-¿En qué está la reforma de la salud?

-La reforma sigue ampliando la cobertura por intermedio del Fonasa [Fondo Nacional de Salud]. A esta altura son pocas las personas que no tienen cobertura en Fonasa, pero falta el ingreso de algunos colectivos de jubilados, militares, policías y municipales. Por otro lado, se sigue trabajando en los programas que fueron considerados prioritarios: el de descenso de mortalidad infantil, y por lo tanto en la salud de la mujer y del niño. Se sigue trabajando en la reducción de las enfermedades crónicas no transmisibles; en este momento se está profundizando la política contra la prevalencia del tabaquismo, pero también se incorpora la de la alimentación saludable y del ejercicio físico. Se sigue trabajando en la política de trasplantes: ahora todos somos pasibles de ser donantes, por lo tanto se incorpora equipo técnico para el Instituto Nacional de Trasplante [INDT] y un banco de células madres. Se sigue trabajando en todas las políticas de las enfermedades crónicas, en salud mental, donde somos conscientes de que aún tenemos dificultades, y en la conformación de una red nacional de salud mental. Obviamente, también se abarca el tema de las adicciones. Seguimos trabajando la rehabilitación. Nos preocupa como un tema epidemiológico particular la accidentalidad en el tránsito. Necesariamente, tenemos que hacerlo con toda la población y con otros organismos. La reforma de la salud tiene entre sus banderas principales la accesibilidad con equidad, por lo tanto estamos llegando muy fuertemente al medio rural. Y queremos llegar con calidad.

-Por estos días circuló en los medios de comunicación que el presidente José Mujica propone darle un uso medicinal a la marihuana. ¿Es así?

-En realidad hasta ahora lo que hemos venido trabajando es el tema de la marihuana como uso recreativo. Nosotros estamos empezando a trabajar su uso medicinal, pero también hay que decir que hay ciertos usos que están probados en el mundo, que tienen aval científico, que son sobre los que vamos a trabajar. Siempre desde esa postura, de manejarlo con la evidencia científica disponible. También es cierto que Uruguay empieza a estudiar el tema de la marihuana a nivel de la Facultad de Medicina, donde hay un grupo de investigadores que empiezan a trabajarlo; por lo tanto, no es que vamos a trabajar la marihuana medicinal en todos los campos en los que la gente crea que es posible, sino que lo vamos a hacer seriamente.

-La semana pasada, en la Fundación Augusto Turenne del Sindicato Médico del Uruguay, hubo un intercambio entre médicos y periodistas. La falta de confianza y la credibilidad fueron temas recurrentes. ¿Cuál es su opinión al respecto?

-Yo no sé si es pérdida de confianza, hay un cambio en el paradigma. Pasamos de uno en el que el médico era prácticamente incuestionable al otro en el que es un ciudadano común y corriente, pero que tiene su campo de saber y conocimiento y sus técnicas. Que haya cambiado el paradigma es saludable; el tema es que también en la sociedad muchas personas consideran que un médico debería prevenir inclusive la muerte. La gente se va a seguir muriendo y enfermándose más allá de todos los cuidados, porque forma parte de nuestra biología, de nuestro ciclo de vida. Por otro lado, también el médico se tiene que bajar del pedestal y, explicar, enseñar, compartir, saber que no es el único que toma las decisiones y que la persona que está al lado es un ciudadano sujeto de derecho, y por tanto también puede negarse a recibir determinados tratamientos. Todos tenemos que cambiar la cabeza.

-El paciente dejó de ser paciente en el sentido de esperar, y hay mucha gente que busca información en internet que a veces es muy pobre o es incorrecta...

