Discutir las prioridades de la agenda social de este período es algo muy necesario en el actual escenario. No es un tema o un problema sólo de la izquierda. Un debate así debe tener carácter nacional, incluir a todos los partidos, a las organizaciones sociales, la academia y los medios de comunicación. Más aun en una coyuntura tan compleja como la generada por los episodios de violencia y represión durante la desocupación del Codicen, que, sumados al decreto de esencialidad, están creando un punto de quiebre entre el gobierno frenteamplista y fuerzas sociales significativas. Y comprometiendo posibilidades para la educación.

El contexto internacional y sus intérpretes señalan que el ritmo de crecimiento de la economía será menor. Es previsible que haya mayor pugna distributiva que en los años anteriores. Uruguay pudo sobrellevar la crisis que existe desde 2008 en los países capitalistas más poderosos porque continuó con una redistribución que agrandó el mercado interno. Hoy las recetas neoliberales de austeridad y recorte del gasto social son hegemónicas en una Europa derechizada y se imponen a gobiernos de izquierda como en Grecia. Ese poder del capitalismo neoliberal presiona en América Latina, y varios gobiernos de izquierda tienen la disyuntiva de asumir el programa de ajuste y son confrontados por protestas masivas.

Por eso importa ver con claridad el rumbo y las metas de transformación social de este período. Porque no será fácil alcanzarlas, pero si gana el discurso de la resignación y el achique, ni siquiera podremos mantener los logros de la década pasada. Sin mayores formas de redistribución será difícil atender a las desigualdades más flagrantes que todavía existen.

Un documento reciente del Sistema de Naciones Unidas en Uruguay, titulado “Análisis común de país”, aporta mucha información sobre los avances y los asuntos pendientes que tenemos como sociedad. Vale la pena analizarlo, porque la situación actual no es homogénea. Y en esas contradicciones es donde juega la política.

Uruguay llegó a liderar el grupo de países de “Alto Desarrollo Humano”, según Naciones Unidas (cerca de los países con “Muy Alto Desarrollo Humano”). El informe de Naciones Unidas reafirma que la pobreza medida por ingresos tuvo un descenso extraordinario en esta década. Pasamos de 39,9% de la población en condición de pobreza en 2004 a 9,7% en 2014. Según la línea de pobreza tal como la define la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) (menor que la del Instituto Nacional de Estadística), la pobreza en áreas urbanas bajó de 20,9% en 2004 a 5,7% en 2013.

Pesaron las mejoras sustantivas en el empleo, el descenso de la tasa de desempleo a niveles inéditos (6%) y un incremento en la formalización. También la reinstalación de los Consejos de Salarios, el gran incremento del Salario Mínimo Nacional, el aumento del salario real (47% en la década), el Plan de Emergencia y el Plan de Equidad. La indigencia pasó de 4,7% en 2004 a 0,3% en 2014. Estas cifras de pobreza son las más bajas desde que existen mediciones al respecto, y también son las menores de América Latina.

Sin embargo, el último Censo (2011) muestra que 34% de la población tiene por lo menos una necesidad básica insatisfecha. Es decir que la mejora en los ingresos hasta el momento no resuelve por sí sola carencias críticas de la calidad de vida de la población. La fractura social y la segregación territorial continúan. Mientras Montevideo tiene 26,8% de la población con NBI (necesidades básicas insatisfechas), en Artigas la cifra asciende a 54%. Dentro de la capital, en los barrios de la costa y el centro este indicador es sustancialmente menor que en la periferia.

Como señala el informe de Naciones Unidas, Uruguay es el país con mayor asimetría de América Latina entre los hogares con niños y adolescentes y el resto de la población. Un tercio de los niños menores de tres años está en condiciones de pobreza hoy. Niños y adolescentes son la cuarta parte de la población uruguaya, pero son casi la mitad de las personas en situación de pobreza (49,6%). La pobreza en personas menores de 15 años es 14 veces más alta que en los mayores de 65 (con datos de la CEPAL 11,5% y 0,8%, respectivamente). La concentración de la pobreza en la infancia se traduce en peores indicadores en desarrollo, educación y salud. Aunque algunos indicadores como la mortalidad infantil (7,78% en 2014) son muy buenos, de los primeros en la región, otros -como la desnutrición crónica, el sobrepeso y obesidad, la anemia, la sífilis connatal- son críticos.

La pobreza infantil constituye el principal problema social de Uruguay. Tiene vínculos transversales fuertes con la problemática de la educación, la salud, la alimentación, el hacinamiento, los espacios públicos, la violencia doméstica, la convivencia y, más en general, el desarrollo. Debería ser la primera prioridad de la agenda social.