1. De los orígenes a 2004
El proceso de acumulación de la izquierda en Uruguay estuvo desde siempre ligado a dos grandes vertientes: una vertiente política, por medio de las organizaciones partidarias y su punto de culminación con la creación, en 1971, del Frente Amplio (FA); y una vertiente social, particularmente la sindical, con el proceso de creación de la Convención Nacional de Trabajadores (CNT), en 1966, su rol central en la huelga general de 1973 y su proceso de desarrollo en democracia con el PIT-CNT.
Ese proceso en común tuvo a su vez varias facetas. La primera es la definición de la unidad como centralidad para el avance de la izquierda. La fundación de la CNT y la del FA fueron las expresiones de esa visión común, desde lo político y desde lo sindical, acerca del rol de la unidad política. La segunda faceta es la programática. El Congreso del Pueblo realizado en agosto de 1965, antes de la unificación sindical y con representantes de organizaciones sindicales, estudiantiles, cooperativistas, de jubilados, de la educación, de la cultura y de pequeños productores, desarrolló una propuesta llamada “Programa de soluciones a la crisis”, que sostenía la necesidad de realizar importantes reformas en el agro, el comercio exterior, la industria, la banca, la tributación y la educación, al tiempo que levantaba un reclamo de mayores libertades sindicales y para los sectores populares en general. Luego, la unificada CNT tomó gran parte de ese programa y lo incorporó a su propuesta de modelo de desarrollo.
El FA nació con un programa de gobierno expresado en las 30 medidas propuestas en 1971, en enorme coincidencia con las propuestas emanadas del Congreso del Pueblo, que eran el eje de la CNT. La reforma agraria, la nacionalización de la banca y del comercio exterior, la recuperación del salario real previo a la congelación de salarios dispuesta por Jorge Pacheco Areco y el Seguro Nacional de Salud son ejemplos de varias de esas coincidencias.
La tercera faceta se refiere a las luchas y movilizaciones que unieron a las organizaciones políticas sociales en la calle, y en particular al proceso de resistencia a la dictadura, en los años 70, y al neoliberalismo, en los años 90. En suma, la acumulación política de la izquierda en Uruguay tiene un enorme vínculo con el proceso de acumulación sindical y con las luchas obreras.
*2. De 2005 a 2014 *
El FA llega al gobierno nacional en 2005. La faceta programática de la que hablábamos antes se materializó en el programa de gobierno impulsado por el FA, en términos generales y especialmente en las áreas social y laboral. Buena parte de los postulados con los que el FA llegó a gobernar emanaban dialécticamente de su interacción con el PIT-CNT. Y no me refiero sólo a los más generales, a los que tenían que ver con el crecimiento simultáneo de la redistribución o con la integración regional como estrategia central de inserción internacional, sino también a aspectos que fueron el rasgo distintivo y de mayor impacto transformador en estos diez años, como la reforma laboral y la reforma de la salud.
La reforma laboral tuvo, entre sus rasgos centrales, históricos reclamos del movimiento sindical, como los de negociación colectiva (incluyendo a los trabajadores del sector público), libertad sindical, control de las tercerizaciones y promoción del sindicalismo. La reforma de la salud se realizó mediante un proceso global debatido en el seno del FA, pero tuvo su expresión primera y más fuerte en la reforma del sistema de financiamiento, con la creación del Seguro Nacional de Salud, en un modelo de cambio que fue definido primero por la Federación Uruguaya de la Salud, en 2001, y luego por la convención médica del Sindicato Médico del Uruguay, en 2004. Y la interacción no se da sólo con el movimiento sindical. Los cambios en vivienda con la promoción de las cooperativas y la inclusión del subsidio a la permanencia son los dos ejes de la propuesta histórica de la Federación Uruguaya de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua. Al mismo tiempo, el sistema de cuidados emerge de las reivindicaciones históricas del feminismo. Esta comunión programática se acompañó de apoyos desde el movimiento obrero, sin que este perdiera su independencia de clase, para realizar, continuar y profundizar las transformaciones. La frase “somos independientes, pero no indiferentes a los cambios” definió el sello de la central sindical.
