-¿Cuál es el principal aprendizaje de Rodrigo Arocena tras estos siete años y medio como rector?

-La principal enseñanza es que es muy difícil trabajar por la democratización del conocimiento; se puede hacer mucho por ello y es imprescindible, si queremos tener países menos postergados en lo externo y menos desiguales en lo interno. Si tuviera que resumir por qué este equipo rectoral se ha roto el alma en estos siete años y medio para ello, es porque pensamos que la Udelar tiene una contribución potencial muy importante a la democratización del conocimiento, y eso tiene que ver con la desigualdad, con la calidad de vida de la gente y sobre todo la de los sectores más postergados. El último censo universitario nos mostró que 54% de nuestros estudiantes tienen papá y mamá a los que Uruguay no les dio la chance ni de llegar a la puerta de una institución de enseñanza terciaria, y eso es democratización del conocimiento, por eso peleamos y trabajamos. Es algo difícil y que causa entusiasmo a la vez.

-¿En algún momento dudó sobre seguir en el cargo?

-Nunca. Fui electo por la Asamblea General del Claustro a propuesta del orden estudiantil, después de una interesantísima y democrática discusión, y reelecto por unanimidad para una tarea muy concreta: ser un militante entre muchos de una reforma universitaria que apuntara a la democratización del conocimiento. Mientras los órdenes no dijeran lo contrario, iba a seguir acá hasta el 17 de agosto de este año.

-¿Y qué condiciones se dieron para que aceptara la reelección?

-Nunca hubiera vuelto a ser candidato si la FEUU no me hubiera propuesto; ésa es una condición imprescindible en mi tradición militante. Cuando eso se dio, y comprobando que en los años anteriores veníamos forjando un consenso grande para los cambios, dije que podía seguir siendo un militante de estos cambios. En 2006 hubo una gran discusión con muchas candidaturas y polémicas -y es bueno que la Udelar tenga eso-, pero durante 2007 fuimos definiendo lineamientos de reforma universitaria por unanimidad. El año pasado, cuando el Consejo Directivo Central [CDC] votó también por unanimidad un balance y las perspectivas de la Universidad en 2005-2020, dije: “Estamos trabajando por lo que creíamos”.

-¿Con qué universidad se encontró en 2006, y qué universidad vamos a tener a mediados de 2014?

-En primer lugar quiero señalar las continuidades, porque no se puede pensar que la historia comienza cuando uno llega. En 2014, como en 2006, como en muchas otras etapas de la historia, lo que se va encontrando es una universidad autónoma, conectada con la sociedad y democráticamente gobernada. Los avances y las carencias de este proceso de ocho años tienen que verse en la perspectiva de la tradición universitaria. No casualmente elegimos la expresión “segunda” reforma universitaria, dentro del gran paradigma de la reforma universitaria latinoamericana. En ese contexto destacaría la ampliación de la graduación; menos de lo que queríamos pero en cifras significativas. También el esfuerzo por vincular más que antes la generación de conocimientos con la producción, sobre todo con la inclusión social. La curricularización de la extensión es otro punto importante: una extraordinaria tradición latinoamericana que ha sido, durante mucho tiempo, la pariente pobre de las funciones universitarias. Eso ya no es así, y toda la Udelar está llegando, paso a paso, a que la formación de todos sus estudiantes incluya la oferta de hacer tareas de extensión, porque eso mejora la formación técnica y además tiene que ver con la ética. En cuarto lugar, destaco la transformación de la estructura académica, que se hizo más variada, moderna y flexible. Son ejemplos de eso la creación de los Centros Universitarios Regionales, el mayor papel de las áreas y la creación del Espacio Interdisciplinario.

-Su gestión convivió con dos presidentes: primero Tabaré Vázquez y luego José Mujica. ¿Encontró diferencias sustanciales en el trato de éstos con la Universidad?

