Tras pasar varios escáneres y controles, de a poco, integrantes de la Comisión de Género del INR y de Utru se van acercando al módulo 4 del Compen, donde desde hace algunos meses viven las internas trans de la cárcel en varias celdas exclusivas. A medida que van transitando los largos caminos de asfalto y tierra, muchos de los internos que trabajaban o jugaban al fútbol miran y les gritan alguna cosa a las seis mujeres -dos de ellas trans-. Al llegar a la puerta del módulo, desde lejos ya se podía ver a Britany, una de las 18 que todos los viernes esperan ansiosas el taller, en el que pueden expresar sus dudas, miedos y quejas acerca de sus identidades de género, la vida carcelaria y hasta lo que pueda ocurrir después de ella.
Todas se encuentran visiblemente arregladas y producidas para la ocasión, y algunas se apuran para interceptar a Colette Spinetti y Paula Braga, las dos integrantes de Utru que lideran los talleres. Según cuentan desde la Comisión de Género, antes de estas instancias de taller, costaba mucho que las internas trans pudieran hablar con confianza de los temas que hoy tratan con mucho más naturalidad. Eso se debe principalmente al rol de Spinetti y Braga, que por su condición de mujeres trans pudieron generar otra empatía y un adecuado ambiente de reflexión, que hasta por momentos hoy se torna en un espacio de catarsis para las internas.
Al taller
Después de saludos, historias y de ir a buscar a tres reclusas que estaban trabajando en el Polo Industrial del Compen (ver recuadro), de a poco las muchas conversaciones se fueron callando y el clima de taller se apoderó de la sala.
Spinetti comenzó explicando que la idea de la instancia de ese día era la de que todas se volvieran conscientes de su salud sexual, y habló del tema en el marco de los derechos humanos. También fue una buena oportunidad para repasar algunas ideas de talleres anteriores, como la diferencia entre género y sexo, que a una de las internas le cuesta incorporar. Para ella, el hecho de haber nacido con pene le impedía considerarse mujer, y según dijo, a lo máximo que podía aspirar era a ser “gay o maricón”, porque “es lo mismo que ser trans”. Además, contó que cuando era una niña su padre la ponía en penitencia por travestirse.
El debate se instaló, y Spinetti trató de explicarle que el problema en ese caso es que desde chica la concibieran como “maricón” y no como una niña. Al respecto, añadió que si ella se sentía mujer, entonces era trans, porque “la identidad de género va por dentro” y no depende de la vestimenta de la persona, y que lo mismo ocurre con una persona que tenga vagina y se sienta hombre. Inmediatamente vino la réplica, y fue interrogada sobre si podría existir una mujer con barba, a lo que respondió afirmativamente. Sobre ese tema, la tallerista cuestionó por qué debería seguir el modelo que la sociedad le exige para ser una mujer, y todas estuvieron de acuerdo en que ese modelo, además de a las trans, también afecta negativamente a las propias mujeres.
Según continuó Spinetti, las y los trans sufren discriminación porque “salen de la bigeneridad” a la que la sociedad mandata. Consideró que la genitalidad está “muy arraigada” y que habitualmente “se reduce lo que somos a ella”.
Además, señaló que la sociedad civil debería trabajar para que, como ocurre en otros países, se reconozca “un tercer sexo”. También aparecieron otras preguntas acerca de lo que cada una era, como qué pasaba si una mujer trans tenía a su vez como pareja a otra mujer trans. La respuesta fue que esas personas serían lesbianas o lesbotrans, y que en Uruguay existen algunos matrimonios entre una mujer y una trans, que incluso tienen hijos.
En los polos
El Polo Industrial es una fábrica que fue construida dentro del Compen para que los internos trabajen y produzcan insumos para la población carcelaria de ese centro y de algunos otros. Allí se produce desde detergente hasta cerámica, y los presos que participan en esos trabajos tienen la posibilidad de capacitarse para su reinserción en la sociedad y a la vez redimir penas. Cada dos días de ocho horas de trabajo reducen un día de pena.
