La noticia la confirmó hace unos días el portal de la Facultad de Química: un equipo de investigadores de la Universidad de la República (Udelar) obtuvo una patente en Australia por un trabajo vinculado al desarrollo de un adyuvante de vacunación, basado en productos naturales, que incrementa y mejora la respuesta inmune de las vacunas.

El producto está dirigido a los laboratorios que producen vacunas para uso veterinario, pero podría, eventualmente, ser utilizado también con fines médicos. Este logro de los profesionales universitarios, que integran el Laboratorio de Carbohidratos y Glicoconjugados de las facultades de Química y de Medicina, permitirá, entre otras cosas, que la Udelar cobre un royalty o comisión por todas las vacunas comercializadas que utilicen la tecnología desarrollada en Uruguay. Para conocer mejor el proceso y sus consecuencias, hablamos con el profesor Fernando Ferreira, que estuvo al frente del equipo (en el que también participaron tres estudiantes de posgrado) y que puso en marcha esta investigación hace unos diez años.

-Lo primero: ¿por qué es importante para el país que se haya obtenido esta patente en Australia?

-Estamos hablando de un desarrollo tecnológico que se puede emplear para vacunas de uso veterinario que se hizo en la Udelar, que tiene derecho a cobrar a royalty por su comercialización, o sea, una comisión sobre el precio de venta. Es importante porque la Universidad está haciendo un desarrollo científico y tecnológico que puede ser aplicado en cualquier parte del mundo; también es importante porque si no se tuviera la protección de la patente, lo podría usar cualquier multinacional, y el país que invirtió en hacer esto no recibiría nada. Lo que está ocurriendo en este caso es que la inversión en investigación y desarrollo que se hace en Uruguay va a implicar un retorno para la Udelar, que fue donde se hizo la investigación. Es una especie de círculo virtuoso.

-¿De cuánto sería ese royalty o comisión que podría cobrar la Udelar?

-Es difícil hablar de cifras, sería especular demasiado. Por ahora tenemos, además de la habilitación de Australia, un contrato con los laboratorios Virbac, de Francia, que en Uruguay compró el laboratorio Santa Elena; ese contrato establece que la Udelar le cede el uso veterinario del producto, que eventualmente podría tener uso en la salud humana, y la empresa se compromete, cuando comercialice un producto que contenga este adyuvante, o sea nuestro desarrollo, le paga una comisión del precio de venta a la Udelar. El desarrollo se hizo 100% en Uruguay, no participó ninguna universidad extranjera y la propiedad es 100% de la Udelar. Nos asociamos con Virbac para solicitar la patente a nivel mundial; Australia es el primer país que concedió la patente, pero ya fueron solicitadas y están a estudio en Canadá, Estados Unidos, México, Brasil, Chile, Argentina, Uruguay y en toda Europa.

-¿Qué tipo de producto sería, y para qué tipo de clientes?

-El producto es un componente que se agrega a las vacunas para mejorar la protección que estas producen. En principio, los clientes potenciales son los laboratorios que producen vacunas a nivel mundial, que podrían asimismo incluir este adyuvante en sus productos.

-¿Este beneficio para la Udelar podría llegar a ser significativo en términos presupuestales?

-La Udelar maneja un presupuesto muy grande, o sea que también sería algo difícil de estimar, entre otras cosas porque hay que ver qué sucede con las otras solicitudes de patentes. Creo que lo realmente significativo es que Uruguay se apropie del desarrollo de conocimiento que genera. Insisto: hay que pensar que la situación opuesta sería que el país invirtiera en investigación y desarrollo tecnológico durante años, pero los resultados de esa inversión los terminara aprovechando una empresa en el extranjero, sin que Uruguay recibiera nada a cambio. En este proceso, que es muy complejo por la redacción de la patente y la negociación con la empresa, estamos empezando un círculo virtuoso en el cual Uruguay es capaz de generar un conocimiento potencialmente utilizable con fines de producción, y además recibe un retorno económico a cambio. Es un círculo virtuoso porque ese dinero que vuelve a la Udelar puede reinvertirse en investigación o enseñanza, y puede generar nuevo conocimiento. Es una demostración concreta de que esto se puede hacer en Uruguay.

-Uruguay no está asociado al Tratado de Cooperación en materia de Patentes (TCP), que regula las patentes a nivel internacional. ¿Qué implicó esa situación en todo este proceso?

-Los únicos países de América que no están en el TCP son Argentina y Uruguay. Eso implica que cuando alguien aplica para una patente en Uruguay, genera solamente protección para el dueño de la propiedad intelectual dentro de Uruguay.

-¿Uruguay debería estar en el TCP?

-Que Uruguay no integre el TCP implica desventajas para la solicitud de propiedad intelectual de lo que se desarrolla en el país; o sea, es una desventaja para todo el sistema de investigación y de innovación. Desde el punto de vista de mercado, Uruguay es muy pequeño, y la capacidad que tienen las empresas uruguayas de incorporar tecnología nueva desarrollada en el país también es limitada; una forma de apoyar el desarrollo tecnológico y que se puedan repetir este tipo de experiencias, sería que Uruguay analice seriamente las ventajas y desventajas de integrarse al TCP, una decisión que sería potestad del gobierno. Ocurre que algunas empresas, como Uruguay no está en el TCP, pueden utilizar algunos desarrollos que están patentados en otros países, pero que en Uruguay no tienen protección.

-¿Cuál sería el principal aporte de este trabajo para la Udelar?

-Creo que para el sistema académico uruguayo es una buena noticia que nos hayan concedido esta patente en Australia, con un desarrollo que se hizo exclusivamente en Uruguay y que es 100% propiedad de la Udelar. Hay que tener en cuenta cómo ha operado el mecanismo hasta ahora: muchas veces sucedía que los equipos de investigadores uruguayos, que en 90% pertenecen a la Udelar, cedían parte de la propiedad a universidades extranjeras, que luego se encargaban de hacer la gestión de solicitud de patentes, la redacción, etcétera. Poder hacer desde acá todo el proceso refleja que es posible completar el círculo: es una forma de decir que estamos llegando a la mayoría de edad. En Uruguay siempre está presente la sensación de que no somos capaces de hacerlo, y por ese razonamiento terminamos concluyendo que es imposible salir del subdesarrollo. Demostrar que es posible, que se puede hacer, es una invitación para todos, y creo que, sobre todo, es un mensaje importante para los investigadores universitarios más jóvenes.

Vale el aporte

Ferreira recordó que en 2016 la Udelar creó una oficina de Gestión de Propiedad Intelectual, que se dedica específicamente a gestionar sus desarrollos tecnológicos y facilitar las tareas de gestión de los investigadores. "Redactar una patente es un proceso muy complejo; lo mismo presentarla en otros países, defenderla y negociar con los posibles clientes que, por lo general, son empresas. Todo eso necesita un trabajo de gestión tecnológica y comercial del producto, que hasta ahora recaía en los propios investigadores. En nuestro caso funcionó así, pero lo mejor es que lo realice personal especializado en el tema y que estas tareas no recaigan sobre los investigadores. La experiencia que se está generando es importante para la Udelar, y puede servir como una referencia y oportunidad de aprendizaje", afirmó.