-¿Con qué facultad se encontró cuando asumió el decanato?
-Hay que destacar la creación de carreras nuevas, un desarrollo muy grande de los posgrados, sobre todo académicos. Hay una realidad de desocupación negativa, y eso no es para ponerse contento, porque tener demanda es muy bueno, pero cuando la desocupación es negativa hay que alarmarse un poco y empezar a tomar acciones para aumentar el egreso. En los países desarrollados la cantidad de ingenieros es cuatro o cinco veces la de acá, tomando en cuenta que ellos también están teniendo algunos problemas para mantener el ingreso y sobre todo el egreso. Estamos buscando orientarlos desde chicos, atraer a la gente hacia las carreras científicas, en particular a las mujeres. Esto no es una cuestión feminista, sino de que la gente tiene derecho a descubrir su vocación, y no podemos seguir desperdiciando talentos cuando estamos precisando más gente. La facultad ha crecido poco en cantidad de estudiantes, no es de las que tiene un crecimiento más explosivo, pero ha aumentado el egreso. Se han creado especializaciones nuevas como Celulosa y papel, Minería, Energía.
-¿Y a nivel de su vínculo con el desarrollo nacional?
-Tenemos desafíos de responder a las necesidades del país en el presente, anticiparse a las del futuro, y también crear gente capaz de modificar ese futuro. Ya nos estuvimos implicando cada vez más; empezamos a hacer convenios hace muchos años para asesorar al Estado, a empresas privadas, desarrollando conocimiento sin competir con las consultorías. El conocimiento se termina incorporando en las carreras y en las especializaciones. El gran tema para el país no es sólo hacer mejor lo que ya hacemos, sino empezar a hacer otras cosas. Estamos en una fase de crecimiento que no debería ser solamente crecimiento vegetativo económico, hay un cambio de fase; si uno se estanca, retrocede. Un país puede ser competitivo porque su mano de obra es competitiva, es barata, pero cuando el nivel de vida de la gente empieza a mejorar, la mano de obra deja de ser barata. Ese tipo de prosperidad no es la que queremos, porque se acaba. Otro tema de cambio de fase es que queremos crecer sin una población creciente; entonces hay que crecer en capacitación y en su profundidad. Puede ser que la población empiece a crecer, se están tomando medidas en los cuidados, pero eso no garantiza un crecimiento inmediato ni muy rápido.
-El desempleo negativo también genera mayor dificultad para que la academia retenga personas calificadas...
-Claro, es difícil retener mucho tiempo a la gente, sobre todo a los jóvenes docentes. La Universidad tiene que asumir cierta pérdida porque es una institución donde la gente se forma: si la gente egresa pero está en el país haciendo trabajo innovador, generando trabajo para otros, eso que se pierde no se pierde tanto. La Udelar no forma a toda su gente para que se quede adentro. Los posgrados en una primera fase sí, porque tienden a mejorar el propio cuerpo docente. Después hay que aspirar a que los posgraduados se ubiquen en el sistema productivo privado y del Estado, porque cuando se habla de sector productivo hay una tendencia a pensar primero en lo privado, pero también está el Estado, en lo productivo y en lo regulador. Ya hay, pero se necesitan más personas con posgrados en organismos reguladores u orientadores. Tienen que tener a la mejor gente, porque son los que habilitan al trabajo de todos lo demás. La escasez de ingenieros quiere decir también escasez de magísteres, doctores y de mayor formación terciaria de técnicos y tecnólogos que hacen trabajo vinculado. Entre ésos, la ocupación negativa es todavía más fuerte que la de los ingenieros.
-¿Esto se debe a la falta de recursos financieros o también es un tema de políticas e incentivos?
-Las dos cosas. Sin duda hay una necesidad bastante importante de recursos, porque la Universidad y la facultad han crecido en cantidad de gente que accede; se ha crecido muchísimo en la cantidad de gente que accede a la educación media, ha crecido en exigencia y en diversidad. Eso tiene un presupuesto que tiene que acompañarlo, pero también hay políticas públicas de crecimiento de la demanda, en particular de la demanda de conocimiento. Ésas son políticas públicas y de estímulo al sector privado para generar una mayor demanda y calificación del sector productivo, y eso requiere conocimiento. Uno de los puntos de cambio de fase es el de la demanda de conocimiento, porque podés dar estímulos, y está bien darlos, yo defiendo la ciencia pura, pero la investigación aplicada a la tecnología tiene que tener demanda, porque si no la ciencia pura termina trabajando para la agenda de investigación de otros países y nosotros adoptamos tecnologías de otros lados. Falta un eslabón intermedio que haga que el ecosistema conviva en forma completa y se autoalimente. Ahí el crecimiento de la demanda tiene que ver con lo que se hace en el país, no sólo en volumen sino también en calidad. En la calificación de la inversión no todo es lo mismo ni vale igual, pero es un tema de políticas. Que el Estado busque la mayor calidad en su propia dotación me parece de la mayor importancia para generar este círculo de crecimiento.
