Cuando la sociedad había olvidado por completo a ese grupo de gente que tiene entre 50 y 60 años, que se aferra a su empleo con uñas y (pocos) dientes porque sabe que será imposible conseguir otro, la opinión pública les devolvió su posición de privilegio. Al menos hasta que volvamos a ignorarlos para siempre.
Los cincuentones son la vedette de los problemas del gobierno desde que Raúl Sendic se fue a comprar colchones a su vida privada y el ministro de Trabajo y Seguridad Social, Ernesto Murro, capea el temporal mientras le organizan marchas y contramarchas. “Hay mucho terrorismo de cifras”, dijo en una rueda de prensa, y la realidad le dio la razón: apenas dos horas después de que hablara con los periodistas, un número 54 y un número 58 llegaron hasta la sede del Ministerio de Trabajo con un balde de nafta e intentaron inmolarse.
“Fue un momento jodido”, dijo a Los Informantes (diario) un testigo de identidad reservada (porque de su vida privada habla poco). “Por suerte, la Policía logró que esos números no cometieran una locura”, comentó.