxígeno dentro de la nave. A pocos minutos de realizar el contacto se empezó a ver imágenes de la Tierra captadas desde una cámara exterior de la estación. Faltaba menos. Los niños ya estaban preparados en fila frente a la pantalla. Cuando la nave llegó a la zona argentina, la voz de Funes comenzó a llamar a la estación. Un ruido similar a la hélice de un helicóptero le ganó al silencio por unos segundos; la comunicación con la estación ya estaba hecha. Aunque los niños no pudieron confirmar si Parmitano llevaba su traje azul, porque la cámara interior de la estación no estaba activa, el astronauta se escuchaba desde muy lejos, saludando a los niños por su nombre y contestando las preguntas en italiano. El último minuto estaba reservado para descargar la emoción contenida. Padres, niños y radioaficionados le agradecieron la oportunidad a Parmitano y no faltó el grito de: “Olé, Olé, Luca, Luca”.

Aunque cuatro preguntas quedaron fuera de tiempo, la idea es enviárselas al astronauta junto con una canción compuesta para la ocasión. A su vez, Parmitano, quien utiliza Twitter todo el tiempo, saludó a los estudiantes por medio de esta red social y les agradeció por sus “interesantes preguntas”. Para el presidente del RCU, los astronautas de la EEI están en “el límite de la ciencia”, ya que ningún hombre ha vivido “más lejos” de donde se encuentra esta tripulación. Según Rodríguez, es fundamental que a partir de este tipo de iniciativas los jóvenes puedan comprender que “existen cosas para ellos en el futuro” y que “tienen las puertas abiertas” para lograr lo que se propongan.