-¿Es bueno que la Udelar tenga 70% de los científicos del país?
-Me gustaría que la Udelar produjera mucho más conocimiento, que lo que produce se multiplicara por dos. Y también que el porcentaje del total de lo que genera en el país fuera más chico; quisiera que hubiera otros actores jugando más fuerte, por ejemplo, centros de investigación como el Inia [Instituto de Investigaciones Agropecuarias], los institutos Clemente Estable o el Pasteur; podría haber muchísimos más de ésos en temas de alta prioridad, empleando investigadores y haciendo investigación. Que las empresas públicas y privadas también generaran conocimiento o pudieran usar a la Universidad o a los centros de investigación, aportando a ellos.
-¿Ha identificado líneas o áreas de la Fing que haya que reforzar en lo inmediato?
-Tenemos varias cuestiones que reforzar. La facultad ha crecido mucho, pero en forma no totalmente armoniosa. Esta facultad está dividida en institutos, que son grandes grupos de trabajo que a su vez tienen grupos de investigación y que en algunos casos son los responsables principales del dictado de alguna carrera. También hay institutos que llamamos básicos, de Matemática y de Física, que tienen que ver con todas las carreras. Hubo institutos que crecieron más que otros, pese a que todos crecieron; hay que concentrar el esfuerzo en los que han crecido menos. Vemos una necesidad importante de reforzar el área de Ingeniería Mecánica, que es una carrera muy necesaria, muy vinculada al desarrollo fabril, y tenemos un cuerpo docente pequeño. Después hay institutos muy grandes, como el de Computación, pero que tienen una gran masividad de estudiantes. El crecimiento es necesario en todos lados, pero hay que reequilibrar. La Universidad en su conjunto ha crecido menos en el personal administrativo o de apoyo, los no docentes, por lo que se produce un desequilibrio en las tareas asignadas y las que se pueden realizar. Otras grandes prioridades son el aumento de las dedicaciones docentes, especialmente las dedicaciones totales. Más allá de que en esta facultad, que tiene un componente profesional grande, no hay que aspirar a que todos los docentes tengan dedicación total porque hay muchas experiencias que se adquieren en el medio.
-Muchas de las carreras de la Udelar han cambiados sus planes de estudio en el último tiempo, ¿la Fing piensa hacer lo mismo?
-Siempre se considera. Fuimos de los que empezamos a cambiar entre los primeros, en el sentido en el que está cambiando la Udelar en general: por ejemplo, en el sentido de evaluar las asignaturas en créditos, que no es un valor en sí sino que es una manera de medir, pero está vinculado a la flexibilidad de la carrera, que hace que el estudiante la pueda cursar de distintas maneras, mientras cumpla ciertas cantidades y coherencia en lo que hace. Eso empezó en 1997 en general y había empezado en Ingeniería Eléctrica en 1991. Ése es el concepto que se adoptó cuando se votó la Ordenanza de Estudios de Grado en la Udelar y empezaron a adaptarse otras carreras. Entonces ya lo teníamos, pero ya está viejo y lo tenemos que rever, porque la Ordenanza de Grado recogió eso de forma más fina; además, hemos visto distintos resultados, problemas, cosas a mejorar. Estamos en una fase de revisión del Plan de Estudios de 1997, por ejemplo por la dualidad entre la formación generalista y la mayor especialización, que siempre te pone en una tensión que hay que resolver adecuadamente. También por los resultados: nos planteamos una meta de una carrera teórica de cinco años que se pudiera hacer en seis, y tenemos datos que dicen que a mucha gente le lleva más, siete o por ahí. Además, tenemos una pérdida importante de estudiantes, sobre todo en los primeros años, que a veces se debe a que se inscriben en más de una facultad y optan, pero también a expectativas, a inadaptación a un ambiente tan masivo. Después tenemos una pérdida de estudiantes en niveles más altos, que se debe sobre todo a la altísima oferta laboral. Hay que trabajar con los dos tipos.
-Ingeniería tiene fama de ser una carrera difícil, ¿es sólo la fama?
