Es mi intención con este artículo explicar las razones por las que los socialistas impulsamos en el Plenario del Frente Amplio (FA) del 25 de junio una Reforma de la Constitución sustancial, profunda y abarcativa mediante la convocatoria a una Convención Nacional Constituyente.

La Constitución es el texto que formula el pacto básico que nos une, con dos aspectos fundamentales: la llamada parte dogmática, que son los derechos, y la parte orgánica, que hace referencia al funcionamiento y organización de las instituciones del Estado.

Tiene un valor simbólico muy fuerte: es la Ley de las Leyes, pero además es una ley más. La hacen y la rehacen los seres humanos, y al hacerla contribuyen a determinar su vida social. Y, por tanto, tiene relación con la vida concreta de las personas.

Recoge y sintetiza una época y una constelación social y, al mismo tiempo, orienta los posibles caminos de la sociedad. Como todo el Derecho -pero más, porque es la Ley Fundamental- crea realidad al nombrarla e instituirla en el orden jurídico; tiene un valor fáctico al crear instituciones, garantías y obligaciones, y un valor político en tanto expresa y modifica correlaciones de fuerza y, en su traducción y aplicación legislativa y judicial, orienta y estimula la movilización de partidos y movimientos sociales.

No es un texto neutro. Como el propio Estado, condensa y expresa una determinada correlación de clases y fuerzas políticas. Por tanto, tiene que haber correspondencia entre el proyecto de transformaciones y la Constitución. Y si bien es cierto que hasta ahora no nos imposibilitó cumplir el programa, seguir avanzando nos exige, como una tarea más, su reforma; no la única, pero sí una necesaria, que puede facilitar o dificultar el despliegue del proyecto.

Dos actitudes opuestas, pero que se complementan, pueden explicar que, inicialmente, se piense que el tema esté alejado de la gente. Por un lado se lo idealiza y se lo considera tan difícil y complicado que es sólo para expertos; al mismo tiempo, se lo desvaloriza cuando se afirma que los problemas son otros, que esto no tiene nada que ver con el salario, con el día a día de la gente. Y sin embargo, esto no es cierto. Tiene que ver con la vida de todos; todos somos los que hacemos y rehacemos la Constitución, en definitiva, obra humana, una construcción social fruto del diálogo democrático.

Por tanto, no debemos resignarnos ante estas actitudes. Es el punto de partida que la izquierda social y política, todos los que queremos transformar profundamente nuestra sociedad, tenemos que superar, llevando este tema a la consideración de la ciudadanía y de las organizaciones sociales que integran el movimiento popular. Esto no puede hacerse en abstracto; es en el propio proceso que puede adquirirse la conciencia de la importancia del tema.

La primera razón para reformar la Constitución es de índole estratégica y es la que señalan las resoluciones aprobadas en sucesivos congresos del FA, que, además, establecen los mecanismos.

La reforma de la Constitución es parte del desarrollo del proceso de transformaciones profundas hacia una sociedad más justa y democrática, siendo simultáneamente medio y fin. Es medio, en tanto el proceso de su gestación contribuye a la generación de un consenso social en torno a nuevos valores. Es fin, en tanto es parte de la profundización de las reformas ya iniciadas. Esto implica acumulación social, lucha ideológica y generación de consenso en torno a un proyecto de transformación del país, profundizar la Democracia, profundizar las reformas económico-sociales.

La actual Constitución tiene 50 años; el mundo y el país han cambiado. Y el texto tiene que acompasar esos cambios.

Tenemos una sociedad más moderna, más integrada al mundo, más dinámica. En el mundo de la globalización, la nacionalidad uruguaya está globalizada en la diáspora. Las concepciones éticas y filosóficas han cambiado, en aras de concepciones sociales que jerarquizan el valor de la solidaridad. Los gobiernos del FA han cambiado el país, han traído derechos y reformas que debemos incorporar a la Constitución, para darles más valor, seguridad y permanencia y para que haya coherencia entre nuestra sociedad y la Ley de las Leyes, que sintetiza nuestro pacto fundamental.

