El candidato presidencial colorado, Pedro Bordaberry, anuncio el 10 de junio 15 medidas de gobierno para la educación que se propone aplicar si gana las elecciones. Una de ellas es convertir la actual Regional Norte de la Universidad de la República (Udelar) en una "Universidad del Norte". La propuesta no es novedosa: un recorrido por la azarosa peripecia de esa arraigada aspiración local puede echar luz sobre el proceso que actualmente está recorriendo la Udelar y dar contexto a la iniciativa partidaria.
Una "bella promesa"
La creación de una universidad "propia" ha sido largamente acariciada por variados sectores de la sociedad salteña, que la concibieron como otra forma de enfrentar el centralismo montevideano y dinamizar su propio desarrollo. Desde mediados de los años 40 hubo varias iniciativas al respecto, promovidas por organizaciones civiles, asociaciones profesionales y agrupaciones de padres, docentes y estudiantes con el apoyo de las autoridades municipales. Los argumentos vertidos referían a las dificultades que numerosas familias debían afrontar para costear los estudios de sus hijos en la capital. Se advertía, además, que quienes accedían a la enseñanza universitaria emigraban definitivamente, con la consiguiente pérdida de recursos departamentales calificados.
En noviembre de 1948 se colocó la piedra fundamental y se procedió a la posesión simbólica de los terrenos donde se pensaba instalar la futura Universidad del Norte (UN). La presencia del entonces presidente de la República, Luis Batlle Berres, prestigió la “bella promesa para el porvenir universitario local y para el progreso general de la ciudad”, según el diario salteño La Prensa. Casi una década más tarde, alumnos de bachillerato del Liceo Departamental, profesores y padres iniciaron gestiones ante las autoridades universitarias para concretar la instalación de los cursos de primer año de Derecho y Notariado de la Udelar, como primer paso de la creación de la UN. Luego de sortear varios escollos, en mayo de 1957, y en medio de gran expectativa, los profesores Isaac Ganón y Evangelio Bonilla dieron comienzo a cursos de Sociología y Derecho Romano, respectivamente. Tanto los gastos como la infraestructura fueron sostenidos mediante donaciones de instituciones de fomento local y el apoyo del gobierno departamental. Así ocurrió hasta 1970, cuando se hizo cargo la Udelar. En diciembre de 1966, el diputado salteño Martín Boada presentó a la Cámara de Representantes un proyecto de ley para la creación de la UN que no prosperó.
Contra la "ola subversiva"
La situación se modificó dos años más tarde, cuando un grupo de ciudadanos e instituciones públicas y privadas de Salto claramente alineado con las derechas fundó el Movimiento pro Universidad del Norte. La idea fue concebida en oposición a la Udelar, tanto en contenidos académicos como en orientación político-ideológica. La radicalidad de la propuesta y de quienes la apoyaron expresaba el ambiente de creciente polarización y violencia que marcó aquel período. De hecho, era el momento de mayor tensión entre las autoridades universitarias y el gobierno nacional a causa de graves sucesos: violento allanamiento policial de locales de la Udelar, pedido de venia parlamentaria para la destitución de su Consejo Directivo Central por parte del Poder Ejecutivo y primeros asesinatos de estudiantes durante manifestaciones callejeras.
En setiembre de 1968, a pocos días de la muerte de los jóvenes Susana Pintos y Hugo de los Santos, se realizó en los salones del Club Salto Uruguay la asamblea fundacional del Movimiento pro Universidad del Norte. Su Comité Ejecutivo estuvo presidido por José Antonio Varela e integrado también por Irma Alonso de Chamorro, José A Bodada Pettiati, Alda Thevenet de Andreu y Arturo Aníbal Gagliardi. La novel agrupación declaró ser un ámbito plural que representaba a diferentes tendencias políticas, religiosas y filosóficas, autodefiniéndose como la reactualización de una corriente tradicional en el departamento que bregaba por la descentralización de la cultura y la “apoliticidad” en la enseñanza.
La idea era que la UN fuera un ámbito "aséptico", libre de la contaminación subversiva que asolaba a la Udelar. Se produjo entonces una escisión en la sociedad salteña, entre quienes apoyaban la descentralización dentro de la órbita de la Udelar y aquellos que buscaban un camino alternativo que, según Thevenet, nada tenía que ver "con esta ola subversiva" y nacía de "un sentimiento autonómico real”. Éstos fueron apoyados por "fuerzas vivas" del departamento como el Club de Leones, el Rotary Club y el Centro Comercial e Industrial, corporaciones profesionales como el Centro Agronómico, dirigentes locales e integrantes del gobierno departamental vinculados con los sectores conservadores de los partidos tradicionales.
