-¿Con qué realidad se encontró en el CES?
-Tengo algunas preocupaciones fuertes y algunas expectativas positivas hacia el futuro. La primera preocupación es la percepción de la debilidad institucional del CES. Me preocupa muchísimo, y hablo del órgano desconcentrado, no en abstracto. Debilidad en el sentido de que el CES no tiene espacio para el debate de política educativa, de planes pedagógicos, de perspectiva de futuro, de pensar en algo más allá de la emergencia.
-¿Esa discusión no se da en ningún ámbito?
-Yo con el CES comparto un único encuentro, que es la sesión semanal, una instancia de carácter administrativo. Además de ese espacio, me parece que un organismo de estas características debería tener algún espacio para discutir por dónde quiere ir, nuestros grandes problemas, el debe. Ese espacio hasta hoy no se ha generado. No renuncio a pensar que de alguna manera, en algún momento, se va a crear. Creo también que hay una fuerte debilidad de circulación de la información, por lo menos conmigo. Como creo que es extremadamente importante el fortalecimiento de la institucionalidad, me parece que trabajar sobre esos aspectos que tienen que ver con el debate educativo, formalidades de algunos procedimientos (por ejemplo, no puede ser que cuando llegué acá me encontré con que no había actas del consejo), es un aspecto de debilidad importante. Hay que debatir, hay que sentarse a pensar, porque lo que veo, desde este modesto lugar, es que administramos los emergentes, pero está faltando una gestión a largo plazo que permita dar respuesta a los problemas estructurales del CES.
-¿Por qué no se dan esos debates?
-No puedo asignar voluntades; de lo que estoy segura es de que no es algo personal, no es algo contra mi persona. No puedo saber si esto responde a una manera de visualizar el lugar del consejero electo o a una manera de trabajar. Hay modos más funcionales de llevar la institucionalidad pública, y tal vez yo comprendo que pueda ser un poco, como me dijo alguien, asistémica, en el sentido de que me parece que en algún momento uno tiene que pararse y pensar algo de lo que está haciendo o de las prioridades. Porque me parece que no podemos tomar la posición cómoda de decir que los lineamientos políticos están en la ley presupuestal y yo no tengo nada que discutir. Eso me parece un problema. Si tuviera que hacer el boletín del CES, sería: actuación que no conforma. Puede y debe rendir más, y me hago cargo de la parte que me toca.
-Más allá del consejo, ¿con qué situación se encontró en Secundaria?
-Yo salgo mucho, sobre todo al interior, aunque sea una vez por semana. Vengo profundamente desolada por algunas cosas que veo. Tal vez no sea justo decir que estamos en una situación de emergencia edilicia, pero sí estamos en una situación de alerta en materia de infraestructura. Es cierto que algunos liceos están muy bien, pero me parece absolutamente inadmisible que en una institución educativa haya cinco o seis salones que tienen incorporado el balde para la gotera, y han terminado por naturalizarlo. Salones sin iluminación, chiquilines hacinados, humedades y hongos en salones; vos decís: “Los padres no deberían dejarlos venir a clase”, pero siguen yendo porque es lo que hay y confiamos en que esto se resuelva. Secundaria, ANEP [Administración Nacional de Educación Pública], tiene la posibilidad financiera de instalar liceos, y a veces me da la impresión de que después de que quedan instalados dejan de ser una responsabilidad. Como no tengo un plan de arquitectura o una financiación para un plan de mantenimiento, termino operando sobre el techo cuando se está goteando, pero eso no responde a un factor estructural.
-¿Esa situación de alerta es generalizada?