Y hechos relevantes fueron, entre otros, el apoyo del PIT-CNT ante lock outs patronales que quisieron desestabilizar al gobierno del FA, como el de los camioneros o el conflicto anestésico-quirúrgico. En esa misma dirección, la estrategia de reformas del FA priorizó la participación social, y en particular sindical, en la conducción de organismos públicos, como en la Junta de Salud, como en la Administración de Servicios de Salud del Estado (ASSE) y como en la Administración Nacional de Educación Pública, entre otros.
En síntesis, el gobierno del FA puso en marcha una estrategia de desarrollo que mucho tuvo que ver con la acumulación conjunta del movimiento obrero y de los partidos de izquierda, y que contó con un sostén fundamental en ella. Lo desarrollado en estos dos primeros puntos ha llevado a definir la economía política de los cambios, durante estos diez años, a partir de la existencia del bloque social de los cambios que integra el FA junto con el movimiento sindical y otras organizaciones sociales.
*De 2015 hasta hoy *
Nuestra visión es que desde 2015 hasta ahora ha habido una política pública que no ha sustentado su accionar en el desarrollo y la consolidación del actual bloque social de los cambios, sino que más bien ha tomado un conjunto de medidas y ha desarrollado una estrategia de alianzas que van en sentido contrario. En el proceso de cambios fue clave la dialéctica entre lo social y lo institucional; entendemos que en los últimos años se ha procesado una modificación que se refugia en lo institucional.
Las referencias más importantes para la afirmación anterior son las siguientes:
●En primer lugar, el mensaje presupuestal y actualmente la Rendición de Cuentas. Los compromisos programáticos, como se dijo más arriba, son de contenido similar (6% del Producto Interno Bruto a la educación, “fonasamiento” de ASSE, Sistema Nacional de Cuidados -SNC-, entre otros). Sin embargo, en la ley de presupuesto hecha a dos años, y más aun con las reducciones presupuestales de esta rendición, la realidad se aleja mucho de esos objetivos y delinea un presupuesto procíclico, que revierte la línea de los diez años anteriores y, como señalé, se aleja del cumplimiento de los compromisos programáticos, en especial en el área social.
●En segundo lugar, las pautas salariales, que, por un lado, desindexan los salarios de la inflación y dejan de lado un elemento histórico de la alianza entre el FA y el PIT-CNT y, por otro, proponen aumentos nominales que con certeza provocarán reducción de salario real y que alejan dos años los correctivos para recuperar la pérdida.
●En tercer lugar, cuestiones vinculadas con los mecanismos institucionales, como haber decretado la esencialidad en la educación.
●En cuarto lugar, el proyecto de cambios en el Fondo de Desarrollo Social (Fondes) que subsumía cooperativa y microempresas en un fondo común. Dada la oposición del movimiento sindical y de buena parte de la bancada legislativa de gobierno, ese proyecto cambió y conservó las características originales del Fondes. Lo mismo sucedió con el Sistema Nacional de Competitividad, que se volvió -también gracias a esfuerzos del movimiento sindical y de la bancada frenteamplista- sistema de transformación productiva y competitividad.
●En quinto lugar, hubo cambios en el concepto y la dimensión de la participación social. El SNC, a diferencia del sistema de salud, no tiene participación social en su dirección; tampoco la tiene el sistema de competitividad, y se pretendía reducir esa participación en el Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional.
●En sexto lugar -y esto no es menor -, los quiebres en el diálogo y la comunicación y el anuncio de propuestas muy sensibles (como la desindexación o la esencialidad) sin diálogo. Estos cambios en el diseño de instrumentos han tenido ya algunos impactos, en particular en 2015, cuando se enlenteció el crecimiento del salario real mes a mes, cayó la masa salarial y, por ende, hubo concentración funcional del ingreso y se detuvo la caída de la pobreza. ¿Estamos ya ante tendencias? ¿Son reversibles? Afirmo que sí son reversibles. Que es posible revertir este proceso y retomar la senda de distribución del ingreso y de empuje conjunto del bloque histórico de los cambios. Esto dependerá de cómo evolucione un conjunto de decisiones y actitudes. Entre las primeras, destaco la importancia que tendría cambiar la pauta salarial y definir en 2017 una Rendición de Cuentas que alinee la adjudicación de recursos con los desafíos programáticos sociales y laborales.