“Vamos a ganar por los cambios en el interior”, aventuró el presidente José Mujica en agosto del año pasado, cuando las encuestas dibujaban nubarrones en el horizonte de la izquierda. Con el diario del lunes, aquella afirmación no hizo sino constatar una vez más la nariz sobreentrenada de un presidente que se empecinó en terminar con la idea bipolar de los dos países: Montevideo y el interior. Por eso, una de sus primeras acciones fue realizar una cumbre en la estancia de Anchorena con los 19 intendentes para poner en marcha amplios acuerdos que permitieran elevar las condiciones de vida de los habitantes del interior. De esos encuentros nacieron iniciativas como el programa de electrificación rural, que llevó la luz a los parajes más recónditos del país, y el de caminería rural, inicialmente pensado en relación al fracasado impuesto a la concentración de los inmuebles rurales. Esa derrota, a caballo de una declaración de inconstitucionalidad de la Suprema Corte de Justicia, echó por tierra el primer esquema de regionalización delineado por el gobierno. Pero no impidió que se avanzara en la mejora de los caminos y la compra de 550 unidades de maquinaria pesada.

Con el fin de la guerra de las patentes y el emplazamiento de la Universidad Tecnológica, Mujica introdujo una cuña en el Partido Nacional, generando contradicciones entre la dirigencia montevideana reunida en torno al Directorio y los 12 intendentes, alineados con el presidente. En su momento, los jefes comunales del sector de Jorge Larrañaga, Alianza Nacional, llegaron incluso a proponer la instalación de un directorio paralelo al que funciona de forma orgánica en la sede de la Ciudad Vieja, utilizando la estructura de la bancada de intendentes nacionalistas, según publicó en su momento Últimas Noticias. Las diferencias quedaron al desnudo a la hora de votar las leyes en el Parlamento. En el caso de la patente única, el proyecto contó con el respaldo de varios legisladores blancos. Ante los zigzagueos del herrerismo, el intendente de Soriano, Guillermo Besozzi (Alianza Nacional) lanzó un mensaje que ejemplifica hasta dónde los intendentes no estaban dispuestos a tirar por la borda el espíritu de acuerdo labrado en Anchorena: “Estamos jugados y hay que sacarlo adelante”.

Menos publicidad tuvieron las millonarias inversiones de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP) para obras de infraestructura en el interior. Pavimentación de calles, reconstrucción de cunetas, obras de saneamiento, remodelación de plazas, ramblas, avenidas y teatros y hasta skate parks integran una larga lista de acciones despegadas en todo el país destinadas a vencer las históricas asimetrías entre la capital y el interior, canalizadas por medio de programas como el Fondo de Desarrollo del Interior, gestionados conjuntamente con las intendencias. En total, las transferencias del gobierno central a los departamentos del interior superaron el año pasado los 12.000 millones de pesos, una cifra seis veces superior a la que se registraba en los años 90, según consta en “Desafíos políticos de la planificación”, un documento de balance elaborado por la OPP. Según se desprende de ese informe, en la gran mayoría de los departamentos las transferencias se han convertido en la principal fuente de ingresos.

El afán del presidente por el desarrollo del interior -y en particular de las zonas rurales- llevó también a fortalecer el Instituto Nacional de Colonización. A estas intervenciones, el gobierno sumó una ley que sienta las bases de un sistema nacional de residencias médicas. El proyecto, promulgado el 17 de diciembre, busca desconcentrar los recursos de Montevideo. Actualmente, 72% de los recursos se concentra en la capital. Por eso, la nueva norma instruye al Ministerio de Salud Pública a elaborar un plan de incentivos específicos para que se radiquen especialistas en el interior; en particular, en zonas rurales y suburbanas, donde sus pocos pobladores tienen que hacer demasiados kilómetros para ser atendidos por un médico.

Elecciones en la mira

La constante preocupación por el interior es una de las señas de identidad del gobierno que termina, en parte por la propia personalidad del presidente: un chacarero apegado a la tierra con una especial estima por los más desprotegidos, y en especial, por aquellos que viven en la soledad de la campaña. Con su audición radial, Mujica llevó su mensaje a las pequeñas localidades perdidas en el campo. Sin hacer mucho ruido, fue tejiendo un vínculo que ahora es caso de estudio de los politólogos que investigan las claves del crecimiento electoral de su fuerza política y, en especial, de su sector, el MPP, en el Uruguay profundo que otrora le fuera esquivo. Un estudio del sociólogo Gustavo Leal posterior a la primera vuelta indicó que en gran parte el crecimiento del Frente Amplio (FA) provino de las localidades pequeñas con menos de 5.000 votos emitidos y zonas rurales del interior. Concretamente, el oficialismo creció en 427 de las 550 localidades del interior del país. En 20 de ellas, el FA creció más de 15%. De ahí que la mayoría de los análisis que siguieron a la elección coincidieran en la enorme gravitación de Mujica sobre el resultado electoral.

La probada llegada de Mujica a los pueblos del interior es ahora motivo de disputa entre los candidatos del FA a las intendencias del interior. Por lo pronto, el presidente ha dicho que una vez despojado de los atributos presidenciales, una de sus primeras movidas será dar una mano a su amigo Alfredo Fratti, actual presidente del Instituto Nacional de Carne y candidato en el emblemático departamento de Cerro Largo, una cuna de caudillos blancos que nuevamente fungirá como termómetro del poder de convocatoria del presidente en el interior.