Repetir, o no

Buzzetti y el presidente del Consejo Directivo Central de la Administración Nacional de Educación Pública, Wilson Netto, vincularon este protocolo de intervención con la generación de recursos para evitar la repetición. Netto vinculó a este grupo de niños con dificultades (entre 10% y 11% del total de la matrícula de 1° año) con el 13,5% de los niños que repiten ese mismo curso: “Es un universo muy similar”, dijo, y apuntó que este nuevo seguimiento permitirá hacer un “acompañamiento y trabajo focalizado en atención a dificultades particulares que los niños puedan tener”.

Caggiani, en tanto, opinó que el problema no es la repetición, sino los aprendizajes. “Cuando se plantea que el problema es la repetición, se está planteando un problema visto desde la administración, en términos de ingeniería social o de flujo”, si bien “no está demostrado que la repetición sea la variable que produce, por ejemplo, que el alumno no termine el bachillerato”. “Cuando en la escuela se repite, es el último recurso que quedó después que pasara el maestro comunitario, el maestro de apoyo… La política educativa no puede pensarse sobre el factor repetición, sino que tiene que pensarse sobre el factor aprendizaje, porque además, en última instancia, la repetición es una ficción teórica, es una resolución administrativa. Si se dice ‘no se repite más’, no todos los gurises van a terminar bachillerato y no todos van a aprender más, es sólo una resolución”, consideró.

Poco más de 40.000 niños se inscribieron a comienzos de año en primer año de escuela, y de ellos, 4.383 ya habían acumulado bajo rendimiento y diez faltas al 30 de abril, cuando habían pasado dos meses de clase -con el receso de Semana de Turismo en el medio-. Ayer, el Consejo de Educación Inicial y Primaria (CEIP), el Ministerio de Desarrollo Social (Mides) y el Ministerio de Salud Pública (MSP) anunciaron que coordinarán acciones para realizar un seguimiento “sociosanitario pedagógico” a estos niños, que permita detectar más rápidamente si hay dificultades de aprendizaje a consecuencia de enfermedades o por déficits del sistema de protección social.

Los niños fueron identificados por el sistema informático Gestión Unificada de Registros e Información (GURI) y por la Evaluación Inicial Temprana que se aplica a nivel inicial (cuatro y cinco años). El listado ahora “bajará” a los maestros de cada escuela, que podrán quitar a aquellos niños que hayan tenido avances en estos meses o agregar a algunos que, aunque no hayan tenido ese número de faltas o bajas calificaciones, pueden tener un desarrollo menor al esperado. Ese listado final estará en manos del MPS y del Mides, con el objetivo de articular acciones para proteger la trayectoria de esos niños.

El CEIP, según explicó su directora general, Irupé Buzzetti, generó un protocolo de intervención que implicará la atención técnico-pedagógica por parte de los docentes que integran los programas Maestros Comunitarios (en líneas de alfabetización y aceleración), Maestro + Maestro, maestros de apoyo itinerante y profesores de educación física y de educación artística. Pablo Caggiani, consejero del CEIP en representación de los docentes, contó que se aplicarán en este universo de niños experiencias que ya existen en muchas escuelas, como los “quiebres de grupo” para que otros maestros puedan atender a estos niños en grupos de entre cinco y 12 alumnos, en paralelo a las clases. En este marco, en setiembre comenzará un curso de educación especial para 250 maestros de apoyo.

Pero el acuerdo tiene que ver con la intervención del Mides y el MPS, también en forma temprana. Federico Graña, director de Promoción Sociocultural del Mides, explicó que para comenzar a trabajar partieron de muchas críticas concretas de maestros a las políticas del sistema de protección social a los niños con dificultades: “Las respuestas no se daban en tiempo y forma”, dijo. Marcó que el Mides acompañará el proceso desde el punto de vista social, analizando si estos niños forman parte de algún programa de asistencia o, si no lo hacen, si deben hacerlo, y que se buscará “lograr la articulación entre los maestros y el personal de la salud, para poder ‘despsiquiatrizar’ ciertos procesos”. “A los niños con problemas de rendimiento se los deriva a equipos hiperespecializados, y en realidad, a veces lo que falló fue una pesquisa ocular. Pero a ese niño la solución le llegó meses después, cuando, si hubieran trabajado con alguien del primer nivel de atención, eso hubiera saltado enseguida”, ejemplificó.

A esto también se refirió Claudia Romero, directora del programa Salud de la Niñez del MSP. Mejorar la detección de alteraciones del desarrollo en la niñez es uno de los objetivos del ministerio, y, según Romero, al estudiar a los niños con problemas de aprendizaje o desarrollo se concluyó que “80% no tiene ninguna enfermedad de base que explique esa alteración”. En mayor medida, esas alteraciones tienen que ver “con las omisiones o pérdidas que tuvo ese cerebro para desarrollar todo su potencial”, por lo que, aseguró, “si se piensa el desarrollo sólo desde la salud nos estamos quedando muy cortos”. Reconoció que muchos niños con problemas de desarrollo “terminan medicalizados, y la gente que está más en contacto con ese niño, el maestro y después los médicos del territorio, no sabe qué pasó con él”.

Con este listado, tanto para el MSP como para el Mides y el CEIP, los niños identificados pasarán a ser prioridad y, por ejemplo, se buscará evitar demoras en consultas.