-¿Qué es el SAP y cómo surge?

-El SAP fue definido por el médico estadounidense Richard Gardner, basado únicamente en su casuística. Tenía una editorial propia en la que editaba sus libros con sus teorías, y esto toma otro color porque cuando uno ve un libro no sabe qué respaldo tiene. Para que un síndrome sea avalado científicamente es necesario seguir una serie de criterios que éste no cumple. En primer lugar, uno no puede crear un síndrome a partir de su casuística. Siempre hay que elaborar estrategias de investigación que permitan que otros lo puedan estudiar, es preciso corroborarlo con otras personas de la comunidad científica que se integra y de alguna manera debe ser avalado para que se lo siga utilizando como criterio de diagnóstico. Eso no sucedió nunca en este caso. Hay más cosas atrás que en general la gente no sabe. El síndrome empieza a surgir cuando Gardner se refiere a casos de abuso sexual infantil y cuando esto empieza a tocar a las clases medias y altas; cuando empieza a haber dinero para pagar abogados. Mientras se hablaba de abuso en las clases bajas no había problema, pero después se empezó a ver cómo se podría contrarrestar esa situación. Entonces empezaron a surgir todas estas cuestiones relacionadas con el SAP. Su teoría está basada en lo que él pensaba: que el abuso sexual no era tan grave, que la sociedad era un poco histérica con respecto a esto -y las madres de estos niños, ni que hablar-, con la reacción exagerada a los casos de abuso. Él decía que cuanto antes se ejercitaba la sexualidad era mejor, que no estaba mal que los niños empezaran tempranamente a tener relaciones sexuales con adultos, que cuanto más ejercitados estuvieran era mejor para la especie. Y que, en realidad, los jueces y los abogados que intervenían en estos casos satisfacían un poco su pedofilia. Decía que cada uno de nosotros tiene un poco de pedofilia, que es el goce de tener sexo con niños. Creo que esto la gente no lo sabe, porque si alguien conoce los fundamentos no puede sostener esto. Este síndrome se construye sobre una base de barro. Se empieza a utilizar en situaciones de abuso. Un abusador nunca asegura que él es abusador. Hay una seducción que hace que el niño sienta mucha confusión, y muchas veces no lo puede revelar, otras veces lo revela cuando los padres se separan; por eso es que 
Gardner decía que en caso de divorcio las madres querían apropiarse de los hijos y entonces inventaban. Muchas veces los niños lo dicen cuando el abusador no está en la casa. Y otras veces dicen y se desdicen porque en su psiquis no lo pueden sostener. A esto también se refería Gardner: si el testimonio del niño no es claro, entonces está mintiendo. Esta idea cuestiona a los niños en primer lugar, y se vulneran sus derechos porque una de las principales características del abuso es que la mayoría son sin penetración. Entonces no hay huella física, no hay pruebas para la Justicia salvo el relato del niño.

-En la manifestación que se realizó en la sede de la SCJ, algunos padres sostenían que “algo hay”. ¿A qué se refieren?

-Otro efecto de este síndrome es que iguala a todos los niños. Desconoce teorías evolutivas, porque si una madre hace algo y todos los niños responden de la misma manera, quiere decir que los niños no tienen criterios, no crecen evolutivamente. Cuando los padres dicen que “algo hay”, podemos pensar que sí: algún niño puede adherir a algún padre. Puede pasar, pero no es un síndrome sino una cuestión de vínculo, de relación, y muchos padres que sostienen que están preocupados por sus hijos -no todos, pero muchos- no se dan cuenta del daño, del maltrato al que han sometido a los niños o a sus madres. Hace relativamente poco tiempo que se empezó a hablar de los niños que han vivido en hogares violentos como víctimas directas. Antes se decía que eran víctimas indirectas si la violencia era contra la madre, por ejemplo, pero después se observó que la sintomatología que presentan es igual a la de otros niños; las consecuencias son muy similares. Cuando se dice que “algo hay” es un tema relacional y habrá que dirimirlo en esos términos. De lo contrario, se tapan los abusos, se tapan los maltratos, los niños vuelven a perder los derechos. Y muchas veces los derechos del padre, en esta sociedad que todavía es patriarcal, son más valorados que los del niño. Que un niño sea testigo frente a la Justicia no está bueno, y mirá si van a ir a hablar de abuso frente a gente que no conocen... Muchas veces están en tratamiento psicológico y aun así no lo pueden decir.

