A pesar del día gris y lluvioso, el viernes de tarde el Liceo Nº 30 se llenó de colores. Desde la puerta sobresalían especialmente los trajes de Superman, Batman, Spiderman, Iron Man y la Mujer Maravilla, que invitaban a pasar a los niños, a medida que llegaban y pisaban el liceo por primera vez. Los superhéroes informaban a los padres que llegaban hasta la puerta de la hora de finalización de la actividad de bienvenida, para que volvieran a buscarlos o estuvieran al tanto de a qué hora deberían retornar a sus hogares.

Una vez adentro, se formó una gran ronda entre los más de 100 adolescentes. Algunos llegaban en grupo, otros de a dos, y también había quienes no conocían a nadie y se integraban un poco más tímidamente. “Bienvenidos” fue la primera palabra que se escuchó entre el murmullo. El profesor de Biología Ernesto Mazzei dijo que si bien el liceo iba a ser un espacio de “trabajo, aprendizaje y esfuerzo”, también era un espacio para “la emoción y la aventura”. Al entrar, a cada estudiante se le entregó una tarjeta con un color y una letra, y se les propuso que se juntaran en grupos quienes tuvieran la misma letra. Cada grupo pasó a estar liderado por uno de los Chapas, como se conoce al grupo de ex estudiantes que siguen participando en diversas actividades del liceo; disfrazados de superhéroes, los llevaban a distintos salones en los que funcionaba una base, con la consigna de que todos los grupos debían pasar por todas las bases. Cada actividad significaba un tipo de acercamiento a la vida liceal. Había actividades a cargo de los profesores que los acompañarán durante todo el año, pero también otras que eran comandadas por los ex estudiantes.

De gira

Si bien al principio la mayoría de los adolescentes parecía no entender demasiado de qué iba la cosa, a medida que se fueron involucrando con lo que pasaba en cada una de las bases, los rostros serios y tímidos fueron cambiando: al salir de un salón, mostraban expectativa y curiosidad respecto de qué se encontrarían en el siguiente. Batman, que pese a tener capa y máscara usaba chancletas, guiaba a los futuros liceales hasta una guerra de globos que transcurría en un salón con una tela colocada en el medio: el grupo se dividía en dos y, en un tiempo previamente estipulado, los integrantes de cada subgrupo debían intentar tirar la mayor cantidad de globos al otro lado, donde estaba el equipo rival. En otra de las bases se jugaba a Ritmo, diga usted, y también había un espacio para que los jóvenes se disfrazaran y posaran para sacarse una foto junto a carteles que decían “aguante el 30” o “este año me pongo las pilas” y otros que tenían emoticones.

En una de las paredes del liceo había varias piolas en las que los estudiantes de primero colgaban sus tarjetas, pero antes de hacerlo escribían algo que esperaban que pasara en el liceo y estampaban su huella digital, en diferentes colores. Entre los principales pedidos estaba “pasar con buena nota”, o simplemente “pasar”, pero también “felicidad”, “aprendizajes” y “conocer amigos”.

En otra de las bases, dos estudiantes actuales del liceo y varios profesores respondían las preguntas de los que recién entraban, que principalmente querían saber sobre la duración y la periodicidad de las clases y los recreos, sobre si tenían clase los sábados y sobre cómo sería la dinámica con los profesores. Del otro lado les contaron que los sábados sólo habrá talleres opcionales, que en total son 12 materias que se distribuyen a lo largo de la semana y que a partir de este año, si algún docente falta, los jóvenes permanecerán en el centro educativo, de donde no podrán salir antes de la hora de finalización del turno.

