“Hacia una gestión pública basada en evidencias” se llamó el seminario organizado por el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF) para abordar las potencialidades de la Unidad de Presupuesto Nacional en su décimo aniversario. “Quizá la palabra que más nos atrae sea ‘presupuesto’, pero empezaría por otro concepto, el de política”, comenzó diciendo el titular de la cartera, Danilo Astori. Para el ministro, “la política económica es, ante todo, política”, que “hacemos para cambiar la sociedad”. Afirmó que la política –“en el sentido más abstracto”– implica las posibilidades a elegir para alcanzar determinados objetivos. En este sentido, “a veces las opciones se reducen y limitan el campo de quienes hacen política”, pero recalcó que ese no es el caso de Uruguay, que “puede elegir sus caminos”, aseguró.

La “clave” está “en el diseño y no tanto en las herramientas que se utilizan”, lo que implica, “antes que nada, la calidad de la política”. “La vida nos ha dado metodología e instrumentos para trabajar por esa calidad, y una de ellas se llama presupuesto, definido por sus dos grandes componentes: el gasto y los ingresos públicos”, explicó. Además, destacó la necesidad de que la política fiscal “guarde consistencia” con las de ingresos y monetarias.

El director de la unidad que se propone coordinar la gestión del presupuesto nacional, Michael Borchardt, contó que hace diez años “el control fiscal estaba basado en el control de la caja” y que “no se sabía cuánto” iba a haber disponible, porque “había topes y restricciones de cupo”, lo que se traducía en una “falta de previsibilidad” que generaba que el presupuesto no contribuyera a la planificación. En resumidas cuentas, “la debilidad institucional conspiraba en contra de una gestión más eficiente”, dijo, aunque agregó que la creación de la unidad “pasó las discusiones a otro plano”

Sostuvo que una década después, la unidad alcanzó un control fiscal con foco en el presupuesto, que, a su vez, está enmarcado en los aspectos macroeconómico y fiscal. “Hay una vinculación de los créditos presupuestales con el resultado fiscal” y una “integración de la estrategia fiscal y la gestión de deuda” por medio de una “institucionalidad específica y nuevas capacidades”. Según Borchardt, había necesidad de una estructura, y la incorporación de la tecnología posibilitó “mejorar los procesos, la estructura presupuestal y la simplificación de reglas y procedimientos”. Desde 2015 la aprobación de cada punto del presupuesto se puede seguir de manera online, lo que “agrega transparencia” al proceso. También destacó “la previsibilidad de los pagos y la modernización de la Tesorería, que, a su vez, repercutió en una mejora de la información que la unidad brinda año a año al Parlamento”.

Entre los desafíos que se proponen desde la unidad están seguir aumentando la flexibilidad y, “lentamente, pasar a un presupuesto de resultados”. “Hoy el Poder Ejecutivo define las prioridades y los resultados; los ejecutores, los programas, y desarrollan las capacidades y sistemas; los actores transversales, como la OPP [Oficina de Planeamiento y Presupuesto] y el MEF, generan información y análisis, y el Parlamento se encarga de la discusión sobre la Rendición de Cuentas, que pretendemos que se vaya trasladando el foco a los resultados”. “Sentimos que estamos dando los primeros pasos –en función de los que pudimos ir construyendo hasta ahora–, pero sabemos a dónde vamos”, concluyó.