Una llamada de teléfono cambió su vida. Fue una mañana de enero de 2006. Del otro lado, la voz de su hermano, que “abruptamente” le dio la horrible noticia: su padre se había suicidado, cuenta Nora a la diaria. A pesar de sus 72 años, era un hombre vital y llevaba una vida de jubilado “normal”. Tenía una quinta al fondo de su casa. “Era muy prolijo y siempre estaba dispuesto a hacerte un asado”, recordó su hija. Como en todas las familias, los recuerdos felices abundan, pero la niñez de Nora fue “traumática”. “Conocí a mi madre tirada en el piso con un corte en la cabeza”. Era esquizofrénica y epiléptica. El padre jamás quiso dejarla al cuidado de nadie. “Lo veíamos cansado, y, si bien lo acompañábamos y pensábamos cómo sacarlo de esa situación, le restamos importancia, y evidentemente, no fue lo suficiente”, suelta la voz quebrada de Nora. “Jamás pensamos que iba a tomar esa tremenda decisión” que desencadenaron tantos años de “calvario” sumada a problemas económicos. Al ver que había bajado de peso, pensaron que ocultaba una grave enfermedad. Después “nos dimos cuenta de que era la amargura y la tristeza”.

“'¿Por qué a mí?', se pregunta uno en estas situaciones”, dijo Nora, pero el sentimiento de culpa es más grande. La sensación de “poder haber hecho más”. Con el tiempo, cuenta Nora, se percató de varias señales que él había dado pero que en su momento no supo descifrar.

El recuerdo surge a diario, pero pudo salir adelante gracias a su familia -su compañero, sus dos hijos y cinco nietos- y dice haber sido “rescatada” por la ONG Último Recurso, que trabaja con personas que intentan autoeliminarse y con los “sobrevivientes”, es decir, quienes perdieron una persona significativa por suicidio, que son consideradas, según la Organización Mundial de Salud (OMS), “población de riesgo”, ya que, por la identificación que sienten con la persona cercana que se suicidó, pueden pensar en actuar de la misma manera, explicó a la diaria la psiquiatra Silvia Peláez, directora de la ONG.

Nora, en algún momento, lo pensó. “Es inevitable”. Pero hoy, que pasó “lo peor”, disfruta de “los días de sol y de lluvia”, y sobre todo, cuando al abrirse las puertas de su hogar, ve a sus nietos corriendo hacia sus brazos a toda voz: “¡Abuela, abuela!”.

Tragedia en comedia

Último Recurso nació en 1989 por iniciativa del franciscano Pedro Frontín, quien notó que en los barrios de menos recursos se suicidaba mucha gente, contó Peláez. Aunque los suicidios no siempre suceden en las zonas más vulnerables. Es un fenómeno “multicausal”. Ser víctima de violencia doméstica, de abuso sexual, de bullying, el consumo abusivo de drogas y el desempleo, son algunas de las principales causas de suicidio. No obstante, estos factores no influyen, según los especialistas, de la misma forma en los adultos mayores que en los adolescentes -poblaciones más propensas- ni de igual manera en los hombres que en las mujeres.

“No hay una receta única”, dijo la psiquiatra, en referencia a que cada situación es singular y cada caso se trata individualmente.

Según Peláez, la persona que se suicida “nunca” llega a esa decisión de un día para el otro, sino que pasa por un “proceso”. Hay que pensar qué es lo que quiere expresar la persona al sufrir un intento de autoeliminación (IAE). En cada comportamiento suicida la persona expresa una intención, ya sea reencontrarse con una abuela que lo crió, que vuelva la pareja o vengarse de quien le quitó el empleo, ejemplificó la directora de la institución. Porque “nadie quiere lo que no conoce”, dijo, en referencia a la muerte. Por lo tanto, la tarea del suicidólogo es ayudar a la persona a descifrar el mensaje y el contenido de ese comportamiento, que “nunca es morirse”, recalcó.

El secreto es transformar lo que para la persona es una “tragedia” en “comedia”, mediante una preparación terapéutica “que lleva tiempo” y que ayuda a que el mensaje se pueda descifrar rápidamente, aunque eso no signifique que la persona ya esté bien. “Descifré que no quiero suicidarme para que mi novio vuelva, pero no estoy preparada aún para vivir sin él o saber si lo quiero reconquistar o qué estrategia de vida voy a seguir”, ejemplificó Peláez. Pero “tener la solución ayuda”, porque quienes piensan en un IAE sienten que no hay otro camino.

