Para el director ejecutivo del Ineed, organismo encargado de investigar y evaluar el sistema educativo uruguayo, actualmente las pruebas PISA son “el mejor instrumento” para medir logros de estudiantes que tiene el país, que adhirió a ese sistema y no ha hecho otras mediciones para estudiantes de secundaria. Según añadió, se trata de una prueba en la que a los estudiantes se les plantea un desafío en lengua y matemática, y los datos que arroja muestran si el estudiante fue capaz o no de sortearlo, tomando en consideración el tipo de familia y el contexto socioeconómico al que pertenece. “Necesitamos, y en esa dirección va el instituto, avanzar hacia instrumentos que aun trabajando sobre lengua y matemática nos permitan medir aprendizajes, o sea, medir ya no en un punto del tiempo sino lo que ocurre entre dos puntos, es decir, qué diferencia tuvo un alumno respecto del año pasado, eso es a lo que llamamos ‘aprendizaje’. Lo segundo es que estamos tratando de medir oportunidades de aprendizaje: determinar qué tipo de actividades generó el docente, que permitirían tratar de entender por qué se dan esos resultados de logro o desempeño”, informó.

Según Palamidessi, pese a que “dicen mucho”, los instrumentos como las pruebas PISA son “limitados”, porque la calidad del sistema educativo no se puede “reducir” a lo que éstas miden. “El dominio del código de la lengua y de la modelización matemática del mundo son claves, pero no agotan los aprendizajes que podemos considerar básicos para el ciudadano”, agregó. Según dijo, se necesitan “muchos más sensores sobre el sistema” y actualmente el Ineed está pensando en “ir agregando otros instrumentos de medición y de estudio, para tratar de entender qué otras cosas aprenden los estudiantes a su paso por el sistema educativo”. Por ejemplo, en ciudadanía, desarrollo socioemocional, capacidades para lidiar con la tarea y la dificultad, autoconfianza, pero también cuestiones “claves” como la creatividad o el desarrollo de capacidades para lidiar con materias no estructuradas propias de los códigos artísticos, explicó el técnico.

Para ello, el año que viene el Ineed creará un grupo de trabajo en el que se contará con la participación de docentes, padres, sociedad civil y universidades, “con el propósito de generar ideas de cómo desarrollar esta batería de instrumentos que nos permiten entender de una manera más compleja lo que logran nuestros estudiantes” y, de esa forma, entender que “calidad de educación no es sólo resultado en lengua y matemática”, pese a que éstos son componentes “fundamentales”.

A mejorar

Para Palamidessi, el problema más importante del sistema educativo uruguayo es la baja tasa de graduación de la educación básica, que se ubica en torno a 40% de los adolescentes, una cifra “muy baja a nivel mundial y baja a nivel regional”. Al respecto, agregó que pese a que el Producto Interno Bruto per cápita en Uruguay es de los más altos de la región, y a que a partir del coeficiente de Gini se demuestra que también es el país más igualitario en términos económicos de la región, los datos educativos “contrastan fuertemente” con estos indicadores. Palamidessi señaló que a la tasa de matriculación se agrega el problema de las capacidades que desarrollan los estudiantes en el sistema, y mencionó como ejemplo que PISA mostró que la mitad de los jóvenes de 15 años que están en el sistema educativo tiene dificultades en la comprensión de textos.

Según dijo, también hay que mirar lo que ocurre en torno a generar en los estudiantes las ganas de seguir aprendiendo, que es “un elemento clave”. “El deseo de ir a la escuela, la idea de que eso vale la pena, que tiene sentido, que es una experiencia en la que sienten que los dota de instrumentos que les permiten lidiar mejor con el mundo. Un gran problema es que en los últimos 30 años Uruguay no dio una discusión en relación a qué tiene sentido enseñar, en qué momento habría que enseñarlo y cómo lidiar con nuevos requerimientos de una sociedad más compleja”, agregó. Por el contrario, lo que se produjo “fue una renovación de planes, muy a la interna de la Administración Nacional de Educación Pública [ANEP] y, como una conversación de los educadores y los supervisores, poco abierta a las demandas de la sociedad”. Por lo tanto, planteó la necesidad de rediscutir qué historia, qué geografía, que conocimientos tecnológicos, artísticos, qué experiencias, qué grado de dominio de la lengua y de lenguas extranjeras se deberían proponer “asegurar”.

