“Es fabulosa la pesca que tiene Montevideo. Encontrás pejerreyes, sables y burriquetas. Uno va a pescar sin saber mucho. Acá les decimos: ‘Tenés que tirar para acá o para allá, a tal o a cual hora’, y otros elementos más que hacen al éxito o al fracaso de la pesca”, explicó al comienzo de la clase el presidente del club, José Carlos Laffitte. “Comer el pescado que uno pescó es una emoción ancestral. El día que comés el pescado que procesaste -desde pescarlo y limpiarlo hasta elaborarlo- es un éxito mayor. Vamos a enseñarles cómo mantenerlo fresco”, dijo Laffitte para animar a los presentes.

La clase fue en un salón del club, ubicado sobre la Rambla Wilson, frente a las canteras del Parque Rodó. No había ningún elemento o herramienta de pesca a la vista, excepto la caña que se había comprado recientemente una de las alumnas, que llevó para mostrar y que fuera evaluada por el docente.

“¿Qué inquietudes tienen?”, les consultó a sus alumnos el profesor Ángel Chevalier para inaugurar la clase. “Me gusta mucho la pesca, desde niño, pero tuve que alejarme de ella y perdí de vista la pesca de la costa de Montevideo. Ahora quería ponerme al tanto”, dijo el primero en animarse a romper el hielo. Luego, un señor contó que su experiencia pesquera fue durante su juventud y que su inquietud ahora es “mejorar la técnica, para que sea más estimulante, porque eso de ir y no pescar le saca a uno las ganas”. Convivir con la naturaleza es otra de las razones para asistir a las clases. Usar el tiempo libre luego de la jubilación es otra: “Me jubilé y quiero anexar a la vida que tengo otra actividad y aprender”. Una de las alumnas confesó que jamás había agarrado una caña hasta que sus idas a Parque del Plata la motivaron a comprarse una; pero al probarla “se enredaba todo, era un desastre”. A uno de los alumnos le gustaba la caza, pero era “cero” en la pesca, por lo que todo lo que pudiera aprender sería “bienvenido”.

Anudados

El profesor dijo que enfocaría las clases en aprender, no en pescar. Ante el silencio de los alumnos, y para no desalentarlos, agregó: “No quiere decir que no surjan salidas, pero tenemos que aprovechar las clases con actividades simples que aporten elementos para saber pescar”. El curso, que consiste en ocho clases, se realiza los miércoles de 10.00 a 12.00 en el club.

Luego de una pequeña introducción, el profesor invitó a sus alumnos a pasar a las mesas de trabajo. “Hoy vamos a aprender a hacer los nudos”, les dijo, mientras mostraba un cuadro con distintos nudos para armar las líneas. Luego, le entregó a cada participante una cuerda (material utilizado para practicar, en lugar de la tanza) y explicó cómo hacer los nudos más comunes. Cuerda en mano, los aprendices se pusieron a practicar. Quienes dominaban un poco más el asunto ayudaron a quienes les costaba más.

Entre nudo y nudo, Chevalier y Laffitte explicaban lo que es la pesca de flor (se utiliza una caña con bolla y el anzuelo no toca el fondo) y la pesca de fondo (la base está sobre el lecho del río y se pesca desde la costa o desde un bote mar adentro). También daban algunos “piques” para tener en cuenta. Por ejemplo, es importante saber que “cuando un pez toca una carnada y la deja, el pejerrey nunca lo va a agarrar”, y que si se pone en el anzuelo la mojarra al revés (con la cabeza para atrás), será inútil intentar pescar un pejerrey de río, porque este pez no la agarra, “ya que ataca sólo de frente”. También les contó sobre el lugar que eligen los peces en función de las mareas. Estos datos estimularon a los alumnos, que preguntaron qué, dónde y cuando se puede pescar.

“Pretendemos darles las condiciones básicas para que realmente pesquen. Enfatizamos eso porque ocho clases parecen poco. El objetivo es que pesquen y se preparen para seguir desarrollando la pesca con una línea de conducción en el aprendizaje y que realmente sea efectivo. Nos interesa mucho que el adulto mayor tenga una actividad con la que tal vez fracasó en el pasado, si intentó pescar y no pudo porque no tenía un referente. Entonces la idea es llenar ese vacío, dándole las pautas para que lo pueda desarrollar”, dijo Laffitte a la diaria.

A su entender, Montevideo es “un excelente pesquero”. “Tenemos el mar a pocas cuadras, y siempre da pesca. Es algo que todos los montevideanos podemos aprovechar, y es muy sano. Se puede hacer en grupo o en solitario. Las aguas de nuestra ciudad dan muy buena pesca, son sanas y muy accesibles; hay que aprovecharlo. Pero hay que saber: si no se sabe, no se pesca. La suerte es un factor muy menor con respecto a lo que es la técnica para pescar”, explicó. El objetivo del curso es brindarles los fundamentos básicos sobre la pesca de flor y de fondo, sobre los ámbitos de pesca de agua salada y dulce y sobre la pesca de embarque y costa. “Después, el mismo pescador se adapta a lo que tiene cerca y pregunta. Teniendo conocimientos básicos, va desarrollando mejor la técnica específica que quiere”, dijo.

Actualmente, hay dos grupos en lista de espera, que comenzarán luego de que termine este curso, que tiene un cupo de 15 personas.

Materia pendiente

Consultado por la diaria, Chevalier evaluó al grupo como “muy ávido de conocimiento de este tipo de actividades al aire libre. Hay un potencial importante de adquirir conocimientos. Se trata de personas que quieren aprender, que no vienen a perder el tiempo”.

A su entender, es más fácil enseñarle a pescar a un adulto que no sabe que a alguien que ya pescaba: “Es más fácil, porque no tienen lo que llamamos vicios. Trabajamos en base a técnicas, armado de material,manejo de los implementos de pesca, a aprender a lanzar. En pocas palabras: no vamos a pescar en el agua, vamos a hacerlo todo en taller o en lo seco. Si aprendés las técnicas, luego te sentás y pescás, no tiene ninguna ciencia. Vamos a salir embarcados, pero como escuela, para mostrar algunas cosas, no para pescar concretamente, aunque alguna pesquita vamos a hacer”.

Edelma Rodríguez, una de las alumnas, contó a la diaria que ella no pescaba, pero que ayudaba a su esposo: “Siempre me quedé con ganas de aprender. Ésta es la oportunidad y estoy encantada. No lo hacía porque mi marido era muy machista y me decía que eso no era para las mujeres. Yo encarnaba todo y hacía esas cosas. Así que era una materia pendiente para mí”. Agregó que en la familia le toman el pelo, pero que no le preocupa: “Quiero vivir lo que me queda de vida alegre y entretenida, y ésta es una oportunidad para eso. El grupo es precioso. Cuando recién llegué, me sentí un poco cohibida, porque era la única mujer, pero luego llegaron las otras tres”.

Roberto Díaz dice que pescaba muy poco y que se acercó al curso “para llenar más horas”: “Como la vida del jubilado es medio sedentaria, complementar con otra actividad no está de más. Y como soy medio neófito en esto de la pesca, me decidí a venir a aprender. La primera clase me pareció muy buena”.

Para Evelyn, “la clase fue muy linda”, porque les dieron la seguridad de que iban a ser “todos bárbaros pescando”. “Yo no pesco. Antes acompañaba a los hijos a ver cómo lo hacían, pero siempre me atrajo, en el sentido de que me gusta estar al lado del agua. Espero camaradería, pasar buenos ratos. Y si pesco, me quedo contenta, porque demuestro que sirvió para algo”, dijo.