Los neumáticos que van bajo tierra se rellenan con pedregullo para lograr una mayor consistencia, mientras que los que se van colocando encima de los primeros se rellenan con arena. Ésa era la premisa ayer temprano en la construcción de la primera escuela autosustentable del continente, que será la Nº 234, ubicada en Jaureguiberry. Quienes ponen manos a la obra son llamados “estudiantes” por las organizaciones responsables, la uruguaya Tagma y la internacional Eartship, que además es liderada por el ya famoso arquitecto Michael Reynolds, pionero en esta metodología de construcción. Es que 100 personas, 80 de ellas extranjeras -de 30 países y los cinco continentes-, solicitaron participar en la construcción y pagan por ello, ya que también se trata de una instancia de formación. Si bien buena parte de quienes construyen está estudiando o ha estudiado arquitectura, también hay profesores de inglés o de física.

Entre ellos hay varios estudiantes uruguayos que están becados. Uno es Gonzalo Gagliardi, el presidente de la Comisión Fomento de la escuela, que si bien trabaja desde hace ocho años en la construcción en Jaureguiberry, también está aprendiendo la metodología que promueve Reynolds. Desde la organización que impulsa la obra, consideran importante su participación, para que pueda contribuir con el mantenimiento del edificio cuando esté en funcionamiento. Mientras llenaba el balde de sus compañeros con pedregullo para que volcaran en los neumáticos, Gagliardi intentaba hacerse entender con una de las obreras que hablaba en portugués para que llevara un balde en cada mano y de esa forma equilibrara el peso. Es que otro de los principios de la metodología de construcción es que mujeres y hombres pueden y deben hacer el mismo trabajo; si aparece algún caso de acoso, el victimario es expulsado de la obra de inmediato.

Según contó Gagliardi a la diaria, él fue el impulsor de la construcción de una escuela en Jaureguiberry, la misma que cambiará de local para mudarse al edificio autosustentable, que tendrá un costo de cerca de 300.000 dólares. Después de mudarse al balneario, convocó a un grupo de vecinos en la parada de ómnibus del kilómetro 80 -justo donde se está edificando el nuevo predio- para abordar el tema. Gagliardi se encarga de dar talleres de autogestión a los niños de la escuela desde hace tiempo, ya que ése tema es una de sus motivaciones personales.

El método

La temperatura dentro de la escuela se mantendrá entre 18 y 25 grados centígrados, gracias a un sistema que funciona a partir de las paredes con neumáticos, que sirven para aislar la edificación del frío y el calor. Luego de que se rellenan y se cubren con pedregullo y arena, las paredes son terminadas a mano con material tradicional, explicó a la diaria Matías Rivero, uno de los estudiantes, que se define como electricista, músico y malabarista. Según señaló, la posición del edificio respecto del sol “es fundamental”, ya que se trata de “guardar todo el calor del sol y hacer que eso calefaccione la casa”, a diferencia de lo que pasa con las construcciones convencionales, que no suelen tener ese tipo de dispositivos y donde los problemas de temperatura se combaten con ventilador, estufa o aire acondicionado. Por ello es que en este sistema de construcción alternativo se gasta mucho dinero en aislantes: serán necesarios la construcción de un terraplén con espumaplast al costado del edificio, un techo con más de 50 centímetros de grosor y la colocación de ventanas de doble vidrio. Para aprovechar de mejor manera la energía solar, en el hemisferio sur del planeta este tipo de casas se orientan mirando hacia el norte.

Martín Espósito, coordinador de Tagma, organización que en Uruguay es responsable del proyecto y trabaja en conjunto con Eartship, explicó a la diaria que además de producir su propia energía eléctrica y plantearse proyectarla para que alimente un edificio en un predio próximo que va a remodelar la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), la escuela también producirá su propia agua potable. Lo hará mediante la recolección de agua de lluvia, que después se filtra y hasta es posible tomar. En total el agua se reutilizará cuatro veces en el edificio, y se usará tanto para el riego como para los baños.