-El rector de la Udelar no puede hacer pronunciamientos públicos de carácter político partidario; puedo, sí, hablar como ciudadano, y me ceñiré a ello. Mi relación personal con ambos ha sido correcta y cordial. Es claro que en el período anterior de gobierno hubo un apoyo más sustantivo desde el punto de vista presupuestal, y no ha tenido que ver con la relación personal sino con la institucional; por un lado la Udelar y por el otro el gobierno nacional, particularmente el equipo económico. En el período anterior el presupuesto universitario creció 70%, lo que significó que de estar muy rezagados, alcanzamos al pelotón. En este período hubiéramos esperado un crecimiento mayor, pero las últimas declaraciones tanto de Mujica como de Vázquez muestran que ambos creen que la educación necesita más inversión. En este período eso creció muy lentamente. En particular ciertos programas y salarios universitarios se vieron afectados, lo que complicó la relación del gobierno y el equipo económico con la Universidad.

-¿Está de acuerdo con quienes señalan que Mujica tiene un perfil antiuniversitario?

-Las veces que he escuchado a Mujica hablar de la Udelar, en particular en el último tiempo, han sido para reconocer las transformaciones y los cambios. Tabaré Vázquez también habló del esfuerzo formidable de la Universidad. No percibo ningún rasgo de vocación antiuniversitaria en ninguno de los dos últimos presidentes, por el contrario.

-¿Qué opinión le merece la forma en la que el llamado “debate educativo” está siendo planteado?

-Creo que no ha sido bien encaminado. En este tema me siento vocero de la institución, que ha planteado vez tras vez que más que un debate educativo, es imprescindible un acuerdo nacional, que tiene que darse sin exclusiones. Nunca puede ser planteado, y por algunos momentos estuvo planteado de esa forma, como un acuerdo de los partidos políticos, que dejen a un lado a las instituciones y a los grandes actores colectivos.

El debate no puede ser hemipléjico y dejar de lado a los principales actores. No puede haber un cúmulo de actores políticos discutiendo eso desde un lado y el Congreso de Educación discutiendo otra cosa sin que haya contacto. El país no ha llegado a fijar grandes metas en materia educativa. Podemos discutir mucho sobre cómo llevarlas adelante, pero primero hay que ponerse de acuerdo en los grandes objetivos. A partir de eso discutís presupuesto, horas, criterios de formación de docentes, organización de carreras. No hemos llegado a ver que el sistema político y el país todo llegue a decir, por ejemplo, que en 20 o 15 años queremos generalizar la educación terciaria universitaria. Ésa es una meta que el país tiene que plantearse si quiere hacer del desarrollo algo más que una esperanza sin fundamentos. Una segunda meta tendría que ser universalizar la educación media; en eso estamos todos de acuerdo, pero podría ser enunciada de tal forma que establezca que la educación media tiene que darles a todos los muchachos, además de la formación de ese nivel, dos posibilidades para el futuro: la de seguir estudiando a nivel terciario y la de ingresar al mundo laboral con trabajo de calidad. Cuando nos ponemos de acuerdo en cosas como ésta, no es tan difícil discutir el conjunto de vías, y ahí es muy rico que haya diferencias de opinión. Si Uruguay siguiera creciendo en la graduación terciaria como lo ha hecho en los últimos siete años, un niñito que nazca en el país tiene más de 50% de chances de acceder a la educación terciaria, de acceder a alguna carrera y de concluirla. Eso es generalizar. Uruguay tiene esa posibilidad, pero parecería que no lo captamos.

-¿Cómo repercute el bajo nivel de Secundaria en la Universidad?

-Creo que éste es el problema más serio que tiene el sistema educativo uruguayo. No voy a hablar de la calidad de la formación, sino de su heterogeneidad: hoy nos llega un abanico de estudiantes con una formación cada vez más heterogénea, y por lo que he oído, lo mismo pasa en otras instituciones de formación terciaria. Eso nunca puede significar que intentemos poner exigencias que dejen afuera a buena parte de los estudiantes, porque iría contra la democratización del conocimiento. Cuando una muchacha o muchacho llega a la educación terciaria, tenemos que pensarlo como una joyita que no podemos perder, y que hay que apoyar de cualquier manera. Aunque la realidad de la enseñanza media sea crecientemente heterogénea, eso nos tiene que agudizar la imaginación y tensar los esfuerzos para que no se nos pierda nadie de los que llegan. Menos de 40% de una generación termina la enseñanza media cada año, y por lo menos tenemos que darle una continuidad educativa potencial. Pero además creo que cuanto más convenzamos a los jóvenes de que hay posibilidades de seguir estudiando a nivel terciario, más van a estudiar a nivel medio. Eso es cada vez más necesario para el trabajo de calidad, para el desempeño de la ciudadanía, para el acceso a la cultura y para la protección de la calidad de vida. Muchos muchachos que tienen que romperse el alma para terminar la educación media no saben que tienen posibilidades cada vez más grandes de educación terciaria en el país, pero eso hay que mostrarlo. La universalización de la educación media y la generalización de la terciaria son imprescindibles entre sí, y la segunda ayuda a la primera.

