Los estudiantes de sexto año de todas las orientaciones del liceo 36, Instituto Batlle y Ordóñez (IBO), del Prado, armaron el jueves una muestra de cerca de 30 proyectos relacionados a los derechos humanos, con énfasis en la importancia del acceso a la información. “En esta jornada se trata de cumplir objetivos, de sensibilización, concientización y difusión de los diferentes derechos que tienen las personas. Por eso, toda la comunidad estaba invitada”, dijo a la diaria Laurita Dávila, docente organizadora de la actividad junto con Eva Selva, ambas encargadas de la materia Estudios Económicos y Sociales, que sirvió de marco para la muestra. “Problemáticas causadas por la no potabilización del agua”, “autismo”, “abandono estudiantil”, “contaminación sonora”, “obesidad infantil” y “saneamiento” eran algunos de los proyectos que se podía ver en la galería del liceo ubicado en Camino Castro y María Orticochea. Si bien no todos los trabajos trataban sobre lo que habitualmente se relaciona a los derechos humanos, “todos debían relacionarse con una mejora a la sociedad”, explicó Selva.

Además, otros grupos decidieron trabajar en torno a temas como el VIH, el bullying, la discapacidad, el aborto y “los adultos mayores en casas residenciales”; todos tenían que elaborar un proyecto con determinada metodología, producir nuevo conocimiento y encontrar la forma de comunicarlo. Selva detalló que la idea de la muestra surgió de los estudiantes: “Notábamos que los chiquilines tenían el mismo objetivo de difundir y transmitir sus conclusiones, pero no íbamos a lograrlo si los proyectos quedaban dentro del aula. Por eso se nos ocurrió sacarlos a la comunidad”.

Dávila comentó que detrás del trabajo en proyectos está la idea de “aula invertida”, donde el alumno trabaja y aprende, mientras que el docente “va corrigiendo los conocimientos a partir de lo que ellos hagan”. Para la profesora, esta modalidad se diferencia del aula tradicional, “a la que los estudiantes van a recibir clase”, ya que en esta forma alternativa se propone la creación de conocimiento propio a partir de la experiencia: el alumno pasa a ser “el protagonista y no el que recibe el proceso”. Esta metodología de trabajo les insume “tiempo fuera del aula no pago, y muchas veces no reconocido”, afirmó la docente. Además, señaló que esta manera de ver la enseñanza provoca que los estudiantes no corten su vínculo con el liceo. “Por ejemplo, hay estudiantes que sólo están haciendo este trabajo sin cursar el resto”, afirmó Dávila. La profesora dijo también que trabajar bajo la modalidad de proyectos exige “que los docentes salgan de su zona de confort, algo que cuesta porque implica un cambio sobre algo que puede estar dando resultado, lleva mucho trabajo y no es restituido”.

Las docentes, que cubren todos los grupos del liceo en ambos turnos, aseguran que tienen un “muy buen apoyo de la dirección”; Selva destacó que las autoridades del liceo aportaron la financiación para “la elaboración de los volantes de los chiquilines y se autorizaron todas las salidas que tenían que hacer en horario de clase a otras instituciones, para que no tuvieran la falta”. Asimismo, hay una “buena relación” con los otros profesores, que colaboran “en la medida de sus límites de horarios, aunque necesitaríamos mucha más colaboración para cambiar la cabeza de la educación”, afirmó Dávila.

Sus voces

Más de un centenar de personas transitaban por los diferentes stands de los estudiantes, y la entrada al liceo quedaba abarrotada. Los investigadores se proponían explicar las conclusiones a las que llegaron luego de un año de trabajo a cualquiera que se acercaba, y además ofrecían juegos y regalaban desde folletos informativos elaborados por ellos hasta alimentos caseros. Cada puesto estaba identificado de forma particular y cada integrante estaba vestido acorde, ya sea con pins de colores, pintura en las mejillas o camisetas del mismo color. Cada equipo tenía en cuenta todos los detalles pensados para una mejor comunicación con los visitantes.

Para Sabrina y Agustín, de la orientación Medicina, “fue un placer transmitir en esta feria todo lo que se hizo en el año, es una motivación para seguir trabajando”. Su grupo hizo una investigación sobre el tabaquismo y su impacto en adolescentes, que apuntaba a la prevención. Catalina, que cursa el último año en la orientación Derecho, dijo que este tipo de experiencia “es buena porque nuestros padres y familiares pueden venir a vernos; casi siempre que vienen es por algo malo, y esto es una instancia que, al contrario, les permite ver el proyecto en el que estuvimos trabajando todo el año”. Ella y sus compañeros estudiaron el origen de la violencia de género y lo ubicaron en “el proceso de socialización, con la asignación de roles desde chiquitos”.

Nahomi, estudiante de sexto de Medicina, se encargó con su grupo de estudiar los alimentos transgénicos, su origen e implicancia en la salud. Para ella, este tipo de oportunidades “están muy buenas, porque, a pesar de que se pasa un poco de estrés y a veces se tensa la relación en el grupo, en el stand estamos relajados y se genera un buen ambiente comunitario en el liceo”. El grupo de Florencia, que está cursando la orientación Ingeniería, decidió estudiar “la forma de enseñanza basada en proyectos”, porque consideran que es una buena alternativa al sistema actual, que para ellos “no está funcionando”. Según ese grupo, estos proyectos que ocupan todo el año “motivan a los estudiantes e impulsan su creatividad”.