Una carrera en ingeniería que tiene muchos años de teórico antes de empezar con la práctica es motivo de frustración para los estudiantes, acá en Uruguay y allá en México. Ese fue el problema que inspiró a Roberto Saint Martin a buscar una solución que derivó en Robotix, un movimiento educativo que, con cursos de robótica, desde 2006 busca “empoderar a los niños para detonar un cambio social”. La unión con programas del Estado mexicano y otras organizaciones ha logrado un impacto en más de 70.000 jóvenes en más de 900 escuelas. En su paso por Montevideo para la presentación de un libro sobre pensamiento computacional, el ingeniero en mecatrónica conversó con la diaria sobre su exitosa fundación, abordó las claves para trabajar con niños, y explicó el papel que juega en los futuros empleos y en la disminución de la desigualdad de género.

–¿Cuál es la gran ventaja de enseñarles robótica a los niños?

–Hay varios efectos. Uno de ellos es que antes la robótica sonaba como algo inalcanzable, para gente que realiza una maestría y un doctorado. Ahora, con los talleres un alumno puede darse cuenta de que desde edades tempranas es capaz de hacer cosas de electrónica, de mecánica, de programación. Eso es motivante y genera mucha curiosidad, pero también, conforme se adentran en ese espacio, les da mucha seguridad en ellos mismos y en sus capacidades, devuelve ese sentimiento de que son especiales e importantes. En suma: la robótica los empodera, es un ingrediente que transforma completamente la vida del niño. Adicionalmente, hoy hay una correlación muy relevante entre gente que se está acercando a la ciencia, la tecnología y las matemáticas en el país y la capacidad de innovación, de emprendimiento. De hecho, en un estudio Australia demostró que si logran llegar a que 1% la población estudie ciencias, tecnologías, ingeniería y matemática podrían aumentar el Producto Interno Bruto en 4,5%. Otra razón es la preocupación que hay en torno a los trabajos; la economía demuestra que de aquí a 20 años la tendencia será hacia la transformación más que a la desaparición de trabajos, y la tecnología va a ser parte de las rutinas. Además, es parte de la transformación del sistema de educación, en el que el maestro ya no es el único que tiene la razón; ahora importa la reflexión conjunta, el análisis.

–¿Cómo ayuda la robótica a ese cambio en el sistema educativo?

–En varios sentidos. Por un lado, ha sido muy importante nuestro aporte a la capacitación y el seguimiento docente. Entregamos una guía minuto a minuto de las actividades y los docentes la siguen; lograr que los profesores usen ese nivel de energía ha sido una transformación, ahora se atreven a cantar, a sentarse con ellos en el piso a jugar. Ha sido muy rico, en las encuestas vemos que muchos de ellos sienten que desde que empezaron a impartir clases de robótica mejoró su práctica, de alguna forma es como si fuéramos un virus: ayudamos a modernizar la práctica docente.

–¿Cuáles son los desafíos que enfrenta el área?

–Hay cosas que debemos cuidar, como la perspectiva de género. Hay una preocupación importante por cómo involucramos por igual a niñas y niños en estos espacios de desarrollo de la tecnología. En los casi 12 años que llevamos trabajando, este tema ha sido todo un proceso: en las primeras épocas ni nos dábamos cuenta de que eso era un problema, porque veníamos de tradiciones como la ingeniería, donde es normal que haya una mujer cada 100 alumnos; fue una transición darnos cuenta de que ese problema era una oportunidad. Nos pusimos a trabajar en ello cuando noté que, de 300 niños que iban a uno de los cursos, sólo había 20 niñas; ahí empezó mi campaña con un grupo de niñas de mis equipos talento que estaban ganando premios internacionales. Fue una experiencia muy interesante, porque cuando los medios les preguntaban sobre la opinión de sus padres, ellas dijeron que las iban a aceptar, pero otra dijo que los padres no se impresionaron porque ella ya jugaba béisbol. Nos dimos cuenta de que somos parte de un mundo con un machismo y un sexismo enorme, y de que seguimos pensando que la robótica es para varones.

