Santiago Soto tiene 28 años, es economista y politólogo, y fue designado para ser el director del Instituto Nacional de la Juventud (Inju) desde el 1º de marzo, cuando asuma el gobierno liderado por Tabaré Vázquez. Soto (Partido Socialista) forma parte del equipo de gestión del actual director del instituto, Matías Rodríguez, y en el primer gobierno del Frente Amplio formó parte del programa Infamilia del Ministerio de Desarrollo Social (Mides), por lo que el proceso de transición no será demasiado dificultoso, según explicó el futuro jerarca a la diaria.

Soto recordó que el Inju tuvo una primera etapa “fundacional” en la que constituyó dos activos “fundamentales” para “instalar la marca en la sociedad”, que fueron la casa Inju (ubicada en 18 de julio y Fernández Crespo) y la Tarjeta Joven, que tuvo alcance nacional y en la actualidad sigue teniendo un volumen de solicitudes “bastante elevado”, según dijo. A nivel de políticas sociales consideró que las iniciativas que surgieron en ese período actuaron principalmente “desde el paradigma de los jóvenes que están en riesgo”.

Luego de ese período fundacional, Soto recordó que el Inju pasó “por varios ministerios” y aseguró que la estabilidad institucional se consagró en los últimos diez años, cuando pasó a depender del Mides. Para el futuro jerarca, el gran cambio en los últimos dos períodos de gobierno fue lograr “constituir un área de articulación para construir los diálogos con las instituciones que afectan la vida cotidiana de los jóvenes”. De esa forma, “se pusieron a la vanguardia los temas no desde el lugar del peligro, sino desde el lugar positivo de la construcción y de los jóvenes como actores estratégicos del desarrollo”, agregó.

Si bien aclaró que por sus pequeñas dimensiones el instituto no pretende ser un ejecutor de políticas sociales, recordó algunas iniciativas que se concretaron gracias a su impulso, como el programa Compromiso Educativo, a través de la Administración Nacional de Educación Pública, por el que estudiantes terciarios tutorean a los de la enseñanza media. También recordó la concreción de la Ley de Empleo Juvenil -actualmente en proceso de reglamentación- junto con el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social y la creación de varios fondos concursables para iniciativas juveniles. En resumen, sostuvo que “en el marco de una matriz de bienestar global, que en su concepción tiene una lógica de promoción de derechos y de potenciar el rol activo en la sociedad”, el Inju “se sintió muy cómodo en el Mides” y eso le permitió “generar un cambio y dar un salto hacia otras arenas de las políticas, que lo vinculó más con los jóvenes”.

En el plan

Soto marcó como un hito en la actual gestión la concreción de un Plan Nacional de Juventudes 2011-2015 que pautó las prioridades del instituto, en consulta con grupos de jóvenes y expertos. Además, indicó que en el último tramo de la gestión de Rodríguez también se elaboró en forma participativa un Plan de Acción de Juventudes 2015-2025, que buscó ser “una mirada estratégica a largo plazo” y dejar a la gestión entrante “un catálogo o repertorio de propuestas” construidas con los jóvenes en todas las modalidades de participación, ya sea en forma individual, en organizaciones territoriales juveniles, en organizaciones sindicales o estudiantiles, señaló.

Consultado acerca de propuestas concretas que impulsará, aseguró que apuntará a incidir en varias iniciativas centrales del gobierno que van a estar en el plan nacional del Inju. En particular nombró los cambios propuestos en el sistema educativo y la creación del Sistema Nacional Integrado de Cuidados, porque muchos jóvenes son padres y madres. Además, consideró que “no hay una apuesta al desarrollo sin pensar en los actores que van tirando del carro de la diversificación de la matriz productiva” y habló de la necesidad de “tener un sistema nacional de competitividad en serio”.

Soto señaló que “históricamente los jóvenes fueron puestos en el banquillo de los acusados” por la sociedad uruguaya, ya sea “por sus pelos, sus prácticas sexuales, su vinculación con sustancias ilegales, o por su manera de vivir la vida”. También consideró que el mayor desafío es “ponerlos en el centro de la agenda desde un lugar positivo” y “como un actor político más”, al tiempo que indicó que la derrota del plebiscito por la baja de la edad de imputabilidad penal fue “un paso más para pensar a los jóvenes desde otro lugar”.

A nivel político, consideró a la “generación no a la baja” como un ejemplo importante porque “hubo un conjunto muy amplio de jóvenes, algunos vinculados a la izquierda más tradicional, y otros a los partidos de la oposición, que, tejiendo una red muy potente, con un discurso muy sólido y profesional, lograron poner detrás al conjunto del Uruguay organizado”. Respecto del plebiscito, consideró “inentendible” que la reforma haya perdido cuando comenzó con niveles de aprobación cercanos a 70% y de forma “tan transversal” a los partidos políticos. “Una parte importante de eso tiene que ver con el rol que tomó una generación muy joven”, indicó, al tiempo que aseguró que “no es algo aislado”, debido a que existen “montones de manifestaciones de jóvenes que toman el liderazgo”, pero “a veces una sociedad tan envejecida como la uruguaya no le da el destaque que merece”. Para el futuro jerarca, lo que ocurrió con la “generación no a la baja” es “algo que naturalizamos” pero que no es tan frecuente como fenómeno social.