Espósito, que también participa en la construcción y se contactó con Reynolds para que viniera a Uruguay después de ver un documental sobre su método, señaló que 60% de la obra de la escuela se basa en materiales reciclables: 2.000 neumáticos, 5.000 botellas de vidrio y entre 2.000 y 3.000 de plástico, 2.000 metros cuadrados de cartón, y 8.000 latas de aluminio. El otro 40% son materiales tradicionales de la construcción, como madera, vidrio, cemento, arena, tierra, pedregullo, más los insumos sanitarios y eléctricos. 90% de los materiales fueron donados por la empresa de jabones y detergentes Nevex.

Pero la promoción del método de autosustentabilidad no sólo se quedará en los cursos que Eartship imparte a los 100 estudiantes, que entre los constructores se hacen llamar “la academia” y se dan a la mitad del grupo mientras la otra mitad está trabajando en la obra (las clases se realizan en el salón de la Liga de Fomento de Jaureguiberry, que se ubica a unos metros de la construcción). También se planea que en el frente de la escuela funcione un espacio invernadero, en el que habrá una huerta que producirá la mayor cantidad de alimento posible y en la que participarán los niños.

Victoria Gómez, responsable del área de educación de Tagma, explicó a la diaria que desde el año pasado se trabaja en talleres con maestras, los niños y sus familias, y que habrá uno sobre huertas. También se trabajará colectivamente “en la creación de un manual vivo de uso de la escuela” en el que se planteará cómo cuidarla, informó Gómez. Dijo que el currículo de ANEP plantea muchas temáticas vinculadas al medioambiente, que si bien serán trabajadas por las maestras, también tendrán contacto con lo que se trabaje desde la organización. Según contó, están llegando a Tagma muchas propuestas de varias organizaciones para trabajar en la escuela, y estimó que si ANEP está de acuerdo, plantearán que se convierta en una especie de “campus de sustentabilidad”.

La recepción al proyecto en la comunidad de Jaureguiberry parece ser muy buena; por ejemplo, el cuartelillo de Bomberos que queda al lado del predio de construcción cedió su local para que funcione como taller-depósito de la obra. También es común que los vecinos se acerquen al predio y pregunten, o simplemente se queden contemplando la velocidad de la obra. Es que los estudiantes trabajan de 9.00 a 17.00 con una pausa de una hora para almorzar, y mientras trabajan sólo paran para tomar agua. Una prueba de ello es que las obras comenzaron el lunes y está previsto que el sábado ya se coloque el techo. Espósito señaló que el 26 de febrero terminará el trabajo de los estudiantes y que se tomarán unos días más para realizar las terminaciones. Desde la organización prevén que el edificio sea inaugurado el 10 de marzo, unos días después de que comiencen las clases en primaria, por lo que los cursos se iniciarán en el edificio actual, donde sólo hay lugar para 34 niños de los 50 que viven en Jaureguiberry. En el nuevo edificio habrá capacidad para 100.

Más que obra

Después de terminar una de sus clases, Reynolds se calzó los guantes y se sumó a su equipo de colaboradores para convertirse en una especie de supervisor de obra, aunque sin dar instrucciones en español. No es raro ver a estudiantes hablando en inglés entre sí. La diversidad de nacionalidades y culturas es algo que todos los integrantes del proyecto valoran. Se trata de personas mayormente jóvenes que, por distintos motivos, se vieron seducidas por el proyecto que encabeza Reynolds, y que además tienen la idea de replicar la experiencia. Espósito explicó que en el caso de Uruguay, después de terminar la escuela se realizará un recuento de las personas capacitadas y se valorará la experiencia acumulada de la organización para ver de qué forma se puede continuar.

Algunos de los estudiantes se están quedando en dos campings de la zona y otros alquilan casas, pero el lugar de encuentro por excelencia es el Yacht Club de Jaureguiberry, donde todos los días desayunan y almuerzan. Gabriel Rivas es encargado de la cocina y explicó que a partir de donaciones que reciben de productores de la zona, todos los días preparan menúes típicos uruguayos y otros de los países de donde vienen los estudiantes. El de ayer era cazuela criolla y mujaddara, un plato de Medio Oriente que se prepara con lentejas, arroz, caldo de verdura, cebolla, manteca, sal y siete pimientas. El equipo de cocina colabora voluntariamente con el proyecto y está integrado también por extranjeros, que van desde un sirio a una argentina.