–¿Cómo trabajan para cambiar eso?

–Hay una parte que es cultural. Al nacer, una niña tiene una muñeca y el niño tiene un coche. Lo que hemos hecho es tratar de hablar con los padres, hemos creado modelos de rol de mujeres en ciencia, porque en mi país hay muy pocas mujeres en el ojo de los medios que hagan ciencia y tecnología. Lo que más vemos son series como The Big Bang Theory, que siempre presentan al intelectual nerd, torpe socialmente, mientras que las mujeres representadas ahí son atractivas, populares y malas para la ciencia. Eso es con lo que nos alimentamos, y es muy grave, porque hace pensar que si eres mujer y quieres hacer ciencia, no vas a ser popular. Cuando hacemos este programa tan divertido y lo entregamos por igual a niños y niñas, empezamos a romper barreras.

–¿Cómo hacen para que la robótica sea interesante y entendible para los niños?

–Lo fuimos mejorando a prueba y error. Nos dimos cuenta de que cuando les explicábamos cómo manejar un robot para que fuera derecho y se moviera en 90 grados y a tiempo, les gustaba pero no tanto; era un poco más divertido cuando, en cambio, pegábamos un plumón al robot para que dibujara, aunque tampoco era el clímax de la diversión. Luego jugamos a hacer metáforas con programas de televisión: había un programa, Los chicos del barrio, y ellos eran muy felices con eso. Entonces, les proponíamos resolver los retos como lo hacían en el programa. También resultó muy bien con la película Shrek: les pedíamos que lo ayudaran a salvar a Fiona del castillo. Esa fue la clave: empezamos a jugar con ellos. Al hacerlo, casi que se olvidaron por completo del problema de la geometría o lo que fuera, porque era tan divertido que estaban dispuestos a aprenderlo todo. En el primer verano que hicimos eso, cada día era una nueva experiencia para los niños. Llegaban al módulo del espacio y el salón estaba oscurecido, con planetas colgados y astronautas, y tenían que resolver problemas en un escenario de Marte; al otro día era la selva, por ejemplo. Así construimos un modelo que equilibra el aprendizaje y la tecnología con experiencias suficientemente lúdicas y relevantes como para que el niño quiera volver.

–¿Cómo fueron estos 11 años de trabajo?

–Después de ese verano empezamos a crecer muchísimo, y en estos 11 años fue un gran reto mantener el equilibrio, desde el producto y el servicio hasta cómo capacitar a las decenas de profesores; cómo mantener una buena relación con ellos, con los padres y la familia, mantener el precio y el modelo educativo. Llegamos a tener 5.000 alumnos al año y empezó a suceder que aquellos con cinco o seis años con nosotros empezaron a ganar muchos premios, como en la NASA o en las olimpíadas mundiales. En 2015 empecé a pensar cómo podríamos elevar el proyecto para llegar a más personas, y allí fue cuando se me ocurrió hacer mancuerna con iniciativas del gobierno. Entramos a un proyecto que se llama Puntos México Conectados, que son pequeños centros de inclusión digital en todos los estados de la república, y dan servicio a los comunidades más vulnerables. En particular, para ellos diseñamos talleres sobre tecnología y robótica, tanto para niños como para adultos, y capacitamos a todos sus profesores por medio de nuestro modelo educativo, de forma de que lo implementaran con la misma calidad. Pasamos de 5.000 niños participando a 15.000 en un año, y al siguiente eran 35.000; se volvió el programa más importante a nivel federal.

–¿Cuáles son los próximos desafíos de Robotix?

–Pensamos en cómo hacer para llegar ahora también a todas las escuelas públicas. Rediseñando la propuesta, decidimos probar meter todos nuestros contenidos en una caja, que se llama Robotix in the box, y pusimos todo el know how de 11 años dentro. Está pensado para que pueda estar en cualquier escuela y convertir el aula de medios en una de robótica, de tal suerte que podemos darles los materiales, como los robots, los escenarios de Marte o de la selva, y ciertos contenidos de electrónica también, para que, con el manual, el docente pueda llevar la experiencia de la robótica a su clase.