Los barcos descansan. Se ven a través del ventanal de la sala Arredondo del Ministerio de Turismo y Deporte (MTD). ¿Cuántos inmigrantes habrán atravesado nuestro puerto? Muchos vinieron escapando de las guerras europeas en la década del 40. Quico fue uno de ellos. Se escapó de un campo de concentración alemán con un amigo. “Nadaron y nadaron hasta que un barco los encontró”, contó a la diaria Mariel, su sobrina nieta, integrante de la colectividad vasca. Y ese barco ancló en Montevideo. “Cuando legalizó su situación llamó a mi abuelo y su familia”, dijo. La mamá de Mariel tenía tres años. Nunca más visitó su país, pero su hija de 43 años asegura que “lo conoce más que cualquier vasco”, porque con internet “está siempre conectada”. “Mi abuela me cantaba mucho, y aún tengo sus cartas guardadas. Mi abuelo era navegante y cada vez que paraba en un puerto le escribía”, recordó Mariel, orgullosa de lucir, junto a su hija Maite, de 18 años, el traje típico. “No me costó aprender la danza vasca porque me gusta y la tengo familiarizada”, relató Maite, que aseguró llevar los atuendos desde “chiquita”. Ambas pertenecen al centro vasco Haize Hegoa (Vientos del sur, en castellano) desde donde se difunde la cultura de la comunidad española por medio de la gastronomía, la danza y el idioma euskera que, según Maite, es “muy difícil”.

“Lo bueno es que nos conocemos e intercambiamos bailes con otras colectividades”, dijo Mariel respecto de las olimpíadas.

Alejandro, de 20 años, es bisnieto de lituanos que se refugiaron en Montevideo huyendo de las guerras. Trabajaron en los frigoríficos, por eso las casi “100 familias” de Lituana viven en la zona del Cerro, narró. El año que viene podrá conocer las tierras de sus bisabuelos con el grupo de danza de su colectividad, que en octubre cumple 45 años, y lo celebrará en el Ateneo de Montevideo, adelantó.

El deporte nacional lituano es el básquetbol, dijo, pero “acá también jugamos al bowling europeo”. Las olimpíadas son una “competencia sana”, lo que importa “es pasar el momento y divertirse. El que vaya con otra meta se va a frustrar”, deslizó.

Ryuji, de 19 años, que integra la colectividad japonesa desde hace 12, piensa lo mismo. Su papá es japonés. “A los ocho años empecé a estudiar el idioma”, contó. Hoy es profesor y secretario de la Asociación Japonesa en Uruguay (AJU). Según Ryuji, en nuestro país viven alrededor de 200 japoneses, “la mayoría adultos”. En 2012, gracias a una beca de la AJU, conoció Japón: una experiencia “increíble”. “Es muy diferente”, apuntó. “La cultura es más rígida y las personas se centralizan en lo suyo, aunque si precisás algo son solidarios”, detalló. En las olimpíadas jugará al tenis de mesa.

El rescate

En 1985 muchas instituciones de inmigrantes estaban en estado “latente”, y tenían poca actividad cultural. Algunas, incluso, estaban “bajo sospecha” por cuestiones políticas durante la dictadura, relató a la diaria Daniel Klisich, creador de las olimpíadas y del Instituto Uruguayo de las Inmigraciones, centro que “al principio funcionó muy bien” pero que con el tiempo se desintegró. Quienes podían “revitalizar” las instituciones eran los jóvenes, y el deporte “los atrae rápidamente”, aseguró. Así surgieron estas olimpíadas, que siempre fueron “exitosas”.

Esta edición estará integrada por colectividades armenias, griegas, lituanas, brasileñas, húngaras, italianas, japonesas, croatas, eslavas, y, por primera vez, rusas, chilenas y paraguayas. Se estima que participen cerca de 1.500 personas, de todas las edades, en: fútbol 5, tenis de mesa, ajedrez, pesca, voléibol, bowling europeo, pool, básquetbol, bochas, backgammon, pesca y juegos de naipes. Las olimpíadas, que son “enteramente amateur” y se realizan cada dos años, comienzan mañana con el campeonato de truco.

Más allá que todas las colectividades “aportan a la cultura y crean un buen ambiente familiar”, dijo la cónsul de Lituania, Cecilia Hernández. Ña idea no es competir, sino generar un intercambio deportivo.