-Me resulta difícil describirla con esas palabras. Creo que más bien es fama; lo que sí hay es cierta consecutividad de los conocimientos que en otras carreras no se da con esa intensidad. Si uno aprendió mal la matemática, le va a ser más difícil cierto conocimiento aplicado. Tampoco es que todo lo que se enseñe en la facultad se vaya a usar. Mucho de lo que se enseña es con una finalidad formativa, para enseñar a pensar; casi la mayoría, te diría. En particular para la gente que viene de secundaria, el problema no es el conocimiento que trae, si diste tal cosa o tal otra, sino cómo encarás los problemas. Además, no hay asistencia controlada, pero es importante seguir las asignaturas durante el año. Hay algunas carreras en las que se puede estudiar más apurado antes de un examen, sin darse mucho tiempo de asimilación, y salvarlo de todas maneras; aquí eso en general es más difícil. Pero también hay carreras que exigen más, como Música; no hay manera de aprenderla de apuro. Se exige cierta sistematicidad y consecutividad, pero no somos la que exige más. Hay algunos elementos que estamos tratando de corregir poniendo talleres mucho más temprano en la carrera, porque a veces el estudiante que viene atraído por las ingenierías siente que en los primeros años tiene mucha matemática y física y que eso no es lo que más le interesa y no es por lo que vino. Esas cosas ayudan a que la carrera sea más amable y que esté más cerca de lo que la gente espera. También hay gente que entra con expectativas equivocadas, sin la información adecuada, a la que le gustaría más hacer algún curso de tipo tecnólogo.
-¿Qué pasa en la Fing con la extensión?
-Hay que empezar por definir la extensión, que es lo más complejo de todo. Está bien cuando se habla de extensión y actividades en el medio y se concibe como un todo. También un convenio, un asesoramiento para que se haga bien un puerto, son actividades de extensión y poco importa si hay una contrapartida económica o no. Tampoco tiene por qué necesariamente ser con un sector carenciado. Extensión y actividades en el medio es verter conocimientos universitarios directamente al medio. Lo clásico en la Udelar es que los conocimientos pasen por medio de los profesionales, pero hay conocimientos que sólo se pueden hacer desde la Universidad. La extensión tiene definiciones múltiples: muchas veces es asistencia y eso es extensión, o se hacen actividades de tipo cultural y artístico. Es esencial que en estas tareas haya alguna repercusión en la enseñanza; en los convenios también la hay, porque la gente que participa en ellos a veces son estudiantes, pero de todas maneras adquieren conocimientos nuevos que terminan reflejándose en la formación de los profesionales. Otras actividades son asesoramientos con barrios; tenemos una Unidad de Extensión en la facultad que depende directamente del Consejo. Lo que se está estudiando es hacerla parte del currículo del estudiante en tanto que realmente aprenda. Cada vez más se asiste a actividades productivas en formación, asesoramiento directo a construcción, o a gente que hace una instalación eléctrica de algún tipo en las que participan estudiantes y docentes. Tiene que haber un intercambio real con esos otros, que no tienen que ser meros receptores sino participantes en una actividad. Tiene que estar imbricada con todas las tareas universitarias; no encuentro razonable que alguien haga sólo extensión en la Universidad, eso no existe, porque tiene que haber creación de conocimiento, que es investigación, y por otro lado, participación de estudiantes, que es enseñanza. Esta facultad tiene actividades de extensión, como talleres e intercambios de física y matemática con los docentes de la educación media.
-¿Cómo evalúa el clima de la política universitaria después de la elección rectoral?
-Creo que se está encauzando. Es natural cuando se da una polémica, que es normal que se dé; ¿si no, para qué estamos? Y no se cierra automáticamente porque haya habido una elección, pero se están definiendo bien ciertas políticas, se están perdiendo ciertos miedos que se podían haber generado. Este nuevo rectorado de ninguna manera está en contra de la expansión universitaria en el interior ni de la extensión. Se está acomodando todo un funcionamiento al que le va a hacer falta acomodarse todavía más. En particular, creo que la expansión en el interior es muy buena, pero está siendo bastante difícil de gestionar. Ahora estamos enfrentados a un presupuesto nuevo, que la Universidad tiene que elaborar bien, fundamentadamente, y que va a plantear un crecimiento importante. Y la Udelar tiene que comprometerse muy seriamente e imbricarse en el Sistema Nacional de Educación, es una pieza fundamental; no es que sea más importante ni que le vaya a dar cátedra a nadie, pero tiene que ser una pieza más y actuar en coordinación.