Al respecto, valoró positivamente el trabajo de la ANEP en torno a la definición de perfiles de egreso. Sostuvo que espera que esto permita discutir qué conocimientos vale la pena enseñar y qué experiencias deberían tener lugar en la escuela, y al mismo tiempo determinar en qué momento de la escolaridad los estudiantes deberían haber logrado esos aprendizajes, o, en otras palabras, “qué esperamos que aprendan, para poder seguir aprendiendo”. “Si ponemos la bandera en que el mínimo de educación para un ciudadano es la educación media completa, hay que ir sentando las bases de una carrera educativa larga, y un componente fundamental es la motivación”, consideró.

En marco

Con respecto a la pertinencia de generar un Marco Curricular Común (MCC) en la educación, señaló que esta herramienta tendría que definirse en términos “no sólo de capacidades o de grandes ejes de aprendizaje, sino también bajar alguna definición respecto de los contenidos”, y de esa forma “bajar un poco más cerca de la práctica de enseñanza”. En relación a la discusión de los perfiles de logros que tiene lugar en la ANEP en tercero y sexto de escuela y de liceo, el técnico dijo que el Ineed la evalúa positivamente, y consideró que “es casi casi un MCC”, ya que se trata de “un esqueleto que permitiría armarlo”. Palamidessi se mostró de acuerdo en que el MCC funcione como “un articulador de niveles que han estado completamente incomunicados”, en alusión a los distintos subsistemas de la ANEP. Además, dijo que en la medida en que primaria era el único nivel obligatorio, “secundaria podía darse el lujo de funcionar como un curso preparatorio de la universidad y, por lo tanto, su idea de lo que hay que enseñar miraba hacia la universidad y sus requisitos de acceso”. Sin embargo, planteó que cuando la educación media ganó autonomía y ésa dejó de ser su función primordial, se volvió necesario que redefiniera “su propio norte”, que tiene que ver con preparar a las personas para las posibilidades del empleo, preparar ciudadanos y personas que quieran seguir estudiando por su cuenta.

De todas formas, no consideró pertinente atender ideas que tienen que ver con extender la enseñanza primaria a séptimo, octavo y noveno grado, porque actualmente hay una fuerte institucionalidad de la educación media y el país debería abocarse a mejorar los aprendizajes de sus jóvenes con las actuales estructuras institucionales, más allá de la necesidad de mejorar la comunicación entre éstas. Con respecto a primaria, mencionó la necesidad de mejorar los contenidos y de promover una mayor presencia de códigos como la expresión artística y la actividad física. En cambio, es en educación media que “claramente hay que hacer un cambio en el modelo institucional” y “cambiar las condiciones de contratación y de trabajo de los profesores, para que sea posible la conformación de equipos de trabajo”. Además, consideró que el liceo debe volverse “un lugar donde los estudiantes tengan la posibilidad de sentir que el proceso de formación también está en sus manos, que no es sólo responsabilidad del mundo adulto, y hacer una institución de educación media mucho más atractiva, abierta al mundo, donde los temas sean más contemporáneos, donde haya posibilidad de experimentación”.

Sobre la importancia de la cantidad de días de clase, Palamidessi señaló que “una de las principales variables de la tarea educativa es el tiempo”, y pronosticó que en promedio “un ciudadano del siglo XXI va a llevar 16 o 17 años de formación”. Según agregó, esta formación requiere un ritmo de trabajo, “porque una de las cosas que se observa en una persona formada, educada, entrenada, es que maneja los tiempos, puede trabajar a cierto ritmo, coordinar, y eso no se aprende por escuchar a un profesor, sino por un modelamiento corporal, de trabajo, a lo largo del tiempo”.

En relación al número de días de clase en Uruguay en comparación con la región, evaluó que el tiempo total del que se dispone para el aprendizaje de matemática o de lengua es poco. “El tiempo formal y el tiempo real es poco”, aclaró, y dijo que si bien en lo inmediato el efecto “no parece ser dramático”, es “acumulativo” y se ve en el mediano plazo. “Cuando hay una medida de fuerza que interrumpe la actividad por 15 o 20 días, todo educador sabe que levantar el ritmo de trabajo, la atención, la continuidad, el clima de activación de la comunicación en un grupo de clase lleva tiempo, tiempo de conocimiento para el establecimiento de códigos explícitos e implícitos, acuerdos de trabajo, y cada vez que eso se interrumpe hay que volver a armarlo”, dijo.