La Constitución presenta una serie de aspectos que deben ser mejorados, en el sentido de la democratización, la eficacia de la labor gubernativa, la solidaridad, la modernización y la formulación de nuevos derechos.

Se ha señalado que la actual coyuntura de dificultades económicas y de descenso relativo de la adhesión al FA en las encuestas no es la mejor para este emprendimiento. Sin embargo, y por las mismas razones, creo que debemos asumirlo.

El país debe darse un tiempo y un espacio para debatir acerca de la construcción de su futuro durante las próximas décadas, como lo hizo José Batlle y Ordóñez cuando, en medio de las dificultades económicas de la Primera Guerra Mundial, quiso reformar la Constitución y convocó una Constituyente con ese objetivo.

El FA necesita más iniciativa estratégica, conducción y síntesis política. El FA necesita una actitud más activa y propositiva, retomando el camino de las reformas, levantando el proyecto de un nuevo desarrollo para el país que trascienda un período de gobierno, y la reforma de la Constitución es parte de ese proyecto.

Algunas de las razones para adoptar el mecanismo de la Convención Nacional Constituyente son:

Es el mecanismo que permite una elaboración más profunda y abarcativa de los proyectos. Una reforma profunda va asociada a la Constituyente. El proyecto con el cual la convocamos puede ser enriquecido, ampliado, mejorado en el correr del año de sesiones de la Constituyente, recogiendo el fruto del diálogo con la sociedad en ese tiempo, que podemos prever que será de intensos debates.

Es el más democrático. Si el fin es profundizar la Democracia, debe adecuarse el medio al fin.

Es el más afín a la acumulación social y política, al acumular voluntades, fuerzas y conciencias tras el proyecto, al generar nuevos consensos y ganar para el bloque social de los cambios. Se trata de convocar y movilizar a los frenteamplistas, a toda la ciudadanía democrática y de izquierda junto a las organizaciones sociales. Más allá de que para iniciar el proceso de convocatoria a una Convención Nacional Constituyente alcance con un legislador -y luego la aprobación de dicha convocatoria por parte de la mayoría absoluta de la Asamblea General-, esto puede acompañarse, ya desde el inicio, por la movilización y el respaldo de las fuerzas sociales, los cuales proseguirán y se incrementarán en la campaña para elegir convencionales, en el año de debates y en el plebiscito final.

Permite resolver el punto antes de las próximas elecciones nacionales, a diferencia de los procedimientos de la iniciativa popular o del proyecto de 2/5 de los legisladores (incisos A y B del artículo 331). No debe coincidir el plebiscito de una reforma constitucional con las elecciones, porque las contamina; las complica, sobre todo si hay que votar por los dos sistemas, porque el elector se desentiende de lo que lo complica y, al final, sólo vota a su lista de elección. Porque los precedentes dicen que se pierde, porque suman el No los que no entienden, los que no están de acuerdo y los partidos de la oposición. Hay otro mecanismo (inciso D) que permite plebiscitar, antes de las elecciones, la llamada ley constitucional, pero requiere 2/3 de legisladores. No los tenemos, y cuesta creer que podamos acordar con la oposición una reforma profunda y sustancial.

Por tanto, además de todas las anteriores, por razones tácticas la Constituyente es el mecanismo que nos da, afrontando los riesgos que implica la confrontación democrática, y justamente por ellos, las mejores condiciones para ganar. Ambos bloques, la izquierda y la derecha, van a llegar al tercio de convencionales que los habilita a presentar un proyecto global, y esa lucha, proyecto contra proyecto, además de ser la que nos permite avanzar ideológica y políticamente, es la que galvaniza a nuestro electorado -no un plebiscito que coincida con la elección- y, en la polarización, nos permite ganar.

Además, mientras los demás mecanismos exigen la mayoría absoluta de los electores, con la vía de la Constituyente alcanza con la mayoría relativa -no inferior a 35% de los ciudadanos inscriptos- para que triunfe un proyecto.

Por todas estas razones, apelamos ahora a un profundo debate de ideas con todas las fuerzas frenteamplistas y, más adelante, con todas las fuerzas sociales, que nos permita hacer realidad este fundamental objetivo estratégico para las transformaciones profundas del país.