Como ya es habitual, cada 2 de febrero miles de personas se arriman a alguna de las playas de Uruguay, porque es el día en el que la comunidad de las religiones afroumbandistas rinde homenaje a su reina del mar, conocida popularmente como Iemanjá . Si bien buena parte de las personas que se acercan a las costas son fieles, también están los que lo van para observar, ya sea para conocer más sobre ese tipo de cultos o por simple curiosidad.

La mãe Susana Andrade dijo a la diaria que valora que ese fenómeno sea contemplado y compartido por parte de la sociedad que no practica alguna de las religiones afro. En palabras de la mãe, la conmemoración de la llamada diosa del mar se trata de una “fiesta de diversidad y de integración en la diversidad”.

Andrade señaló que es positivo que vaya gente a observar el culto porque es la forma de “llevarlo a la calle”, para que “quienes desconocen y quieren apreciarlo puedan hacerlo”. Al respecto agregó que, por ejemplo, es probable que esa gente no entre a un templo, principalmente a causa de “preconceptos, mitos o asociaciones a la magia negra”, que aclara que “no tiene nada que ver” con la religión, pero que de todas formas “cunden” y “la gente se limita por eso”.

Andrade señaló que “las celebraciones son como fusibles de la sociedad” que surgen por la necesidad de festejar, y en el caso particular del día de Iemanjá, consideró que “ha trascendido la celebración de un culto y se transformó en fiesta popular”, que además no es convocada por ninguna persona u organización en particular. Para fundamentarlo, la mãe destacó que allí concurren año a año personas de todos los orígenes y estratos sociales que “se integran en la diversidad”.

Acerca de este tema, el sociólogo especializado en religiones Néstor da Costa señaló que si bien no hay investigaciones que brinden datos confiables para determinar si la concurrencia a la fiesta creció o con el paso de los años, evaluó que, a nivel social, en el último decenio hubo una “naturalización del fenómeno”, que ahora se toma como “parte del paisaje” y hasta integra circuitos turísticos. El académico agregó que la celebración “dejó de ser algo raro y marginal” y pasó a ser “un fenómeno de religiosidad popular más instalado en el escenario religioso uruguayo”, al mismo nivel que la Virgen del Verdún o San Cono.

Da Costa planteó que en Uruguay “se está transformando lo religioso”, y para ilustrarlo planteó el caso de Iemanjá, que pasó de ser algo “mal visto a un culto masivo popular”, ya que en el país antes “había un gran condicionamiento cultural para que lo religioso no se exprese en la esfera pública”. “Da la sensación de que los uruguayos empiezan a expresar más públicamente sus expresiones de fe”, concluyó.

Los límites

Si bien desde buena parte del afroumbandismo se coloca a la llamada “magia negra” fuera de la religión, Da Costa señaló que eso es difícil de determinar porque no hay alguien que pueda señalar lo que es religión y lo que se vincula más al esoterismo. De todas formas, si bien dijo que es necesario definir mejor la categoría “magia negra”, señaló que dentro de los cultos afro, quienes promueven ese tipo de prácticas constituyen un porcentaje “muy bajo”.

Andrade señaló que los cultos afro promueven la “purificación espiritual, el bienestar de la gente para que tenga fuerzas para vivir” y que “no venden ilusiones ni venden nada”. Agregó que intentan que las personas tengan una vida terrenal satisfactoria, y en eso hacen más hincapié que el resto de las religiones, “si bien también tienen valores que los hacen elevarse espiritualmente”. Andrade afirmó que estos cultos no hacen pesar “la espada de Damocles” de que si se comete un pecado no se puede ir al cielo, y que además se promueven “valores de familia”, respeto por los demás y por la naturaleza; estos valores eran compartidos por el africano tribal y por el aborigen indígena, quienes tomaron contacto a causa de la diáspora esclavista; ambos grupos coincidían en que había que cuidar el entorno para seguir viviendo.

Señaló que si bien Iemanjá siempre está presente, la de ayer fue una jornada de “energía particular” porque “se moviliza mucha gente” y además se trata de “un día de milagros, como sucede en todas las religiones”. “Hay quienes no se acercan a pedir sino a agradecer, otros a mirar con respeto, otros a compartir. Estar recibiendo esa energía también es bueno. El mundo debe aprender a convivir con el diferente; hagamos el ejercicio de conocer un poco más de la cultura africana, que nos fue obligadamente ocultada y hoy surge con mucha fuerza porque la gente busca sus raíces”, pidió Andrade.

