Partiendo de la base de que, según uno de sus autores, se trata de un tema con muchos “tabúes y prejuicios” y en el que a menudo no se tiene en cuenta a las personas con discapacidad, en 2012 un grupo de investigadores, liderado por el psicólogo Sergio Meresman, escribió la primera edición de Es parte de la vida. Dirigido en especial a las familias de los niños y adolescentes con discapacidad, con el libro se busca brindarles herramientas para conversar con ellos sobre su sexualidad, en el entendido de que en el hogar es donde los niños construyen su identidad sexual, su autoestima y la modalidad de relacionamiento con los demás. En 2015, y después de que el texto tuviera una buena repercusión en Uruguay y en la región -por ejemplo, en Argentina fue incluido entre los textos del sistema educativo, con un tiraje de 50.000 ejemplares-, se publicó su segunda edición.

El texto sólo había sido repartido en las escuelas de educación especial de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP). Ahora se plantea su distribución en todas las escuelas del país, porque los niños con discapacidad también concurren a las escuelas llamadas “comunes”, a partir de una política impulsada por ANEP en los últimos años. En diálogo con la diaria, Meresman, que pertenece al Instituto Iberoamericano sobre Discapacidad y Desarrollo Inclusivo, que junto con el Programa de Educación Sexual de ANEP se encargó de la publicación, explicó que para que haya más niños con discapacidad en las escuelas comunes es necesario que haya más herramientas como este libro, que permitan que “tengan las mismas oportunidades que los demás” al aprender.

El psicólogo destacó que uno de los asuntos pendientes “es poder trabajar más tiempo y más cerca de las familias, para acompañarlas en la lectura del libro, que moviliza muchas cosas”. Según el coordinador del programa de Educación Sexual de ANEP, Diego Rossi, que también formó parte del equipo investigador, el mayor impacto de la publicación es la visualización de que las personas con discapacidad también viven su sexualidad.

Meresman consideró que la clave principal para el abordaje del tema con niños con discapacidad “es reconocer la necesidad de nombrar las cosas que tienen que ver con los sentimientos, las fantasías y el deseo”, en el entendido de que “muchas veces a estos niños se los reprime”. Según explicó, las familias muchas veces piensan que al empezar a hablar de estos temas los niños y jóvenes “después van a querer tener novia, y después casarse”, y muchas veces piensan “que no van a poder o no están preparados”. Según el psicólogo, ese tipo de razonamientos se debe a “temores de los padres” antes que a “realidades de los niños”. “El niño se va a cuidar a sí mismo si se le dan las herramientas para hacerlo”, resumió.

Agregó que desde el punto de vista científico están comprobadas las muy bajas expectativas de las familias y de la sociedad en relación con los niños con discapacidad, lo que considera “un legado” del siglo XX, cuando se concebía a la discapacidad como “imposibilidad”, sin derechos y sin considerar personas a los discapacitados. Planteó que esta situación cambió recién en 2006, con la aprobación de la Convención de Derechos de Personas con Discapacidad: en la medida en que hay un marco legal, las expectativas empiezan a ser otras, incluso las de los niños y adolescentes sobre sí mismos.

Meresman sostuvo que 80% de las discapacidades son leves y moderadas, por lo que los niños que las viven podrían concurrir a escuelas comunes, y que “muy pocos casos” ameritan la asistencia a una escuela especial. De todas formas, consideró que aun en el caso de las discapacidades más severas y que requieren mayor apoyo, deberían poder recibir a esos niños en escuelas comunes y “no necesariamente ser segregados a una escuela aparte”.

También cuestionó la forma de diagnóstico de la discapacidad en Uruguay, que hasta el momento sigue siendo “un modelo muy siglo XX”. En concreto, es diagnosticada por una unidad de salud del Banco de Previsión Social, que es la que asigna las pensiones. Meresman señaló que el modelo “todavía está muy cargado por lo médico” y por “la idea de la ayuda”: “Te ayudo porque te doy una pensión”, parece ser la idea subyacente, en vez de buscar formas para la inclusión de las personas. De todas formas, tanto Meresman como Rossi consideraron que los cambios sociales relacionados con estas concepciones se concretan varios años después de que las leyes son dictadas y las políticas públicas ejecutadas.

Universal

El Programa de Educación Sexual de la ANEP comenzó en 2006 y según explicó Rossi “se pensó para todo el sistema al mismo tiempo”, desde un enfoque “integral” que no tuviera en cuenta sólo aspectos biológicos. Además, planteó que si bien los espacios de educación sexual son obligatorios, eso tiene la contra de que no se contaba con suficientes recursos docentes formados, y fue necesario proceder a su formación. Si bien Rossi consideró que se marcha “en el camino de ir consolidando paulatinamente la estrategia”, dijo que en el contexto latinoamericano Uruguay es uno de los países que tienen “la propuesta más sólida”, ya que “es muy difícil que la educación sexual salga del sistema educativo”. El programa está en conversaciones con el Consejo de Formación en Educación, para darle más carga horaria a la propuesta de formación para docentes en el tema, que actualmente consiste en un seminario.

Rossi destacó que en Uruguay no hay movimientos de resistencia organizada en contra de la educación sexual, si bien “hay algunas familias que por motivos religiosos plantean que los niños no asistan a la clase o al taller de educación sexual”. Sin embargo, dijo que al tratarse de un programa obligatorio, tienen que concurrir. La propuesta “está en un marco de laicidad y nadie va a imponerles nada”, sostuvo, por lo que, junto con la información que reciban de sus familias, “cada uno tomará el camino que entienda más saludable”, concluyó.