-¿Es posible determinar cuándo se comenzó a hablar de SAP en Uruguay?

-Gardner publicó esto en la década del 80, pero acá llegó más tarde. No tengo claro en qué fecha se empezó a usar ese término en Uruguay. Lo usó una jueza uruguaya en unos pocos casos y quedó ahí. Ahora ha tomado nuevo auge con estos padres que están saliendo a hablar del SAP. Yo supongo que muchos de ellos no conocen el sustento que ese término implica, y si “hay algo”, como ellos dicen, hay que buscarlo en las terapias de cada uno de los componentes de esta tríada. Ahí se deben dirimir estas cosas, son las únicas pruebas que tenemos. Hoy en nuestro país ocurre que quienes diagnostican esto son los abogados, los jueces y los fiscales, es decir el sistema judicial; se trata de un diagnóstico de algo que no existe, que no está avalado científicamente, y, en todo caso, la que debería pronunciarse es la comunidad médica o científica.

-Los padres que fueron a la concentración planteaban legislar en el tema...

-Es hasta ridículo: ¿cómo vas a legislar sobre algo que no existe? Yo creo que el sistema legislativo judicial debería pronunciarse de alguna forma, dando cuenta de la no cientificidad de este síndrome. En todo caso, habría que legislar en relación a los casos de abuso. El incesto no está estipulado en nuestra legislación. Los casos de abuso muchas veces terminan siendo considerados atentados violentos al pudor, y la mayoría de las veces no se determinan porque faltan pruebas. En esos casos debería generarse otra legislación o se debería ampliar la posibilidad de las pruebas.

-En esos casos el juez solicita un examen psicológico.

-Muchas veces se piden peritajes, pero los sistemas abusivos son muy tramposos. No todos los peritos están formados en violencia doméstica e infantil y en abuso. Por lo tanto, si hay una situación de éstas a veces puede no verlas. A los niños les cuesta hablar del tema, el tiempo es escueto y no da para que un niño pueda generar la confianza suficiente como para hablar. Por eso es que los profesionales adecuados para hablar de esto serían los psicólogos tratantes. Muchas veces el juez toma el informe que hace el psicólogo tratante como informe de parte -si lo pide la madre o el abogado de la madre, es de parte de la madre-, y nosotros cuando trabajamos con niños lo hacemos de parte del niño, pero a veces eso no se entiende. Muchas veces nuestros informes son dejados de lado y se pide otra pericia. En consecuencia, los niños empiezan a trillar el sistema judicial, a repetir todas estas cosas que son revictimizantes, hasta que un día dicen: “No lo repito más”. Son cosas que quieren olvidar pero no pueden porque se los vuelve a poner en ese lugar.

-¿El abuso entre miembros de la familia aparece con frecuencia?

-Hay mucho más abuso intrafamiliar del que uno se imagina. Muchos casos no salen ni van a salir a la luz, quedan dentro de la casa. Nos ha pasado con mujeres adultas en tratamiento, que después empiezan a recordar cuestiones de abuso que las tenían absolutamente subsumidas y que no podían pensarlas. El abuso sexual intrafamiliar genera síntomas y produce estragos psicológicos. Lo que pasa es que como sociedad nos es imposible pensar que alguien pueda hacer estas cosas, entonces la negación nos funciona a todos. Cualquier cosa, como el SAP, que nos sirva para decir: “¡Qué suerte!, era mentira” y “esto no pasa”, genera un alivio a toda la sociedad. Y generalmente el maltratador tiene una fachada bien distinta de lo que es dentro del hogar.