En uno de los laboratorios del liceo estaba la docente encargada de trabajar sobre sexualidad, junto con un equipo de los estudiantes promotores de salud, que esperaban a los ahora más jóvenes del liceo con un pizarrón en el que habían escrito: “alegría, amor, diversidad, confianza, familia, respeto y amigos” y con un concurso de preguntas y respuestas sobre el tema. Por medio del juego, la docente les explicó que en la mujer los óvulos se forman en los ovarios, que la célula reproductora en los varones se llama espermatozoide y que cuando los niños están en el vientre de su madre tienen los testículos “adentro del cuerpo” porque precisan de una temperatura más alta para desarrollarse, y que en determinado momento “salen para afuera”. En otra mesa del laboratorio estaban colocados un montón de objetos que iban desde un celular a una caja de preservativos, y el equipo de promotores en salud explicaba qué vínculo tenían con el desarrollo de una vida más saludable.

Protagonistas

En diálogo con la diaria, Valentina Acchini e Ivana Zaicew, integrantes del equipo de promotores de salud del liceo, explicaron que son parte de la generación que empezó con el proyecto hace dos años, cuando ellas cursaban tercer año y las profesoras las invitaron a participar. Según contaron, lo que hacen principalmente es “juntar gente”, dar talleres junto con las profesoras, que les enseñan sobre el tema para que después ellas mismas puedan transmitirles ese conocimiento a sus compañeros. En particular, valoraron que se sienten parte “de educar y ayudar”, que es algo que nunca habían hecho, lo que también les permite “ver cómo es estar del otro lado” de la clase. Según indicaron, son los propios estudiantes a los que van dirigidos los talleres los que eligen los temas a tratar. Por ejemplo, el año pasado propusieron hablar sobre diversidad, alimentación, sexualidad, adicciones y violencia, y se realizó una encuesta mediante la cual se eligió trabajar el tema de las adicciones con los segundos años del liceo.

En el caso de los Chapas, Néber Núñez contó que le gustó la idea de participar en el grupo cuando fue al campamento con el liceo, a donde concurrieron líderes mayores que él. “Vi lo que hicieron y me gustó, y cuando ellos pasaban por las clases avisando que iban a reclutar nuevos ex alumnos para continuar con el proyecto, empecé a venir y me gustó, así que sigo hasta ahora”, detalló. Florencia Petrone, una de las fundadoras del grupo, en 2009, señaló que la idea surgió también en un campamento que compartieron con otro liceo y que tenía animadores, por lo que empezaron a imaginarse que eso también era posible en el 30. “Cuando yo entré al liceo, que fue en 2007, no había nada: venías al liceo, te ibas, no había nada de recreación”, recordó Petrone. Agregó que las actividades que impulsan en el liceo sirven para que los estudiantes se conozcan entre sí y para cambiar la imagen del centro educativo, “que no sea sólo venir a estudiar, sino también venir a compartir, a pasar el rato, que sea como una segunda casa”.

Mientras transcurría la merienda compartida que cerró la jornada de bienvenida a los primeros años, Mazzei dijo a la diaria que este tipo de actividades se hacen “desde hace tiempo y cada vez en más liceos”. Agregó que el viernes participaron más de 100 nuevos liceales que conocieron a sus profesores, a sus compañeros, el edificio y los usos de cada espacio, además de informarse sobre las materias que van a tener este año y sus respectivos contenidos y formas de trabajo. “Queda marcada esta huella desde principio de año”, consideró Mazzei, que además dijo que “desde hace mucho tiempo los profes buscan formas cada vez más diversas e interactivas de trabajar con los chiquilines”.

El profesor explicó que la actividad de bienvenida tiene lugar en el contexto de que los primeros 15 días de clase serán de introducción a la vida liceal. Si bien dijo que este año ése es un lineamiento del Consejo de Educación Secundaria, señaló que no es nuevo en los liceos, ya que los profesores comienzan los cursos “apelando, o por audacia o por necesidad, a herramientas o estrategias que son primero de conocimiento, acercamiento, motivación y presentación”. Según agregó, desde el liceo se tratará de que los niños no pierdan la ilusión y la motivación que mostraron el viernes. “Mientras no perdamos eso, vamos por el buen camino”, concluyó.