-El problema de mantenimiento es un problema generalizado; en algunos lugares hay factores que lo facilitan y en otros se complejiza. En Montevideo los liceos tienen asignado un sanitario, un electricista, un cerrajero, un vidriero, hasta un monto determinado. Eso te resuelve las emergencias cotidianas. Yo pensé que eso estaba asignado para todo Uruguay, pero no es así: en el interior no está. Y eso es de una enorme complejidad, porque, por ejemplo, si se les rompe un vidrio lo tienen que pagar de su caja chica o lo tienen que pedir como un gasto extraordinario. La contrapartida de esa preocupación es la confirmación de que la gente sostiene el sistema por profesionalismo y por vocación, y da clase con un palito. Esto no significa que estoy señalando sólo lo negativo, es que yo me tengo que parar en los problemas, porque integro el CES. Sería muy fácil para mí venirme contenta y decir: “Qué bien cómo los profesores, a pesar de, enseñan, los chiquilines aprenden y hacen lo que pueden con lo que tienen”. Pero eso puede ser tramposo; el feng shui educativo o el new age pedagógico es muy peligroso como perspectiva de análisis. Es tentador decir “igual esto es precioso”, pero yo me tengo que parar en los problemas, porque es con lo que tengo que trabajar. Yo soy responsable por ello. No estoy en la posición infantil de pensar que todo tiene que ser resuelto y que hasta que tengamos piso flotante y aire acondicionado esto no puede andar, pero creo que hay algunas condiciones materiales y dotación de personal que son una cuestión pura, estricta y necesariamente de presupuesto. Estamos en algún lugar porque alguien no ha habilitado, desde el Presupuesto en adelante, que el CES dé respuesta a muchas de estas cosas.
-¿Qué alternativas existen para dar respuestas a esa situación, con la perspectiva de una Rendición de Cuentas en la que quizá algunos gastos se posterguen?
-La Rendición de Cuentas está en proceso y no estamos aún en posición de saber, pero es razonable suponer que, de acuerdo a las propias expresiones de los actores políticos, no debería haber ningún cambio que afectara a la ANEP, no deberíamos esperar sorpresas. La respuesta no te la puedo dar, porque debería tener alguna instancia de debate e intercambio sobre esto.
-¿Has planteado estas preocupaciones en el CES?
-Sí, de todas las maneras. Informalmente, en actas por escrito, lo hablé en reserva con el presidente de la ANEP [Wilson Netto] y con [la consejera electa por los docentes en el Codicen, Elizabeth] Ivaldi... Yo pienso que algunas cosas han generado cambios; desde hace tres semanas tenemos actas. Para decirlo de un modo muy gráfico: no me estoy quejando porque no me invitan a jugar a la pelota. Digo que hay un modo más colaborativo de trabajar, que los consejeros políticos y los electos, cada uno desde su lugar, tendrán sus aportes para hacer, que es importante generar alguna forma de debate sobre prioridades, y que si no coincidimos, es importante saberlo, hacer el intento de acercar posiciones, y si no coincidimos, no coincidir; no le veo el dramatismo. No creo en la necesidad absoluta de votar todo tres en tres.
-¿Cómo es el vínculo entre el Codicen y el CES?
-Me preocupa el lugar y el vínculo Codicen-CES. Creo que tenemos un fuerte problema de jurisdicciones. El Codicen ha expedido una serie de normativas: la circular de permanencia en los liceos, una que establece que el Codicen es el que determina a qué funcionario se le permite faltar por actividades de capacitación (el artículo 70.8 del Estatuto del Funcionario Docente) o, por ejemplo, que las reuniones no pueden ser ni en el turno ni a contraturno, y que ningún docente puede faltar por concurrir a la reunión de evaluación de pasaje de grado, por lo que se harán solamente después de las 20.00 o los sábados, lo cual es de una complejidad que sólo va a hacer que no haya quorum y que se extiendan un mes para hacerlas. Esas disposiciones, como le dije al presidente del Codicen, que vino a una reunión del Consejo del CES, en mi opinión son absolutamente violatorias de la autonomía de los consejos desconcentrados. Presumo que vamos a tener una discusión sobre las competencias que determina la Ley de Educación para el Codicen y las del CES. Yo puedo entender una directiva general del Codicen sobre el énfasis en que no hay que perder clases, pero fortalecer la institucionalidad es permitir que los consejos interpreten la normativa en la lógica de su desconcentrado, y empobrecer el valor de las ATD [Asambleas Técnico Docentes], de las instancias de capacitación docente o de las reuniones de evaluación obligatorias establecidas por los diferentes reglamentos debilita la institucionalidad del CES. Si yo no puedo poner las reuniones cuando me parece, tenemos que conversar qué quiere decir autonomía técnica. Con respecto a eso tenemos una diferencia técnica con el presidente de la ANEP. Puedo comprender la tentación natural del Poder Ejecutivo, esa ilusión de control que te puede dar un Codicen fuerte. Pero, en mi opinión, el Codicen aportaría mucho más en su función de coordinación.
