Las banderas de Uruguay y de República Dominicana flameaban ayer de tarde en la plaza Liber Seregni; habían sido colocadas en medio de la Gran Fiesta de la Integración Uruguay-República Dominicana. La música y el baile eran el fuerte del encuentro: la invitación era a bailar candombe, bachata, salsa y merengue.

La gente fue llegando de a poco. Tres mujeres llevaban una gran olla de aluminio. “Habichuela con dulce”, anunciaron sus compatriotas sin ver el contenido. La mezcla se toma caliente y es una bebida típica dominicana que “en Semana Santa no falta en ninguna casa, por humilde que sea”, contaron. Se prepara con habichuelas o frijoles, leche de coco, azúcar, canela, pasas y boniato, entre otros ingredientes. Deliciosa. Más tarde trajeron jugos; ésos sí se servían fríos.

Se calcula que unos 4.000 dominicanos viven en Uruguay. Las principales oportunidades laborales para las mujeres están en el sector de trabajo doméstico y de limpieza; para los varones, en seguridad. Algunos de los que estaban ayer en la plaza vinieron a Uruguay porque no tenían trabajo; otros dijeron que aunque podían conseguirlo allá, les atrajo la idea de conocer otro país. Estaban los que llevaban dos o tres meses de residencia, mientras que otros contaban entre dos y tres años. El plan es ahorrar y volver a su país, pero hay quienes se han encariñado con Uruguay e intentan traer a sus familias. La mayoría tiene niños, también madres y padres a los que extrañan.

El encuentro fue organizado por la Universidad de la República, la Defensoría del Vecino, el Municipio B de Montevideo y la asociación Idas y Vueltas, que trabaja con migrantes desde hace 13 años. Pilar Uriarte, docente de Antropología, explicó: “La propuesta es empezar a ocupar el espacio público de una forma más positiva y más visible de lo que es la integración, porque el espacio que se le deja a la gente que viene a Uruguay en general es retratándolos como delincuentes, narcotraficantes, vinculados al tema de la prostitución; siempre se muestra lo más feo de la realidad. Nuestra idea es dar vuelta esa percepción y mostrar que la inmigración tiene muchísimo para aportar en términos de diversidad cultural, de alegría, de fuerza de trabajo, de crecimiento demográfico, y no todo ese mal, que son mentiras o es una porción ínfima de la gente que llega”.

Uno de los problemas más importantes que tienen es “dónde dormir”, explicó Rinche Roodenburg, de Idas y Vueltas: “Es realmente gravísimo el mal uso que se hace de la necesidad de gente que viene a vivir a Uruguay. Sabemos de pensiones donde en un momento de auge había 22 personas en una pieza pagando 2.000 o 3.000 cada uno, y en condiciones pésimas”. Dijo que han trabajado el tema con la Defensoría del Vecino y que está empezando a haber más inspecciones.

En cuanto a la recepción de los uruguayos, manifestaron diferentes formas. Roodenburg transmitió “una frase que duele muchísimo”: “entregar un currículum y que te digan: ‘Ah, dominicanas, vinieron muchas, ¿verdad?’. Todos entendemos lo que quiere decir, y eso es muy feo”. Comentó también que, por ejemplo, “si hay un dominicano que quiere secuestrar a alguien”, se piensa que todos los dominicanos quieren hacerlo, “como si en Uruguay no pasaran esas cosas”. Pero al mismo tiempo relató que “mucha gente, por medio de recomendaciones, está abriendo puertas para sus compatriotas en muchas empresas, porque están contentísimos con ellos, porque ve que son gente seria, cumplidora”. Uriarte comentó que muchos de los que llegan tienen formación. “Es gente que tiene secundaria y estudios terciarios. Son relegados y otros compañeros uruguayos empiezan a ascender y ellos no, pero no es porque no trabajen bien o porque no tengan capacidad, sino que siempre son los últimos, y ésas son formas de discriminación, de racismo”, sostuvo.

Algo parecido ocurre con la prostitución, que si bien es una opción para algunas mujeres, no lo es para el colectivo entero. “Tenemos historias de mujeres que han utilizado ese mercado como una forma de capitalizarse; llegan, ahorran y, cuando pueden, salen. La prostitución es uno de los caminos posibles, pero se retrata como si sólo las dominicanas ejercieran la prostitución y como si ejercer la prostitución no fuera un oficio legal en Uruguay”, sostuvo Uriarte. Otro problema es la solicitud de visa. Roodenburg cuestionó el requisito, porque no permite que las personas traigan a sus hijos y a sus parejas. “Todo el mundo sabe que si se quiere proteger a una persona, lo mejor es abrir, porque cuantas más trabas haya, más gente sin escrúpulos se va a meter en el medio”.

Desde antes de nacer

Juana Saltitopa es el nombre de un grupo de baile de bachata y salsa que ensaya en los tiempos libres y los fines de semana. “El merengue se lleva en la sangre, se aprende desde la barriga”, relataron Juan Carlos, Ángela, Fanny, Ana María y Perla, cinco de los seis integrantes del grupo. Resaltaron que son cristianos, y aludieron a la bandera de su país, que tiene una cruz y el escudo que reza “Dios, Patria, Libertad”. El merengue se baila aun en plena penuria, y las mujeres fregan y lavan siempre cantando, dijo Juan Carlos. A los uruguayos los ven como “buenas personas, un poquito más apagados que nosotros, más tranquilos, pero simpáticos”. Una falla en el parlante llevó a que la música recién empezara a sonar a las 19.30. Se formaron parejas, e incluso parejas de mujeres. Las uruguayas también formaron una buena ronda, aunque el compás no era el mismo.