-Algunos políticos, como el senador Ernesto Agazzi, han dicho que es necesario discutir si tiene sentido que exista un hospital universitario. ¿Cuál es su punto de vista?

-Primero reconozco la necesidad de discutirlo, pero siempre y cuando seamos capaces de transformar el hospital universitario. El Hospital de Clínicas cuenta con la ventaja de tener una conexión muy directa entre la generación de conocimientos y la formación de estudiantes, no sólo de Medicina sino de todas las carreras del área de la salud. Al mismo tiempo, el hospital, como toda la Universidad, necesita cambios, y ha tenido menos cambios que el conjunto de la Universidad. Estamos convencidos de que el país necesita un hospital universitario, pero que se debe transformar aceleradamente.

-El ex presidente de ANCAP Raúl Sendic responsabilizó al área de Extensión de la Udelar por alentar conflictos en Bella Unión. ¿Cómo tomó esto?

-Toda acción en la sociedad es potencialmente conflictiva y da lugar a opiniones distintas. Tengo claro que eso pasa no sólo con el trabajo de Extensión en Bella Unión, sino con todo lo que acontece en Bella Unión, con diferencias de opinión importantes sobre la política gubernamental que se lleva adelante en la materia. Cuando el entonces presidente de ANCAP hizo esas declaraciones, el CDC sacó una declaración precisando que lo que habían hecho los grupos de Extensión era ofrecer los profesionales que habían sido solicitados en el convenio, y que evidentemente en las discusiones hubo opiniones diversas. Eso pasa casi siempre, cuando uno ve, por ejemplo, la dramática transformación que está teniendo la sociedad agraria uruguaya. Casi nadie cree que no haya que ofrecer conocimiento de jóvenes con vocación ética de cambio para afrontar esos problemas. Claro que va a haber discusiones. La democracia no es el arte de evitar las discusiones, sino de procesarlas. La Extensión Universitaria va a seguir siendo polémica porque la forma de resolver los problemas sociales también es polémica, y la Universidad no puede ni quiere tener posiciones uniformes sobre esos temas. Cuando los estudiantes participan en determinada tarea, no les decimos lo que tienen que pensar sobre esa realidad concreta. Nos deberíamos preocupar si no aparecieran discusiones.

-Recién hablamos de varios logros; ¿hubo proyectos impulsados por el rectorado que hayan sido motivo de frustraciones?

-Todos los proyectos han avanzado menos de lo que esperábamos, pero eso era de esperar; nuestra tarea es subsidiaria: pensamos, ejecutamos, proponemos, pero es el cogobierno el que decide. Una parte no feliz, en la que veo que la Udelar no definió una vocación de cambio, es en la actualización de la Ley Orgánica [LO]. Planteamos esa necesidad, seguimos convencidos de que eso es así y hemos hecho todo lo posible para ello. Su falta de actualización tiene dificultades concretas, como que había cinco facultades -ahora seis, con la creación de la Facultad de Información y Comunicación- representadas sin voto en el CDC. Los Centros Universitarios Regionales Noroeste y Este, que van a elegir autoridades el 26 de marzo en las elecciones universitarias, deberían tener una representación igual a la de cualquier facultad y poder votar. Para eso necesitamos modificar la LO. Además la actualización tenía que ver con un cambio en la concepción de la autonomía, resaltando todo su valor y evitando la autarquía. Queríamos tener una LO que permitiera a la Udelar tener una autonomía evolutiva, lo que implica actualizarse permanentemente. Por ejemplo, de acuerdo a la actual LO, para darle voto en el CDC a una facultad nueva se necesita una ley especial del Parlamento. Eso podría haber tenido sentido en 1950, cuando todo era tan lento y la creación de servicios universitarios no era tan común (y ojo que creo que la de 1958 es una excelente ley). Pero hoy no puede pensarse que cada creación de una facultad o de un centro regional lleve a la Udelar a golpear la puerta del Parlamento. ¿No debería la LO aggiornada permitirnos la autonomía evolutiva, y que cuando la Universidad cree un servicio, con las garantías académicas del caso, darle voto en la institución? Sentimos que eso no se haya hecho, pero no nos deprime. Para hacer muchos cambios, hay que proponer muchísimos.

