Ayer se conoció el fallo de la Comisión Disciplinaria de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) por los incidentes del domingo 27 de noviembre en el estadio Centenario antes de que comenzara el clásico, que finalmente no se jugó. Peñarol fue sancionado con un partido a puertas cerradas, la pérdida de puntos correspondientes al clásico y una multa de 25.000 dólares. El presidente mirasol, Juan Pedro Damiani, dijo sentirse “satisfecho” por que su club haya sido tratado “como un mal necesario sin el cual el fútbol uruguayo no puede funcionar”.
Desde la AUF reconocieron que se trata de una sanción “blanda”, aunque explicaron que esto no se debe a algún tipo de presión por parte de Peñarol, sino a una nueva estrategia para combatir la violencia en el fútbol. Según explicó el presidente del órgano, Wilmar Valdez, el objetivo del fallo es que “los hinchas que saquearon puestos de comida y casi matan a un ser humano con una garrafa se sientan culpables por todo el daño que hicieron y se entreguen a la Policía, algo tipo Crimen y castigo. Es la única forma que se nos ocurre de que no vayan más al fútbol. El tema de evitar que los dirigentes les den entradas claramente no está funcionando”.
Representantes del Ministerio del Interior explicaron que participaron en el diseño de este plan. “Es una estrategia pasivo-agresiva que utiliza el autoflagelo como método de extorsión. A esta altura está más que claro que los barras no se amedrentan ante la actitud de los dirigentes y las autoridades nacionales de ponerse firmes y hacerse los malos”. Sin embargo, no todo el mundo comparte esta estrategia. El coordinador de un grupo interdisciplinario que analiza el tema de la violencia en el deporte, integrado por psicólogos, filósofos y veterinarios, explicó que “para que haya sentimiento de culpa es necesario un mínimo de inteligencia, algo que los integrantes de la barra brava de Peñarol no tienen. Acá hay que probar algo inspirado en Pavlov y su teoría de los reflejos condicionados”.