-Lo de internet es inevitable. Ese ciudadano va a la consulta con un bagaje de información que es muy importante; antes, el paciente le contaba al médico los síntomas y lo que sentía, y el médico decidía cuál era el tratamiento. Eso no ocurre más, y muchas veces ese ciudadano va con información de un fármaco que se descubrió ayer en Singapur, por ejemplo, y a veces el médico no lo sabe. Pero las personas no tienen una visión crítica de la literatura médica que les permita discernir si un fármaco se aplica o no para su caso. Hay una serie de competencias que sólo tiene el médico, porque para eso estudió, pero sí creo que hay que llegar a una negociación en la consulta. En cuanto a la información en los medios, creo que a veces hay una excesiva politización de algunos temas.

-El MSP pasó de ser un prestador a ser un órgano rector en la materia. ¿Qué pasa con las medicinas alternativas a las que tanta gente recurre?

-Algunas de estas medicinas están reguladas. La acupuntura solamente la pueden hacer los médicos. Pero esto de fiscalizar cómo deben funcionar los servicios es algo nuevo en el MSP y no tenemos la cantidad suficiente de fiscalizadores para controlar todos esos aspectos. En el caso de la homeopatía, lo que tenemos son servicios habilitados, pero queremos empezar a regular todas las medicinas, porque es una responsabilidad del MSP. Se han empezado a regular una cantidad de establecimientos prestadores de salud, pero hay que continuar.

-¿Cómo se determina el pago de los 
servicios a los prestadores del SNIS?

-El Fonasa les paga una “cuota salud” más el cumplimiento de metas. La “cuota salud” es sobre el número de cápitas por riesgo, edad y sexo, más una meta por el cumplimiento de determinadas políticas que tienden a atender a la población; por ejemplo, la atención de niños menores de un año, mujeres en edad reproductiva y adultos mayores. En vez de pagarles por curar a una persona que se enferma, el objetivo es que los prestadores mantengan a la población sin que se enferme.

-El secretario general de la Federación Uruguaya de la Salud, Jorge Bermúdez, opinó que la reforma avanzó rápido en la primera etapa, pero ahora está estancada. ¿Qué piensa de esa afirmación?

-Comparto esa apreciación en el sentido de que la reforma de la salud es un proceso político que tiene momentos de síntesis y momentos de acumulación de fuerzas. En este momento hay mucho trabajo que no se había hecho antes, de ordenar determinados aspectos y de hacer mucho trabajo de rectoría, de organizar estructuras y equipos de trabajo. La reforma fue un desafío y necesitó de equipos fiscalizadores, habilitadores; eso no existía en el MSP y llevó un tiempo establecerlo.

-¿Cómo se trabaja en el interior?

-Todavía sigue siendo un desafío. Lo primero es que hoy en las capitales departamentales la mayor parte de los problemas de salud pueden ser resueltos, pero en el medio rural ya tenemos algunas dificultades mayores. Pretendemos tener equipos de primer nivel de atención con capacidad de resolución. Se está generando una estructura de red mixta -pública y privada- para llegar al medio rural cada vez con más fuerzas, y se están ofreciendo prestaciones cada vez más importantes en las capitales.

-¿Cuánto tiempo va a pasar para que sea más atractivo afiliarse a ASSE que a una mutualista privada?

-Eso no lo sé. Creo que parte más de algo cultural que de otra cosa; de hecho, yo soy una usuaria de ASSE porque conozco las prestaciones desde adentro y sé que hay prestaciones que son mejores que en el privado; hay otras que son iguales y otras que tienen mayores dificultades. ASSE sigue teniendo un atraso respecto de lo edilicio, pero no en el resto de las cosas. Yo creo que hay una cuestión cultural. El MSP se encargaba de dar prestación de servicios y la gente, para acceder, tenía que tener un “carné de pobre”, y a nadie le gustaba tenerlo, era totalmente marginatorio, discriminatorio. Antes de la reforma de la salud, el MSP era hospitales y medicina de pobres para pobres, con pobres profesionales que los atendían. Estamos trabajando para otro modelo. ASSE está casi al mismo nivel que las mutualistas, pero hoy tiene que mejorar en lo edilicio. Ésa es la única diferencia. Hoy se atienden en ASSE 1.200.000 usuarios.