-¿Por qué no pudo concretarse ese cambio?

-Es claro que para que la Udelar proponga una nueva ley tiene que haber un acuerdo interno; es inviable llevar al Parlamento algo así, porque eso indicaría que la posición de la Universidad es débil y que al día siguiente de la eventual aprobación no sería un factor de unidad. No hubo acuerdo en los órdenes, y la democracia de la Udelar es la democracia de los órdenes. En algún momento será propicio el cambio. Mientras tanto, no dejamos de trabajar para que sea posible.

-¿Cómo incidió el cambio de la línea política de las autoridades de la FEUU?

-Creo que la FEUU, como todo movimiento social, tiene sus particularidades, conflictos, aciertos o errores, pero las decisiones que toma son representativas del colectivo militante. Por lo tanto, son igualmente respetables cuando me parecen muy buenas, cosa que suele suceder, y cuando no estoy de acuerdo. Esto no debería estar vinculado con determinadas autoridades, sino con la capacidad de toda la Udelar, y me incluyo, para llevar mejor y más convincentemente ese debate. Pero la LO de 1958 es algo que estuvo sobre el tapete muchísimo tiempo. Por supuesto que hubiera querido que la propuesta que hicimos en 2008 hubiera avanzado mucho más, y creo que había condiciones políticas e institucionales en la Universidad y en el país para avanzar, pero no se logró. En cualquier caso, la Udelar no dejó de mejorar y cambiar.

-¿Se siente más cerca de algunos centros de estudiantes que de otros?

-El rector se siente representante de los tres órdenes, y así debe ser. Naturalmente, todo universitario tiene momentos de acuerdo y de desacuerdo, pero el rector es el funcionario de mayor responsabilidad de la universidad, y está a las órdenes de los órdenes. He visto pasar muchas Mesas de la FEUU, hemos trabajado con todas ellas, y todas las resoluciones importantes de estos siete años y medio han sido votadas por los estudiantes, independientemente de cuál fuera la dirección en ese momento.

-¿Cuál fue su experiencia con los gremios de la Udelar en estos años?

-Hemos tenido muchos acuerdos y algunos desacuerdos. En el último tiempo he reafirmado mi posición de que los gremios son fundamentales para la organización y contribución de los órdenes. Por ejemplo, a fines del año pasado tuvimos que decidir cómo utilizábamos el incremento salarial votado por el Parlamento, que para este año era de 4,1%. El incremento en la Udelar ha sido menor que en el resto de la educación pública; sin embargo, a los docentes les votamos un aumento menor al previsto. En vez de 4,1% fue de 2,75%, por una propuesta del propio gremio docente. Eso fue posible porque hay un gremio que puede discutir; de otra forma, el CDC no puede votar un aumento menor que el ya dispuesto. El gremio dijo que necesitamos un aumento salarial mayor, pero que no tuvimos fondos suficientes para la dedicación total o para la carrera docente. Entonces vamos a retacear nuestro ingreso y destinar algunas decenas de millones de pesos a mejorar la calidad académica de la institución.

-¿Rodrigo Arocena tiene algún candidato para el próximo rectorado?

-Mi opinión es que el rector de la Udelar no debe intervenir de ninguna manera en la elección de quien ha de sucederlo. Eso es ética y políticamente inconveniente, le haría mal a la Universidad. Estoy seguro de que los mecanismos democráticos del cogobierno elegirán como es debido.