Una de las internas compartió con el resto que hace poco había realizado su trámite de cambio de identidad y contó lo emocionada que se había sentido cuando al final del papel la nombraban como “señora Virginia”. Enseguida, varias contaron cómo habían construido sus nuevos nombres, pese a que no todas habían iniciado el trámite para el cambio formal. Virginia también contó una situación que tuvo que pasar con un policía en la cárcel que la llamó “don”, y mostró cómo se paró enfrente de él y le pidió que la llamara “doña”, algo que el efectivo no entendió hasta que ella le mostró el papel que certificaba su cambio de identidad. Al respecto, la presidenta de la Comisión de Género, Natalia Rodríguez, explicó que también se está trabajando en talleres con los policías y operadores carcelarios para sensibilizarlos en el tema, aunque no todos lo incorporan de la misma forma.
Al tema
Pero finalmente llegó el momento de abordar el tema específico del taller, y después de una introducción en la que las talleristas explicaron que cada cual tenía derecho de vivir su sexualidad con intimidad y de la forma que cada cual considerara, el taller se centró en hablar de las enfermedades de transmisión sexual. La más referida fue el VIH, virus con el que varias de las internas tienen que vivir. En primer lugar se habló de la forma en la que la sociedad se refiere al tema, y se señaló que para no caer en la estigmatización, en vez de hablar de “infectados” o “enfermedad” es mejor hablar de “personas que viven con el virus”. Según añadieron, se trata de un virus crónico no mortal, siempre que se trate adecuadamente y se tome la medicación, e incluso se comentó que una persona con VIH puede tener una mejor calidad de vida que otra que tiene diabetes.
Una de las internas habló de la ignorancia que hay sobre el tema y contó que una compañera que ejercía la prostitución y que vivía con VIH, elegía tener sexo con los clientes sin preservativo para contagiarlos, algo que en realidad le podía hacer daño a ella misma, porque si se encontraba con otra persona que tuviera otra cepa del virus, su caso personal podía agravarse.
Otra preguntó si el virus podía contagiarse al practicar sexo oral, y además de responder afirmativamente, Spinetti señaló que lo recomendable es usar el preservativo “para lo que sea” desde que la erección comienza. Al respecto, quienes habían trabajado como prostitutas afuera también comentaron que hay clientes que ofrecen más dinero para tener sexo sin preservativo.
Varias de las internas también se mostraron preocupadas, porque como se encuentran en una relación de pareja, dejaron de usar el preservativo. Si bien dijeron estar tranquilas porque tanto ellas como sus parejas se habían hecho los tests correspondientes, la infidelidad siempre era una posibilidad, y podía hacer que les transmitieran el virus. Al respecto, la recomendación fue que usaran el preservativo de todas formas, porque también hay otras enfermedades de transmisión sexual.
En confianza
Sobre el final del taller, afloraron las quejas de algunas internas, porque hace algunos días les trancaron el pabellón después de algunos incidentes en la cárcel que terminaron con una persona herida en la enfermería. Las reclusas se quejaban de que habían pasado un día entero trancadas y las autoridades explicaron que esa medida se tomó por seguridad de ellas mismas, porque son población vulnerable entre la totalidad de los reclusos, y debido a la escasez de efectivos policiales es la medida que se puede tomar en esas instancias. Además, todos estuvieron de acuerdo en que el ambiente en el Compen en estos días estaba un tanto tenso, después de dos fugas y los casos de un muerto y algunos heridos que se registraron últimamente.
Al terminar el taller, las internas insistieron en mostrar sus celdas nuevas, en las que muchas de ellas viven con sus parejas, que en varios casos fueron trasladados para que pudieran estar juntos. Dos pisos más arriba de la sala donde habían estado cerca de dos horas con las autoridades y las talleristas, estaban esperando las parejas de las mujeres trans. Varias de ellas mostraban con cierto orgullo sus celdas, que estaban decoradas y reformadas por ellas mismas y sus parejas. Actualmente, las reclusas trans de la zona metropolitana están siendo trasladadas hacia ese sector del Compen, y a partir de este espacio de talleres se busca que puedan empoderarse acerca de sus derechos y sean conscientes de que, “con respeto”, pueden reclamarlos, como se insiste taller tras taller.