El ministro de Desarrollo Social, Daniel Olesker, el subdirector de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP), Jerónimo Roca, y Carmen Varela, integrante del Programa de Población de la Facultad de Ciencias Sociales, fueron los encargados de presentar el tomo La fecundidad en el Uruguay (1996-2011): desigualdad social y diferencias en el comportamiento reproductivo, del Atlas sociodemográfico y de la desigualdad del Uruguay. La académica comenzó presentando datos y cifras, que surgieron del estudio de la información recabada por el último censo nacional acerca de las mujeres de distintas edades en su período fértil.

Según explicó, la realidad de la que partió el estudio fue la de un descenso creciente de la fecundidad en general, que tuvo en 2004 su punto más bajo, en todos los casos con patrones heterogéneos y con una persistencia de niveles relativamente altos de adolescentes con hijos. Mientras que en 1996 había un promedio de 2,7 hijos por mujer, esa cifra bajó a 2,45 en 2011, y en igual período el porcentaje de madres adolescentes también bajó, de 14% a 10%. Según dijo Varela, en general ese promedio se modifica cuando se cruzan variables que tienen que ver con el nivel socioeducativo de las personas, por lo que los contextos de vida se vuelven importantes a la hora de analizar las cifras.

Según establece la publicación, en el caso de las mujeres de 15 a 19 años, el porcentaje de madres asciende a 24% para las mujeres que tienen hasta seis años de estudios formales, baja a 10,3% para las que tienen de siete a nueve años, y desciende aun más, hasta 3,2%, para quienes tienen de diez a 12 años de estudios. Otra de las variables que se cruzan es la ascendencia étnico-racial: 14,2% de las madres adolescentes son de descendencia afro y 9,1% no lo son.

De acuerdo a lo que se concluye en la publicación, las cifras uruguayas para esta realidad social que involucra a las mujeres de entre 15 y 19 años se encuentran “apenas por debajo” de realidades de otros países latinoamericanos como Costa Rica, Brasil o México. Los académicos plantean la necesidad de pensar políticas públicas para adolescentes que tengan en cuenta esta realidad estructural, al igual que las carencias en salud sexual y reproductiva y desigualdades de género, “promotoras de relaciones afectivas inequitativas”, según indica el informe. También establece que a partir de atacar ese tipo de desigualdades y de aumentar los años de escolarización se podría lograr que se amplíen los proyectos de vida de las adolescentes. De todas formas, los académicos advierten que no se trata de generar políticas para que la fecundidad adolescente disminuya, sino para que todas las mujeres tengan mejores herramientas para ejercer su derecho a decidir si quieren tener hijos, qué cantidad y en qué momento.

Pero la brecha estructural aludida no sólo repercute en las adolescentes, sino que el contexto socioeconómico también afecta la cantidad de hijos con que las mujeres concluyen su etapa de vida fértil. Según concluye el estudio, Uruguay cuenta con dos modelos reproductivos bien diferenciados: uno que tiene una fertilidad baja, que va de 1,3 a 1,8 hijos por mujer en promedio, y otro cuyo promedio está entre cuatro y cinco hijos por madre. Según se desprende de las conclusiones del fascículo, la existencia de esas brechas se vincula a la participación de las mujeres en mundos socioeconómicos distintos, aunque no se explican únicamente por éstos. Si bien también hay factores territoriales, la principal causa se basa en las diferencias de estratos sociales, que pueden apreciarse empíricamente a partir de la medición de las Necesidades Básicas Insatisfechas, lo que permite afirmar que la población con menores niveles de bienestar es la que ingresa de forma más precoz en la maternidad.

En materia territorial, Artigas, Salto, Río Negro y Durazno son los departamentos con la mayor tasa acumulada de hijos por mujer, con el rango que va de 3,2 a 3,6. El departamento que cuenta con el menor índice es Montevideo, que apenas llega a 2,1 hijos por mujer, 0,1 por encima del mínimo necesario para asegurar el recambio generacional. Sin embargo, vuelven a presentarse brechas en los barrios costeros y los del cinturón del departamento, ya que en estos últimos el promedio es mayor. En este sentido, Varela aseguró que la población uruguaya no corre riesgo de extinción, debido a que a partir de estos datos, puede concluirse que continuará creciendo, aunque a un ritmo menos elevado del que lo venía haciendo, que ya era bajo de por sí.

Respuestas

Por su parte, Roca habló de la existencia de problemas ficticios sobre este tema en la opinión pública. Por un lado, se refirió a la falsa idea de que el crecimiento decreciente de la fecundidad sea un riesgo para la desaparición de Uruguay, y al respecto opinó que preocupa más a las autoridades el riesgo de desaparición de algunos departamentos ante las cada vez más altas migraciones a la interna del país, mediante las cuales año a año mucha población se traslada a departamentos costeros. En esta línea criticó la existencia de una “histeria pro natalista” que algunos políticos intentan traspasar a las políticas públicas, algo que la experiencia de otros países ha indicado que siempre termina fracasando, por ejemplo por medio de estímulos a la natalidad.

El ministro Olesker se refirió al “riesgo creciente” de que la recuperación económica y social que vive el país desde 2005 “profundice un modelo dual de comportamiento en la fecundidad y en otras variables socioeconómicas”. Sobre esta situación dijo que el informe presentado representa “un alerta” que ya fue advertido por el gobierno en otros temas, y se mostró convencido de que es necesario un trabajo más focalizado sobre la población vulnerable, y en ese sentido apuntan los programas sociales de su ministerio. Habló también de la necesidad de que las políticas focalizadas sean respaldadas por políticas públicas universales de calidad, como las salariales.

Acerca de este tema, Roca explicó que el gobierno se propone “no perder ni un solo niño”, propósito que ha sido el motor de programas como Uruguay Crece Contigo. En la misma línea que el informe, el jerarca señaló la necesidad de que detrás de los temas de fecundidad está la pobreza, y reclamó “que la sofisticación no nos lleve a olvidar que la variable que más excluye es la pobreza”. Según señaló, la política pública en este tema debería apuntar a satisfacer una doble insatisfacción, que por un lado las mujeres pobres que no lo desean dejen de tener hijos, y que las mujeres de sectores mejor posicionados que quieren tener más hijos los puedan tener. De todas formas, advirtió que eso configuraría una mala noticia para “los pro natalistas”, porque implicaría un descenso en la tasa de fecundidad.