-¿Cuáles son los principales desafíos que debería encarar Secundaria en este período?
-Los aspectos materiales son sustantivos; el problema de las vacantes o de dificultad de cobertura de horas docentes en algunas materias, también. Tenemos que revisar cuáles son los programas alternativos para los estudiantes que no están yendo al liceo, o los que empiezan y se van. No importa si el que se fue de secundaria se fue a UTU, la cosa es que se mantengan en el sistema educativo. Creo que esa concepción global de la ANEP es una pista que hay que seguir desarrollando. Hay algunas propuestas exploratorias pedagógicas que me preocupan mucho, como la Propuesta 2016, que es una propuesta las viejas aulas comunitarias en convenio con el Mides [Ministerio de Desarrollo Social], que pasan a integrarse a los liceos; los liceos de tiempo extendido, que son de contraturno; y los liceos de tiempo completo. Me preocupa el grado de debilidad con que en algunos casos dejamos a las comunidades educativas para llevar adelante estas propuestas innovadoras. Maldonado 6 es uno de los que tienen Propuesta 2016, pero si empiezo el liceo con siete salones y diez grupos, tengo un lío. Si hago un liceo de tiempo completo, como Las Piedras 5, pero no resolví adecuadamente el tema del almuerzo, le genero un problema al liceo. Si yo establezco la Propuesta 2016 y la empiezo sin reglamento de evaluación y pasaje de grado, tengo un problema. Hay un ejercicio de sinceramiento pendiente. Hay algo que el presidente de la República no sabe, y es que la mayoría de los problemas sociales están vinculados a la educación. Vos me vas a decir: ¿cómo no lo va a saber? No lo sabe. Con saber estoy refiriéndome a algo más complejo, y es la convicción de que esa es la solución de un montón de problemas. Si supieras la diferencia real que hace atravesar el sistema educativo, tú no te limitarías a hacer un esfuerzo, lo sacrificarías todo.
-Después de la interrupción de la comisión bipartita con la Federación Nacional de Profesores de Educación Secundaria (Fenapes), en abril, ¿cómo están las relaciones?
-Las mesas de negociación no están restituidas; esa es otra señal de alarma que tengo. No hay dos maneras de resolver esto. La gente tiene que volver a sentarse a dialogar y nos tenemos que poner de acuerdo de alguna manera, y cada uno se tendrá que hacer cargo de sus dichos. Que no se hayan restituido no es una responsabilidad de Fenapes.
-Una de las bipartitas se centraba en el tema de la elección de horas.
-Ese grupo de trabajo, que tiene que terminar en agosto, no se constituyó. Si no llegás a agosto con un acuerdo, tenés que pasarlo para el año que viene, porque si no, no llegás. Este es un tema del que jamás dialogué con el CES. Mi posición es que es imposible hacerlo por más de un año en las actuales condiciones. Creo en la posibilidad de elegir horas por más de un año, pero hay que desplegar las condiciones para que sea posible y que dé garantías funcionales y laborales a los profesores; no se trata de generar un acuerdo a prepo. Podemos iniciar el debate de la unidad docente con radicación. Eso significa cambios a nivel de estatuto, y es posible que lleve dos años, pero quizá se solucione un tema para toda la vida.