Nada Crece a la Sombra es un proyecto de Proderechos que este año se llevó a cabo en dos cárceles del Instituto Nacional de Inclusión Social Adolescente: en Colibrí (de máxima seguridad, en la que están recluidos 33 adolescentes divididos en dos módulos alejados uno de otro; dirigida por Juan Ravetta) y en Cerrito (de mínima seguridad, con dinámica de hogar granja, dirigida por Juan Barossi). El proyecto “pretende impulsar procesos de desistimiento -entendido como el alejamiento del mundo del delito- por medio de la promoción de medidas socioeducativas para contribuir a generar mejoras en el comportamiento, cambios identitarios, reintegración efectiva en la sociedad y reducción de la reincidencia”. Pero en las dos cárceles los procesos son diferentes. Zelmar Lucas (ZL), responsable del proyecto junto con Denisse Legrand (DL), explicó a la diaria -en otras palabras- cuál es la intención de los talleres y qué dinámicas son posibles en una y otra cárcel.
ZL:-Poder sacar a flote un montón de potenciales y cosas que tienen que ver con lo que está por fuera de estar preso, con todo lo que esas personas pueden llegar a generar, sobre todo en lo que refiere al aspecto creativo y vincular. Ese es el objetivo principal.
DL: -Hay una cuestión que se ve mucho, que tiene que ver con las distintas formas de ser varón, de ejercer la masculinidad en la sociedad; nosotros, por ejemplo, tratamos de rescatar eso. Que los adolescentes se relacionen con otro tipo de masculinidad tiene una riqueza en sí misma [18 varones y ocho mujeres conforman el equipo de Nada Crece a la Sombra]. De alguna manera, los gurises están acostumbrados a un solo tipo de masculinidad: patriarcal, regida mediante la violencia, etcétera. Ya de por sí ver otra cosa es una novedad. También está el cómo se para uno cuando llega: el entorno que genera, el trato, el nivel de confianza. Nosotros nos regimos con empatía y eso hace que los adolescentes respondan de la misma manera, confiando. No es lo mismo la forma en que se relacionan con el sistema que, por ahí, con estos espacios.
¿Cuál es la diferencia?
DL: -El sistema y el encierro generan una lógica perversa que impacta en el desarrollo de los adolescentes y determina su personalidad y su forma de relacionarse con el mundo. En Colibrí, por ejemplo, por ahí hay gurises de los que uno dice: ‘Pah, si esté chiquilín estuviera en Cerrito’. Es decir, ves dos perfiles de adolescentes, pero en realidad capaz que en otro centro el de Colibrí sería totalmente igual que el que está en Cerrito o en un modelo abierto. Y entonces te das cuenta de cómo el encierro y el modelo carcelario perjudican a los pibes, y cuánto estamos condicionándolos a ser de determinada manera, a vivir en el círculo de la violencia. En Cerrito los gurises tienen determinado manejo del cuerpo, de la comunicación, contacto con el otro, con la mujer. Desde todo punto de vista es diferente. Sin ir más lejos, cuando vas a Colibrí pasan otras cosas... Los espacios de taller y educativos son los únicos en los que ellos están todos juntos, entonces a veces es difícil dinamizar los trabajos porque, obviamente, vos querés charlar con tu compañero, pero no lo ves porque estás encerrado en una celda. [...] El único contacto que los gurises tienen con el afuera es, básicamente, mediante su familia sanguínea directa. El sistema falla en intentar generar habilidades para que el chiquilín pueda relacionarse con el afuera, con un afuera al que va a volver y con el que es necesario relacionarlo desde otro lugar, porque por algo terminó privado de libertad. Ha habido algunas experiencias de sacarlos; por ejemplo, fuimos con los adolescentes al Solís, la radio Colibrí llevó a uno de los adolescentes a la radio del SODRE, pero todos esos esfuerzos han sido individuales, selectivos, exclusivos, y han llevado mucho laburo, porque para sacar a un adolescente es necesario que el centro presente un informe al juez, y depende de un montón de variables que no están muy estandarizadas. En realidad, es muy raro de qué depende, porque muchas veces los adolescentes que tienen abogados particulares piden todo el tiempo, y no se las dan, porque o bien no existe información de ese adolescente en el centro o bien afuera no están dadas las condiciones para recibirlos. A su vez, no existen demasiados esfuerzos para sacar afuera a los adolescentes.
ZL: -Lo principal, para eso, es cómo nosotros concebimos al otro. Si lo concebís como un chorro, como un preso para toda la vida, como una carroña que no sirve para nada, vas a tener un tipo de relación y no vas a lograr nada. Si lo concebís como un sujeto en situación, que no es preso sino que está preso en este momento, pero su identidad va más allá de su situación transitoria, empezás a pensar un poco en el gurí, y cuando llegás a relacionarte con él, el trato ya es diferente.