Por otro lado, la enfermedad mental como causa asciende a 22%, según el responsable del Programa de Salud Mental del Ministerio de Salud Pública (MSP), Ariel Moltanbán, en la actividad que desarrolló el 16 de julio dicho ministerio en el marco del Día Nacional de la Prevención del Suicidio. Varias investigaciones indican que existe una importante relación entre la enfermedad psíquica y el suicidio: “89%”, apuntó Montalbán. Sin embargo, si bien los pacientes con patologías psiquiátricas son más propensos al suicidio, explicó Peláez, el diagnóstico no se puede enfocar sólo en eso, porque “no por eso merece que no se considere su dolor”. Toda persona que en algún momento de su vida padece un IAE siente que quiere dejar de sufrir “por algo que le duele mucho”.

Los números cantan

Según datos estadísticos de la OMS, en el año 2000 murieron 815.000 personas a causa de suicidio en el mundo. El suicidio es la decimotercera causa de muerte en la población general, y entre las personas de 15 a 44 años, la cuarta. Uruguay sufrió un ascenso en los últimos 30 años, más claro en el año 2002: 20,2 cada 100.000 habitantes se suicidaron. Por ese motivo surgió Último Recurso, que fue creada a instancias de la Ley 18.097, aprobada el 27 de diciembre de 2006, que en su artículo tercero expresa la obligatoriedad de brindar capacitación al personal “de la salud pública y privada, Bomberos y funcionarios policiales en la atención de personas con señales de comportamiento suicida, así como en el abordaje del rescate”. Y en eso están. Aunque Uruguay ha mostrado indicadores de disminución de pobreza y los índices de salud están mejorando, “las cifras de suicidio no se han logrado abatir”, dijo Moltanbán. “El suicidio es muchas veces prevenible, no siempre, pero en muchos casos sí”, subrayó. Pero, “falta investigar mucho” aún, recalcó el médico.

En los adultos mayores es un problema nuevo que ha crecido en los últimos cinco años. Es por eso que “no sabemos cómo es el comportamiento del adulto mayor”, señaló el sociólogo Ricardo Alberti. Las señales son difíciles de detectar, pero existen hipótesis sobre cuáles son las principales causas: crisis típicas de la edad, aislamiento, pérdida de grupo de referencia (que se da mayoritariamente en la etapa jubilatoria), agudización de síntomas de enfermedades crónicas, fallecimiento de familiares y allegados, pérdidas económicas, entre otras. Entre 2011 y 2012 hubo 288 casos de suicidios de adultos mayores, de los que 79% eran hombres y 21% mujeres.

En la adolescencia el suicidio se relaciona con factores ligados a conductas impulsivas vinculadas a temáticas familiares y las frustraciones por las dificultades académicas. De ahí la importancia de los vínculos de los adolescentes, tanto con sus padres como sus referentes, especialmente los docentes, quienes pueden ayudarlos a ser “rescatados”. Según la doctora Susana Grunbaum, directora del Programa Nacional de Salud Adolescente del MSP, hay un alto porcentaje de jóvenes que reconoce sentirse mal pero no acude a psicólogos. Los jóvenes se caracterizan por la “vida nómade”, señaló Grunbaum, a veces porque quedan excluidos.

Desde el MSP se pretende dar seguimiento durante seis meses a los pacientes que sufren IAE, ampliar las prestaciones para la prevención, dar atención telefónica las 24 horas y brindar capacitación al personal para el tratamiento y el seguimiento de las situaciones. Además, sensibilizar a la población es “clave”. Pero más allá de los datos, “hay que escuchar al otro, porque si no la humanidad se va a la miércoles”, señaló Nora, en referencia al sentimiento de culpa, “una mochila que cargo hasta el día de hoy”.

El consumismo lleva a la gente a perderse de disfrutar de su familia, una mateada, un café, lo que en definitiva, agrega Nora, era “el Uruguay de no hace muchos años”. Hoy “cada uno vive en su chacrita y no nos damos cuenta a dónde vamos”.

Nora encontró su terapia: el tango. “Soy una tanguera tremenda, y eso lo heredé de papá. Me da vida y energía, aunque dicen que el tango es medio tristón”. ¿[Astor] Piazzolla o [Aníbal] Troilo? “¡Torilo! Y la orquesta de [Juan] D’ Arienzo”, sonríe. Todos los viernes se desquita en JovenTango.

En 2004, ante la preocupación de la alta incidencia de suicidios en la zona oeste, la Intendencia de Montevideo convocó a Último Recurso para desarrollar un proyecto de prevención. Desde ese año la ONG previene, orienta y da asistencia mediante los “puestos centinela” a nivel individual, grupal y comunitario (por medio de talleres mensuales temáticos). De esa forma logró la constitución de referentes barriales en la prevención, que apoyan la labor institucional y comunitaria. También fortaleció las redes sociales e integró las actividades de las policlínicas barriales y de otras instituciones afines a la temática.

Por más información sobre líneas de crisis y la ubicación de puestos centinela: www.ultimorecurso.com.uy.