La mãe explicó que desde las organizaciones que integra se promueve el otorgamiento de “ofrendas no contaminantes” y se da importancia “al ritual esencial”, que son bailes y cantos. Planteó que, por ejemplo, la organización Atabaqu pone énfasis en el ritual en la orilla de la playa con tambores, bailes y cantos, en el que se da “el contacto directo con los espíritus de bien que llegan en los cuerpos físicos de los médiums para dar bendición y energía a todos los presentes”.

También señaló que defiende “el derecho a ofrendar y a mantener la identidad religiosa africana” porque lo que no hace la mayoría “es sospechoso” o “puede ser contaminante”. De todas formas, indicó que en los orígenes de la religión, cuando se realizaban ofrendas, no existían los plásticos ni el vidrio, por lo que consideró positivo “volver a los orígenes” en ese sentido.

En la misma dirección, la Intendencia de Montevideo recomendó a los participantes de la fiesta que sustituyan las barcas de espumaplast por las de juncos, que las ofrendas no se realicen con materiales como papel, plástico, celofán, bijouterie, vidrio o nailon, y que no se dejen envases de bebidas ni perfumes en la costa.

Desde afuera

Si bien Andrade consideró que la evolución de este tipo de rituales en la sociedad uruguaya en general “es buena”, sostuvo que aún sigue pendiente “la dificultad de ciertos sectores que no se abren a la comprensión de lo que no es hegemónico, a culturas que han sido relegadas desde la colonización”. Según dijo, desde Iemanjá defienden la idea de que los cultos afro son parte de la cultura afro, y planteó que cuando se critica al culto “hay una especie de racismo religioso que no percibe las bondades colectivas para toda la comunidad”.

En particular, apuntó contra algunas corrientes neopentecostales, especialmente las iglesias que tienen o han tenido programas televisivos, de las que dijo que no comprenden, “demonizan” y “atacan” a los cultos y las religiones afro. Según dijo Andrade, en anteriores ediciones de la fiesta de Iemanjá grupos de ese tipo de iglesias concurrieron a la playa con parlantes a “enfrentarse” y “provocar” a los fieles afroumbandistas.

La mãe apuntó, además, contra las protectoras de animales, que también han concurrido a la celebración a manifestarse. Si bien dijo que la reivindicación puede ser fundada, Andrade dijo no entender “que protejan a los animales agrediendo a la gente”. En síntesis, consideró que existen aún “muchos focos de ataque que proponen el exterminio de los cultos afro”. Destacó que desde su religión han sido promotores de instancias de diálogo interreligioso, como la que se realizó en 2015, pero las religiones neopentecostales que están en contra de los rituales afro no han concurrido a esos espacios.

Consultado al respecto, Da Costa constató que hace un tiempo, un 2 de febrero encontró un grupo neopentecostal cantando en contra de los demás que estaban en la playa, y si bien señaló que no sabe si ese tipo de confrontaciones siguen ocurriendo, apuntó que, a veces, desde algunos grupos neopentecostales “afirman que quienes participan en cultos afro son poseídos por el demonio”, posición que “genera confrontación de posturas”.

Cambio de hábito

Además de mãe, Andrade es diputada suplente del frenteamplista Pablo González (Lista 711) y su militancia política data de años. Consideró que su llegada al Parlamento significó haber ganado “un espacio importante” y que en un principio se sintió “como llegada a Marte”, lo que explicó por la hegemonía existente hasta el momento de su llegada, que contribuye a “seguir abriendo la brecha” de la desigualdad. De todas formas, valoró que legisladores de todos los partidos fueron a darle la bienvenida y que parecían estar “esperando esa ampliación de la democracia”, que la llegada de la mãe representaba. En particular, recordó las palabras del entonces diputado nacionalista y actual intendente de Durazno, Carmelo Vidalín, que le dijo que su presencia en ese espacio “estaba buena”.

Consultada sobre si su participación política le hizo ganarse antipatías en su actividad religiosa, la mãe dijo que “no lo ha notado” o que por lo menos “no se lo han hecho saber”. Además, agregó que ni en su actividad religiosa escondió su actividad política ni viceversa, e ilustró por ejemplo que en la puerta de su casa hay banderas del Frente Amplio.

Para Andrade, “cuando una persona busca amparo en un pai o una mãe, sabiendo o no a qué partido político está afiliado, sabe que va a encontrar lo humano”, ya que el vínculo religioso “está por encima de otras situaciones particulares”. Añadió que en plena campaña electoral le han consultado personas de otros partidos y ella no intentó convencer a nadie.