El programa Jóvenes en Red surgió en 2012, paralelamente a que el gobierno de la época definiera su Estrategia por la Vida y la Convivencia. A tres años de su comienzo, el Ministerio de Desarrollo Social (Mides) y el Instituto Nacional de la Juventud (Inju) realizaron una actividad de evaluación de los resultados del programa. La presentación estuvo a cargo del sociólogo Martín Moreno, responsable de la división de Evaluación del Mides. Moreno recordó que el público objetivo del programa son entre 30.000 y 35.000 jóvenes de entre 14 y 24 años que no estudian ni están insertos en el mercado laboral, que no han culminado el ciclo básico y que pertenecen a hogares bajo la línea de la pobreza, con el objetivo de asistirlos en el acceso a derechos y en el diseño de sus estrategias de inserción laboral.

Hasta agosto de este año habían pasado por esta experiencia 5.266 jóvenes, que accedieron al programa por medio las organizaciones que trabajan en territorio, por el Mides y también por recomendación de jóvenes que ya habían participado. 67,4% de los jóvenes tuvo algún tipo de inserción educativa, 46,1% de ellos se vincularon de alguna forma con el mercado laboral y 7,9% de los jóvenes no registran ninguna de las dos actividades, pero sí actividades socioculturales o de asistencia en salud, mientras que 18,6% abandonaron el programa.

Según explicó Moreno, el trabajo implicó un “salto conceptual” en el diseño de la política pública, porque además de buscar incidir en las realidades de los jóvenes, se buscó transformar la oferta pública de servicios y prestaciones, en el entendido de que las carencias no pertenecen únicamente a los destinatarios del programa sino también a las instituciones.

Un puente

En cuanto al diseño del programa, consideró que una de sus fortalezas fue su carácter interinstitucional, con un liderazgo del Mides (participan, además, los ministerios de Trabajo y Seguridad Social, Educación y Cultura, Defensa Nacional, Turismo, el Consejo de Educación Secundaria, UTU y el Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay). Otro de los puntos altos que surgieron de la evaluación fue la alta presencia en territorio del programa, el aprovechamiento de los recursos ya existentes en cada una de las zonas de acción, y la flexibilidad de oferta para adecuarse a las distintas realidades de los jóvenes, aunque también se planteó la necesidad de “protocolizar” más los distintos comportamientos.

El sociólogo señaló que Jóvenes en Red fue concebido como un programa “puente” entre lo local y las políticas universales; de todas formas -puntualizó-, algunas veces sólo logra hacer de enlace con otros programas que también son concebidos como puentes. Moreno planteó que otro aspecto a tener en cuenta a futuro es que las realidades heterogéneas de los destinatarios hacen que los tiempos de intervención homogéneos no siempre sean adecuados. En este sentido, ilustró que hay jóvenes que acceden con vulnerabilidades adicionales, como el consumo problemático de drogas, y que en esos casos el tiempo de intervención planteado por el programa no es suficiente. Al respecto, planteó la posibilidad de explorar mecanismos de seguimiento una vez que los jóvenes egresan del programa. Otro de los temas a mejorar es la comunicación de acuerdos a nivel central, que no siempre llega en buena forma al territorio.

Mirar hacia adentro

En cuanto a la oferta de servicios universales en esos territorios, Moreno planteó que si bien ha aumentado en general, su presencia es despareja en cada zona, y todavía sigue sin adaptarse a las necesidades de los jóvenes, algo que explicó por la “escasa reflexividad” de los distintos organismos, que consideran que ofrecen el mejor servicio posible. Entre los factores que llevan a que los jóvenes y adolescentes se desvinculen de las instituciones, el jerarca planteó que en algunos casos es porque el servicio no llega al territorio o lo hace en forma restringida, pero en otros se debe a que hay un desfasaje entre los tiempos institucionales y los del joven, sumado a la actitud de algunos funcionarios públicos que no están sensibilizados sobre las problemáticas de ese grupo social.

Moreno planteó que a nivel “subjetivo” el programa alcanzó “importantes logros”, como “cambios de actitud” de los beneficiarios, aunque los participantes de éste consideran que eso no es suficiente y es necesario conseguir logros “más tangibles”. En el componente social del programa se registraron los mayores logros, principalmente en el acceso a documentación y prestaciones, o la adquisición de mayor autoconfianza y competencias transversales en los jóvenes. Sin embargo, en los componentes educativo y laboral fue donde el programa obtuvo logros más “débiles”, según Moreno.

Entre algunas explicaciones del poco éxito en la dimensión educativa, Moreno sostuvo que apareció el “escaso sentido de pertenencia” a las instituciones educativas formales y la escasa receptividad que los jóvenes encuentran en ellas. Según dijo, la matriculación en secundaria de los beneficiarios de Jóvenes en Red aumentó 12% entre los menores de 19 años. A nivel laboral, el programa se encontró con que los jóvenes perciben el trabajo únicamente como una forma de ganar dinero y no como una vocación o un espacio donde construir su identidad, ni donde sentirse útiles o dignificados. Moreno dijo que si bien la motivación económica es suficiente para que salgan en busca de trabajo, no lo es para que lo consigan. En este sentido, marcó la necesidad de que Jóvenes en Red cuente con más convenios para la realización de prácticas laborales.

El sociólogo señaló que las “bajas del programa”, como se denomina a quienes se desvincularon o a quienes culminan las actividades sin inserción educativa o laboral, se encuentran “un escalón abajo” de quienes egresan exitosamente, principalmente en aspectos como el apoyo familiar que reciben o el nivel educativo previamente alcanzado. De todas formas, planteó que la totalidad de los beneficiarios del programa tuvo una visión positiva de éste, y que más allá de los aspectos a mejorar, los resultados son positivos. La titular del Mides, Marina Arismendi, definió la experiencia como “exitosa”, mientras que el director del Inju, Santiago Soto, señaló que la evaluación del programa en este momento se debe a la necesidad de “pasar raya para ir a más”.