El periódico local Tribuna Salteña, de orientación colorada y alineado con el gobierno de Jorge Pacheco Areco, se convirtió en el principal portavoz y promotor del Movimiento. En el ámbito estudiantil, miembros de la Asociación de Estudiantes del liceo departamental Osimani y Llerena crearon la Juventud Salteña de Pie, organización anticomunista que militó a favor de la UN y que confluiría en la fundación, en agosto de 1970 y en Salto, de la Juventud Uruguaya de Pie. En el ámbito nacional apoyaban la iniciativa figuras, grupos políticos y órganos de prensa de derecha (particularmente el diario colorado La Mañana y el nacionalista El País), que vieron en la fundación de una nueva universidad pública, independiente de la "Universidad central" (y alejada de "la utopía del cogobierno estudiantil, que al fin se transforma en dictadura estudiantil") la oportunidad de imponer un formato diferente y opuesto al de la Udelar, donde a su entender se incitaba a la "agitación social", suscribiendo "dogmas políticos nacionales o extranjeros" (La Mañana, junio de 1969).
Auge, freno y presente
En el ambiente general de confrontación que vivía el país, las distintas visiones acerca de la organización y las funciones de la educación superior fueron planteadas en términos dicotómicos. El Movimiento desplegó una intensa movilización de proyecciones regionales y nacionales, obteniendo un fuerte respaldo de Pacheco Areco y de su ministro de Educación y Cultura, Federico García Capurro, representante de la línea dura del gobierno. En octubre de 1969, Pacheco decretó la creación de una Junta Planificadora de la UN, integrada por un representante de cada uno de los seis departamentos situados al norte del Río Negro, un miembro de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto y un representante del Ministerio de Educación y Cultura (MEC). Debía realizar un estudio y relevamiento de las necesidades de educación superior en esos seis departamentos, elaborar un proyecto de creación de la UN, redactar y aprobar su estatuto orgánico y proponer al Poder Ejecutivo la contratación de un rector provisorio.
La capacidad organizativa y la intensa movilización del Movimiento lograron, con decidido apoyo del MEC, articular los intereses de vastos sectores sociales y políticos, locales y nacionales, vinculados con el amplio espectro de las derechas uruguayas. La asunción en el MEC de Carlos María Fleitas, representante de la lista 15, frenó a comienzos de los 70 la implementación del proyecto, y en los años previos al golpe de Estado la movilización del Movimiento se mantuvo pero no alcanzó las adhesiones políticas necesarias. Otras preocupaciones, vinculadas con las duras circunstancias que atravesaba el país, centraron la atención de los partidos y del elenco gobernante.
La dictadura intervino la Udelar y postergó el proyecto de crear la UN. En cambio, tras gestiones del Movimiento, a partir de 1975 se instalaron en Salto cursos universitarios de las facultades de Agronomía, Veterinaria, Ingeniería y Arquitectura. La demanda de expandir esa cobertura universitaria por parte de actores locales se mantuvo, y tras la apertura democrática la Udelar continuó, con aciertos y desaciertos, aumentando en forma paulatina sus actividades fuera de Montevideo. Desde 2004 comenzó a desarrollar un inédito esfuerzo para extender su cobertura a todo el territorio nacional, atendiendo en muchos casos reclamos locales y sectoriales de diferentes procedencias.
Este camino se profundizó a partir de 2007, cuando la conducción de la Udelar adoptó una serie de decisiones sobre el modo de abordar el trabajo en el interior del país, en el marco de un proceso de reforma general de la institución y en acuerdo con las autoridades nacionales y departamentales.
Desde entonces se ha incrementado la presencia universitaria en distintas localidades: año a año se abren nuevas sedes, al tiempo que aumenta en forma exponencial la oferta educativa terciaria. Se vienen instalando además Polos de Desarrollo Universitario en diferentes regiones, radicando grupos de investigación con docentes de alta dedicación. Se han creado los Centros Universitarios Regionales que recientemente eligieron sus consejos y claustros regionales, un paso decisivo para avanzar en su autonomía académica y administrativa.
A esto debe sumarse que la creación de una Universidad Tecnológica en el interior ha sido un tema prioritario en la agenda del gobierno encabezado por José Mujica. A fines de 2012, el Parlamento aprobó la ley de creación de la Universidad Tecnológica, cuyo funcionamiento está previsto que comience este año. En distintos ámbitos la cobertura de la educación superior en el interior del país parece ser un asunto prioritario. A la luz de estos procesos, es difícil comprender cuál sería el rol de una Universidad del Norte en el marco de la reforma de la educación uruguaya propuesta por el candidato colorado.