La arrocera Arrozal 33 tiene un largo historial de denuncias de persecución sindical. La acusación más grave que recibió fue incendiar una carpa instalada por el sindicato en el medio de un conflicto en el predio de la empresa, en mayo. En aquel entonces, desde el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, aseguraron: “Esto es una muestra de que el sector arrocero tiene un valor agregado que otros sectores del agro no tienen. En una estancia ganadera a los sindicalistas se los muele a palos. Acá hay que meterse en internet para ver cuál es el mejor combustible, comprarlo, eventualmente hacer una mezcla de más de una sustancia, en fin, es mucho más dinámico”. Esta semana se conoció un nuevo caso de persecución sindical en Arrozal 33. Ayrton de Ávila, un trabajador sin ningún antecedente por mala conducta, fue despedido luego de que un compañero lo agrediera con un cortaplumas, provocándole varias heridas en la espalda. El hecho ocurre semanas después de que otro trabajador rural, Hugo Leites, fuera agredido a rebencazos en la espalda por el capataz del establecimiento en el que trabajaba.
Desde la Asociación Rural manifestaron su “preocupación” por ambos casos. “Notamos un aumento notorio de casos de peones que atacan a capataces y compañeros con el mismo modus operandi: utilizando sus espaldas. Consideramos que es una situación muy grave, ya que podría estar indicando algún tipo de adoctrinamiento de personas ajenas a la gran familia del campo que buscan desestabilizar al país tal como lo hicieron en décadas pasadas”, aseguró un dirigente de la Asociación Rural del Uruguay. Entre los ruralistas también hay preocupación por los daños materiales que provocan este tipo de ataques. “En el caso de la estancia de Salto, el rebenque del capataz quedó a la miseria de todos los espaldazos que recibió, y en el caso de Arrozal 33 el cortaplumas quedó seriamente deteriorado. Si esto de los ataques con espaldas continúa, los atacantes deberían pagar lo que rompen”, aseguró el ruralista consultado.